Memorias de un tenoyero: La Agricultura (capítulo tercero)
Por Tino Torón |
Ya desde las nueve de la noche el pueblo se iba recogiendo
quedando silencioso, como si no viviera nadie, pues no había ni luz ni en las calles (20 bombillos en todo el pueblo) mantenimiento que hacia Molina, que algunos chiquillos mataperros le rompían algún bombillo para verlo con la escalera y rezongando, solo en pocas casas y en estas en todas no tenían radios, por lo que íbamos a las barberías al igual a leer el periódico o verlo de mano en mano ya que muchos no sabían leer.
A veces le decía a otro que es lo que dice aquí y éste les cambiaba la información ante los demás para fastidiarlos, enterados hablaban y discutían y la comedía seguía “tú sabes lo que dice el periódico, o coño me lo acaba de leer Antonio el pachorruo que estuvo aquí…. , los niños y jóvenes a leer el Chispa que salía todos los Domingos. Ya mas tarde la gente fueron poniendo el agua y la luz.
Casi todas las fincas tenían un Guardia Jurado debido a los robos recordando esa imagen de verlos vestidos de gris con el correaje, conociendo a varios que aun recuerdo.También mis padres tenían unas pequeñas tierras y mi abuela tenía unos cercados delante de la casa, criándome en ese ambiente y trabajando cuando hacia falta.
Los niños de antes íbamos a las escuelas en grupos jugando por el camino y después de las salidas andábamos todos los rincones conociendo palmo a palmo hasta los barrancos y laderas por las orillas de acequias incluso nos íbamos a bañar desnudos en las cantoneras y estanques como el de los Bravos cerca del cementerio de Tenoya donde se ponía uno por si venía alguna mujer a lavar. Les puedo decir que los niños de Tenoya van y vienen en guagua hasta el colegio cerca del cementerio y no conocen su pueblo por lo que tengo en mente escribir “Tenoya conoce tu pueblo” En esos andares veíamos como trabajaban con las azadas y raspaderas, escupiéndose las manos y muchos si se les reventaban un callo se lavaban las manos con sus mismos orines. Antes existía la figura del marcador empleado del almacén que con una vara de hierro de unos 50 centímetros de largo con un mango y en el otro extremo un sello frontal con números, éste iba marcando el racimo para el corte, a la vez doblaba una hoja sobre el racimo, al mismo tiempo cogía una hoja de platanera la dejaba en el tallo que tiene forma de herradura y con el cuchillo hacia unas marcas en ella haciendo unos dientes, al final contaba y le dejaba un papel al mayordomo con la cantidad de racimos marcados, si no estaba dejaba el papel en un sitio ya determinado bajo una piedra, los hombres entre dos uno cortaba y el otro u otros cargaban, sacando los racimos marcados para el almacén, pesándolos ante los dueños, capataz o mayordomo, que iban anotando junto al apuntador y que se veían alguna queja si el tallo lo cortaba corto o le quitaban algunos plátanos y hasta manillas. Estos plátanos se los llevaba el mayordomo, otros los repartían y los niños también cogíamos verdes y los maduramos en cales que antes era muy común, como les veían comentando veíamos y escuchábamos el susurro del agua jugando con ella y verla regar aquellos camellones rectangulares, mientras se llenaban el regador baldeaba los racimos, antes cuando no habían venenos. Desde niños, viendo lo que nos rodeaba imitábamos, hacíamos pequeños cercados, alpendres… y si nos preguntaban que queríamos ser, contestábamos: chófer, bombero, mecánico o como mi padre, por eso los oficios pasaban de padres a hijos. Cuando llegaba el momento de echar estiércol trabajaban desde niños, pollillos y mayores que parecían hormigas cargadas con cestas que cernían amasándose con el sudor, cuando terminaba se les veía la caspa de rancio en el pescuezo, nos lavábamos poquito por aquí, por allá hasta ducharnos los Domingos (una vez por semana) hasta mayores que iban a las acequias y estanques, antes no habían duchas y nos lavábamos con un cacharro, latas redondas de sardinas o calderos medianos, algunas casas como la de mi abuela tenía un bidón mediano colgado dentro del baño con una llave y un grifo. Como venía diciendo la inmensa mayoría se ponía un saco de papas en forma de capucha, en aquella época a todos nos gustaban ir a trabajar y un día fui a una finca conocida como la del Granado a echar estiércol cobrando 20 pesetas para mis gastos, mi padre que se enteró no me dejó ir mas poniéndome una pena de lijar una serie de molduras y tableros. Por donde quiera que caminábamos veíamos el movimiento agrícola que atraía a los pájaros pues iban en bandada en sitios parecía una nube, tirábamos una piedra y algunos caían y en este viaje escuchábamos hasta los continuos y abundantes pozos en cadena del rico barranco de Tenoya, hoy hasta sus pozos secos. Antes con aquellos motores de cintas y poleas gigantes que se movía hasta las tierras de los alrededores, escuchándose desde lejos el sonido de sus levas, cuando iba al pozo de Caña Honda a pedir agua, no podía hablar con ellos, por el ruido, sin embargo ellos acostumbrados me oían y yo gritaba “Mi padre dice que cuando le echa el agua” Él un día me dijo: “No me grite cristiano que no soy sordo” había un tal Dominguito que era atravesado y me decía, con mala templa: “ que venga mañana a ver” ya hablaste con la finca del Rincón por si traen agua, teniendo que ir buscando al mayordomo o encargado en medio de plataneras y regresar dando contestación, sabiendo que iba desde Tenoya a la Costa. Dentro del pozo sentía miedo en ver la boca y el cacharrón metálico colgado para bajar y subir con una campana y una cuerda que llegaba hasta el fondo. En Tenoya había un solo teléfono de manivela que se conectaba con la central de Arucas, por lo tanto la llamada llegaba a esa Ciudad y luego a Tenoya, este medio propiedad del almacén de plátanos y de uso particular, les hizo un gran servicio al personal portuario, enterándose de los turnos, que iban avisando, si no tenían turnos lo aprovechaban trabajando en cercados y sacando broza en los barrancos. Los que queríamos hablar por teléfono teníamos que ir a la centralita de Tamaraceite, donde había una señorita, hermana de Ricardo, a la que llegué a ver con los auriculares y la centralita con unas clavijas que iba conectando, despertando la curiosidad. Al nacer en Tenoya en este medio rural y cuando salía en todas las direcciones pasando por Tamaraceite hasta llegar a Las Palmas parecía que los coches iban cortando y abriendo paso entre los verdores de eucalictos todos unidos haciendo sombras hasta el Castillo de Mata, carreteras orilladas por la agricultura oxigenando y perfumando el medio ambiente pasando por delante de los almacenes, recordando la llegada del turismo que paraban en cualquier sitio y se sacaban fotos abrasando un hermoso racimo. Hoy a los de mi generación nos quedan esos recuerdos vividos, para otros imágenes de un tiempo pasado.
Comentarios
Resumiendo, el era el que abría y cerraba el pilar, a veces el cura al bautizar pedía que le abriera, era un relaciones públicas, un embajador y por decir un alcalde popular, era agente local del ron Guajiro y cuando hacía las famosas excursiones les daba a cada uno una visera de papel con tirante, como anécdota en una de las excursiones antes de llegar a Tenoya le prendieron fuego a las tracas que siempre preparaba y mas que contar....
Un saludo,
Gracias Sergio:
Un saludo,
Me gustaría saber algo sobre el almacén o almacenes de plátanos de Tenoya, propietarios, el encargado, el o los choferes del camión. Y como no me aclaro mucho con estas modernidades si me lo envían a josedomingopf3@gmail.com sería genial. Gracias.