El Sistema electoral
Este artículo lo escribió Enrique González Araña en 2006, pero por lo que podemos leer no pierde actualidad. Con su permiso lo hemos publicado.
Empieza oírse ruidos y sonidos electorales. Las elecciones que vienen, para gozarlas o para sufrirlas.
Ya sabemos. Se va a pedir al pueblo “que hable”, pero con un lenguaje que ya viene trucado por el sistema electoral.
El actual sistema electoral, como toda norma de convivencia, es un compromiso entre libertad. y seguridad
En aras de la seguridad se propicia la formación de gobiernos estables, dando mayor poder al ganador del que resultaría de la consulta directa a la voluntad del electoral.
Así la libertad del elector queda mermada por factores estructurales del propio sistema electoral.
.- No cabe lista abierta; con lo cual no podemos introducir personas que no vengan sometidas a la maquinaria de un partido.
.- Se elimina las minorías que no alcancen un determinado porcentaje, con lo cual queda sin voz política una parte de la población.
- Se sobrevalora mediante la Ley de Hohn, ( como se escriba eso, que para el caso es igual), con lo cual se falsea la proporcionalidad de la presencia de las diversas opiniones e intereses.
.- Se establece un rígido periodo de cuatro años de mandato, durante los cuales el pueblo ha de permanecer mudo.
- Se hace coincidir las elecciones en diversas administraciones con lo cual se dificulta la atención que el elector tiene que prestar a los distintos candidatos y programas, en un frenético clima propagandístico.
- Se establece unas determinadas circunscripciones, con lo que se potencia localismos, primándose algunos sobre otros, y en todo caso en detrimento del valor personal individual..
Son limitaciones, y limitaciones graves a la libertad, que han podido justificarse en un determinado nivel de desarrollo de la democracia, o sea de madurez de la conciencia ciudadana, que inconscientemente las acepta por temor a un poder político débil.
Pero cuando la ciudadanía se siente más segura, reclama más libertad, y respuesta a sus diversas aspiraciones, que, si no se sienten representadas en las instancias políticas derivan o en una indeferencia por la cosa publica, en expresiones y manifestaciones de aspectos e intereses parciales, sensibles a un sector de la población, o incluso mayoritario, que al no sentirse confrontados con otras cuestiones e intereses no menos importantes, se traducen en brotes violentos, y en todo caso, desconcertantes y difíciles de entender por los esquemas de los que sienten respaldos por las matemáticas del sistema electoral.
Evidentemente es delicado tocar el sistema. No se puede hacer aventuras. Pero es igualmente delicado, no tocarlo, no mejorarlo.
El sistema es un medio, no el fin, para lograr expresar la voluntad popular, que busca la utopía de la realización la plena libertad en la plena seguridad.
Es un instrumento, que, como una ortopedia, ha de ir cambiando a medida que crece la capacidad del disminuido.
La misma prudencia que nos aconseja no hacer cambios bruscos, nos está exigiendo no permanecer en el inmovilismo.
Señalando los puntos de falseamiento indicados, pueden darse pequeños, todo lo pequeño que se quiera, pero siempre avanzando, dando pasos tales como:
.- Reducir progresivamente al porcentaje exigido a las minorías, hasta llegar a suprimir tal porcentaje, de forma que todo voto sea útil, en cuanto tiene un peso, por pequeño sea en la formación de la voluntad colectiva, y en todo caso en el conocimiento cuantitativo de su existencia. Sería un porcentaje de “crédito político” susceptible en todo momento de unirse al crédito poseído por otras formaciones presentes en la institución política.
.- Aminoración progresiva del mecanismo de la Ley de Ley de Hohn, ( como se escriba eso, que para el caso es igual), hasta llegar a su desaparición, con lo cual la representación sea auténticamente proporcionalidad a diversas opiniones e intereses reales de la sociedad.
Ello exigiría mayor trabajo de debate y consenso, pero sería a cara descubierta, y no por la vía de las presiones ocultas. .
.- Establecer la posibilidad de una elecciones a nivel municipal, empezando por los más pequeños, más flexibles, reduciendo el periodo de cuatro años de mandato, separándolo de las lecciones en otros niveles, y municipios, acercando de este modo los cambios en la institución a las variaciones en la calle, y permitiendo una atención permanente a esos cambios.
.- Establecer circunscripciones paralelas, para una parte de los puestos representativos, de modo que se equilibren los intereses y sensibilidades generales con los locales.
.- Establecer listas abiertas empezando por circunscripciones vecinales de pocos vecinos en los que el conocimiento personal es decisorio, o para una parte de las concejalías de representación popular directa..
Esos u otros cambios es preciso hacer en los cauces por donde ha de discurrir la voluntad popular. Y los cambios hay que hacerlos antes de que la desidia o la riada incontrolable desborde esos estrechos cauces.
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