Decir cosas buenas

Por: Don Luis C. García Correa y Gómez
Decir cosas buenas, si, son muchas las que podemos y debemos de decir de nuestro pueblo, y de nuestra isla de Gran Canaria.
Hemos nacido en un lugar privilegiado.
Tenemos el clima más benigno del planeta Tierra.
Se nos ha conocido por la “nobleza del canario”.
Aquí no se blasfemaba.
Lo normal ha sido, siempre, que nos respetemos los unos a los otros.
Las personas mayores eran reverenciadas. Nunca se necesitaron las casas de acogida.
A nadie se le ocurría, ni siquiera pensarlo, en abandonar y no cuidar, con todo cariño y admiración, a nuestros mayores.
Cuando un mayor estaba hablando nadie lo interrumpía.
Todo esto ha sido normal, lo hemos hecho con la mayor naturalidad.
La educación que nos han dado nuestros padres y abuelos era la que ellos habían recibido, por lo tanto, los anteriores a ellos, también eran personas nobles y educadas.
No se sabe desde cuándo somos merecedores de ser llamado: “pueblo noble”.
No cabe duda que ha habido y hay un problema.
Al ser unas islas “en medio del mar de la riqueza” - como diría mi tío Bernardino Correa -, tenemos una tremenda arribada de influencias foráneas, nos llegan las informaciones del exterior muy pronto, y si no tenemos una educación fuerte y firme nos puede arrollar lo de fuera.
Por eso tenemos que seguir fortaleciendo nuestras buenas costumbres.
Las influencias las hemos tenido siempre, pero siempre hemos incorporado lo que nos ayudaba a mejorar, nunca lo que nos perjudicaba.
Ahora hay unos comportamientos que me parecen mentira que los canarios hayamos llegado a esos niveles, de falta de civilización. Ya lo decía en un escrito anterior: votar basura en las calles, esto no ha sido comportamiento de los grancanarios, jamás.
Esto debe de ser una influencia exterior que tenemos que combatir.
¿Qué otras cosas buenas?
La belleza de nuestras mujeres.
Las canarias eran la admiración de la España continental por su belleza y por su dulzura.
El “mi niño”.
¿Habrá frase más bella y cariñosa que esa? “Mi niño”.
Esto lo decimos los grancanarios.
¿Quién no conocía a su vecino? No sólo no se entendía sino que era inimaginable, incomprensible, no conocer y tratar al vecino.
Otra cosa buena: el respeto a la propiedad ajena.
En mi juventud no existían ladrones. Las casas nunca se trancaban. Las puertas estaban sin pasada la llave, el que quería podía entrar en la casa que quisiera, y a la hora que quisiera.
Por supuesto, nadie entraba, era impensable.
Nunca el pasado ha sido mejor que el presente, lo que sí nos pasa, como nos sucede a los humanos, es que nos enfermamos.
Yo creo, y quiero creer, que nos hemos enfermado, y tenemos que curarnos, y la única medicina que conozco es volver a influir en la familia, en los amigos, en la comunidad, con nuestros comportamientos nobles.
Que nuestras vidas traten de ser un ejemplo de educación y nobleza, y seguro, volveremos a ser lo que siempre hemos sido: un pueblo honesto, bueno y noble.
Necesitamos la felicidad para vivir felices, que es para lo que hemos nacido.
La felicidad es compartir, y sólo se vive así, cuando compartimos honradez, educación y nobleza, que es lo que hemos repartido

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