El verdadero sabio: para José Juan Mujica
Por Antonio Domínguez |
“NO HAY NADIE TAN CONSCIENTE DE LO POCO QUE SABE QUE EL VERDADERO SABIO. LA PRODIGIOSA MENTE HUMANA NO ESTÁ CAPACITADA PARA ENTENDERLO TODO. ESO ES IMPOSIBLE. INCLUSO LO ES SABER BASTANTE. EL HOMBRE SABIO SOLO PERCIBE UNA MINUCIA DE LO INFINITO QUE LE QUEDA POR ATISBAR Y ENTENDER”. (José Juan Mujica Villegas). Este es el aforismo que tienes publicado en primer término de tu página esta semana.
Hay otro aforismo tuyo que he extraído de tu libro, con que se puede explicar el anterior, así es que, aprovecho tu mismo pensar: “LA ROCA PERMITE EL EMBATE DE LA OLA PORQUE NO SE REPITE. SABE QUE ESA QUE HA ROTO FURIOSA CONTRA ELLA NO VOLVERA A AGREDIRLA NUEVAMENTE JAMÁS. SE IRÁ PARA SIEMPRE, DESMEMBRADA TODA SU BRABURA. EL NUEVO EMBATE TRAERÁ OTRA QUE DIFUMINARÁ DEL MISMO MODO SU ARROGANCIA”. (José Juan Mujica Villegas).
Mi dilecto y muy distinguido amigo Pepe Juan: procediendo ya a la interrelación de estas tus dos esencias de pensamiento, la ola, que puede empezar a ejercer a miles de kilómetros se rompe al estampido en los arrecifes. ¿Por qué no se puede considerar a una ola como el paralelismo de una vida? ¿Por qué se rompe el hombre –como la ola- cuando empieza a comprender más de la cuenta: que esa es su llegada a desintegrarse para dar paso a la integración de otros que, como el breve lucir del relámpago es la duración viva de la vida; o cuando menos y como máximo no pasa de los instantes, momentos temporales entre los estampidos que distan de entre una ola y otra?
Bueno sin rezos previos digo que toda ola que llega a la orilla trae una historia como cualquier ser viviente; lo que se demostrará. El agua del mar contiene tantos micros elementos como el sinfín de variantes del sodio que los químicos neutralizan en el laboratorio. Luego teniendo en cuenta los millones de metros cúbicos, que desde lejos, la ola desplaza; y los billones de partículas y las trillonadas de átomos al fin, ahí en suspensión, en el medio de donde se dice campó el alga unicelular desde donde partimos nosotros como humanidad; quiero decir que cada ola se puede comparar a una vida en tanto que ¡
a saber! las combinaciones químicas que se dan cuando la ola huye después de haber dado la cachetada al muro ¡a saber! si cada ola computarizada daría señas del millón de cosas que hace la naturaleza en ella superior a toda una vida humana, por lo menos, en rareza.
Yo imagino que la naturaleza estará capacitada para comprimir el espacio tiempo en una acción inverosímil. Pueden pasar cosas en los espumarajos de una ola (grandísimas cosas) que solo ELLA puede “comprender”-de momento-. El cerebro humano como bien dice el primer aforismo es nada para determinar categóricamente si en una vida humana se dan más pequeños y grandes fenómenos que en una ola llegando, rompiendo y huyendo para siempre. ¡Para siempre es para siempre!
Como el espacio material para graficar ya rezonga porque no quiere admitir más ¿Cómo podemos dar supremacía al primer aforismo que es de lo que se trata?; pues de la siguiente manera: para decir solo sé que no sé nada, ¡hay que saber al máximo que puede llegar un hombre a saber! ... Siendo “un exceso” decir que el no saber constituye un saber, a pesar de todo, “es indicativo y muy expresivo” para señalar que el saber es limitado; por lo que es una forma simpática -por rebuscada- de decirlo. Es cierto que respecto al todo, el más que sabe no sabe nada ¡lo digo así sin comillas, que de cobardes (…)!.
Parece difícil buscar una similitud en estas dos llegadas del pensamiento y no lo es tanto, pues, la vida tiene sus movimientos “como las olas”; y la vista y la opinión que el humano tiene de sí mismo, así, las olas tienen un comportamiento y unas voluntades que les da su origen en el Big Bang. Habría que ver los fenómenos físicos que se producen en ese cachetón de agua. Nosotros nos creemos que somos el mayor y mejor suceso de la creación y puede perfectamente no ser así pues, los sucesos se multiplican y lo que parece sencillo, es lo que es verdaderamente complicado pues es la voluntad de siempre, manifiesta en estos actos de la naturaleza que al ser del libre albedrío de su majestad la tierra, lo que hagamos y actuemos nosotros pertenece a una escala inferior; por no decir a ninguna escala. Lo verdaderamente importante y con identidad es la milimétrica actuación de los fenómenos naturales…
¿Porqué una ola tsunami contra los riscos del andén verde no puede contener una avalancha de sabias razones insondables que nos están vedadas por naturaleza? ¡De mucha más complejidad para la por nosotros desconocida energía, su creación, que dotarnos de la palabra!
Si Pepe, estoy de acuerdo, todo lo es el globo terráqueo; nuestro soporte y transporte; que si se nos fuera de debajo de los pies nos hundiríamos en el infinito sin saber qué hacer. Dice un catedrático de física que enseña en Tafira, que, ¡NO SE SABE NADA!... bien que no emplea el absolutamente. El hombre es buenísimo (el que lo es) para inventar ingenios, máquinas, increíbles urdimbres para telares automatizados, teléfonos, etc. Pero, todavía, aun, se traba en la dilucidación del más facilón concepto. Sería muy razonable más abundamiento por alumbrar en esta penumbra para mí, pero, podría no ser asumido (leído) saludos.
Comentarios
Ante nada, amigo Antonio, debo darte las gracias por acercarte a ese par de reflexiones y dar una magistral lección acerca de dos pensamientos que, tras haberlos expuesto, sé que están al alcance de cualquier mente que quiera practicar el juego de estimular las neuronas. La primera de las dos tesis no es más que la búsqueda de insistir en algo que me parece obvio y que no es otra cosa que pretender opinar acerca de lo diminutos que somos ante la inmensidad que nos rodea: esa playa interminable de granos de existencia que se escapa a nuestras limitadas expectativas.
En la segunda se propone que no es el insistir de la ola lo que con el paso de insondables siglos acabe horadando y rompiendo un trozo de acantilado. No es una ola la que logra eso, sino la obstinación de un casi infinito de ellas. Porque cada ola es vencida siempre por la entereza de la piedra que no sólo no se amedrenta, sino que las va descrestando a todas en medio de la más grande de las inmensidades: el tiempo. Así que el embate de aquellas no es más que la muestra constante de su derrumbamiento.
Han sido dos ejercicios hechos a modo de juego y que hoy dan pie a mi querido Antonio para ir con ellos mucho más allá de lo que yo había pretendido, pero que su lógica y su razón de lúcido pensador, en avidez siempre y mucho más allá de cuanto en principio se pueda interpretar en un razonamiento, muestran en él la capacidad de horadar a mayor profundidad cualquier juicio o concepto que le pongamos al alcance de la mano.
Gracias, Antonio, por prosperar más el significado de ambos aforismos.
J.J.Mujica