Ya no repican las campanas de la iglesia
En estos días andan un poco "asirocados" algunos vecinos del barrio vecino de La Milagrosa porque han instalado en el campanario de la iglesia un reloj eléctrico cuyas campanadas tocan a las en punto y a las y media. El reloj de la iglesia era en tiempos no muy pretéritos el que nos daba los buenos días en la mañana, el que avisaba de la hora del ángelus a mediodía y cuando algún acontecimiento, boda, bautizo, misa o funeral aconteciera en el pueblo. Marcaban el tiempo de jugar o de volver a casa estaba el sonido inconfundible de las campanas. Tres tañidos seguidos a eso de las siete de la tarde era el toque de “Ánimas”, momento de recogerse, ya nadie salía de casa. A las doce del día se tocaba el “Ángelus” y los hombres regresaban de las fincas de plataneras donde trabajaba la mayoría de los habitantes de la zona. Y si algún vecino moría, el “doblar” de las campanas lo anunciaba con serenidad. Bien es verdad que la seguridad, tranquilidad y respeto permitían que los vecinos pudieran pasear por la plaza hasta casi la medianoche. Tamaraceite también "sufrió" la "persecución" de las campanas por parte de "unos" vecinos, nuevos en el barrio todo hay que decirlo, y que lograron que las campanadas desaparecieran en las noches de nuestro pueblo. Seguramente, y no temo equivocarme, esos mismos vecinos, de Tamaraceite, de La Milagrosa y de otros tantos lugares que protestan, son los mismos que ponen la televisión y la radio a toda pastilla, hacen asaderos en las azoteas con música y gritos a tutiplén y cualquier acto que a buen seguro hacen que las campanas pasen a un segundo o tercer plano. ¿Por qué no se le pregunta a los vecinos de toda la vida si el reloj molesta? Si no molestaba antes, cuando nuestros pueblos eran más silenciosos, cuando apenas pasaban coches por la carretera y no había televisión ni radio, imagínense a qué plano puede pasar. Reivindico desde aquí las campanadas de mi iglesia y la de muchos pueblos de nuestra isla, que no se pierda parte de nuestra cultura, de nuestra melodía nocturna, de nuestro despertar. Seamos más tolerantes y protestemos por la tele alta, por la música alta, por los escándalos en la plaza a altas horas de la noche, las motos a toda pastilla y tantas y tantas cosas que, al contrario de las campanas, no ponen un toque de paz, serenidad y musicalidad a nuestras noches.
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