Alma de Literatura y Matemáticas

Por: Tomás Galván Montañez

Escribo entre examen y examen. Estrujo mis neuronas entre cócteles de la literatura castellana del Renacimiento y sorbos de las leyes ponderales de la química, mientras flirteo con las matemáticas y me intereso por el cálculo de bisectrices, mediatrices y medianas en un triángulo. Avisados quedan, pues, del estado en que me dejo seducir por las palabras a estas horas.
Me decía el otro día un compañero que me aventuraba a la locura por estar inmerso en un Bachillerato de Ciencias siendo yo, sabidamente, un enamorado del periodismo. «¡Estás pirado!», fue exactamente lo que pronunció al inicio de la conversación en la que intercambiábamos impresiones de la vida y los estudios. Él no entendía cómo podía estar quebrándome la cabeza entre cálculos geométricos de un triángulo y química orgánica pudiendo dominar con cierta destreza un Bachillerato de Letras. El tipo se veía indignado. Absorto. «Pierdes el tiempo. No te servirá», me llegó a comentar.
No miento si les digo que no me sorprendía su reacción. De hecho, hay muchos que piensan así, que apuestan radicalmente por un cerco al conocimiento general bastante preocupante siempre, y más en estos tiempos donde la necesidad de saber un poco de todo se vuelve esencial para caminar en el mundo laboral.
Le cuento lo mismo que le dije a ese compañero. Reconozco que en el momento de matricularme en Ciencias, dudé. Me daba vértigo enfrentarme a algo diferente y tremendamente metódico con matices de locura, aunque finalmente, y alentado por mi profunda convicción e interés en abrir la mente a campos «más allá de los míos», me matriculé. En otras palabras, diría que para no solventar cualquier respuesta que implique cierto conocimiento básico de otras materias con un espeluznante y esquivo «es que soy de letras», tenía que formarme íntegramente. Se volvía primordial que me entregara al aprendizaje de aspectos básicos que podrían considerarse cultura general, para contar con las herramientas necesarias y convertirme en un ciudadano y periodista capaz de circular con confianza en un mundo altamente competitivo.
Mi intención, confieso, no es ser un aprendiz de todo y maestro de nada; sí una persona formada, con la mente despierta y ansiosa por descubrir otros temas interesantes por ajenos que me puedan resultar. De hecho, si tuviera que aducir otros motivos que me empujaron a matricularme en Ciencias, sería mi alma de eterno curioso y aventurero, necesitada de acción, reacción y repercusión. Supongo que es lo básico para mantenerse despierto mientras hay quien prefiere cercarse en un pequeño mundo sin ventanas.
Hasta que llegue el momento de entrar en la universidad, donde me formaré, si Dios quiere, en Periodismo, me resulta mágico poder disfrutar haciendo un experimento en química al tiempo que recito unos versos de Gustavo Adolfo Bécker. En una mano el tubo de ensayo y, en la otra, el micrófono.

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