Algunas razones para vivir

Por: Luis C. García Correa y Gómez
La primera razón para los creyentes es que Dios nos ha dado la vida, y, por lo tanto, debemos vivirla de acuerdo a sus Mandamientos. Pues vivimos la vida para luego tenerla eternamente en Su Contemplación.
Ese es el fin para el que hemos sido creados.
Entiendo, y supongo, que los no creyentes se pasarán la vida buscando la verdadera razón de su existencia.
Todos, creyentes o no, tenemos alma. La necesidad de vivirla y sentirla es constante mientras uno vive, sea creyente o no.
La espiritualidad, la presencia del alma, es incuestionable. No creo que alguien se pueda considerar sólo materia.
Supongo que todos sentimos y sabemos que hay algo más que materia en nuestras vidas.
En definitiva, creyentes y no creyentes, tenemos las mismas razones para vivir.
Y, entre esas razones, la fundamental, es buscar y alcanzar la felicidad plena, por el amor.
Los católicos lo tenemos claro: Dios es amor.
¿Hay mayor representación del alma y de la felicidad que el amor?
La vida sin amor es inconcebible.
Por eso es necesario compartir.
Amar es compartir. De ahí nace la felicidad.
¿Estoy vivo? Tome el pulso a sus constantes vitales: compartir, dar y recibir la felicidad con amor.
Del amor y del compartir nacen los hijos, que es la cumbre más alta que puede escalar un matrimonio: dar vida.
Todas estas son razones para vivir.
Si se comparte el amor, la vida es un don maravilloso.
La vida está vacía y, por tanto, sin contenido, cuando no se ama y cuando no se comparte.
Decir cosas y narrar hechos con amor son razones para vivir.
Lo contrario es el egoísmo y el materialismo que dejan el enorme vacío de la ausencia.
Vivir se hace para contar, y se cuenta cuando se hace.
La vida se llena cuando se camina por el sendero luminoso del amor a los demás.
Querer a los demás, no es sólo un Mandamiento: es una forma de vida que llena y da razones para vivir.
La vida es maravillosa cuando se llena de contenido, tanto por creyentes como no creyentes.
La obligación de los padres con nuestros hijos es de darles razones para vivir; proporcionarles un fundamento ético o religioso, que es la educación, que les sirva para llenar su vida. No es simplemente dar la vida: es darla llena de contenido.
Cuando damos a nuestros hijos valores espirituales, sus vidas tienen fundamento que les enriquecerá en su trabajo, en su familia y en la sociedad. Y que enriquecerá su trabajo, su familia y la sociedad.
Vivir y compartir esos valores espirituales, son razones, más que suficientes, para vivir y hacerlo de la manera más feliz posible.
Cuando damos a nuestros hijos valores espirituales les damos razones para vivir.
Que repartamos razones para vivir, y lo hagamos con amor. Y amor con amor se paga.
La felicidad, la mayor de las razones para vivir, entonces, está garantizada.
Deseo ver y sentir que la felicidad la vivimos todos; y la tenemos por que la compartimos. El mal desaparecerá en la medida en que lo rechacemos, esto es: en la misma medida en que repartamos, por amor, la propia felicidad.
De nosotros depende.
Pues ahora, y no esperando a mañana, repartamos nuestra felicidad y vivamos la que nos reparten los demás, que son razones para gozar la maravillosa experiencia de nuestra participación en el bien.
Que son razones para vivir.

Comentarios

Entradas populares