Cartas al Viento: Fleje de jóvenes.
Por: Jesús Vega Mesa |
Busqué en el diccionario español y la palabra “fleje” no aparece, al menos con el significado que se le da entre nosotros. Contento como unas pascuas, me pongo a leer una de las revistas que tengo sobre la mesa. Y, de repente, un titular que me llama la atención: "La mayor parte de los teólogos escriben una teología que no entiende ni interesa al pueblo". Quien lo dice es José María Castillo, reconocido teólogo que fue catedrático de la Universidad de Granada. Responde a un periodista y dice, efectivamente, que hay que transmitir los conocimientos con sencillez, con lenguaje claro y llano si queremos llegar a la gente.
Me gustó fleje. Me gustó porque en algunas personas existe la idea de que, cuanto más ininteligible hables o escribas, más inteligente pareces. Y por culpa de esa idea hay discursos, sermones y explicaciones de clase que se hacen insoportables. Con razón escucho a algunos amigos que dicen que, cuando determinado profesor o determinado cura empieza su alegato, inmediatamente desconectan. Incluso sin proponérselo. Son insufribles. Recuerdo a un amigo que, según contaba, las únicas homilías que entiende y aguanta son las de las misas que se celebran con niños. Por algo será.
José María Castillo afirma que las clases de religión y las homilías tienen que hacerse partiendo de las preocupaciones de la gente, de sus problemas y expectativas. Y sobre todo, pensando en la gente más sencilla. Lo que ocurre es que normalmente, cuando se emplea un lenguaje erudito es que, quien habla, se ha aprendido la lección pero no es capaz de transmitirla a los demás.
Los jóvenes utilizan muchas veces una forma de hablar que se aleja de las normas lingüísticas. Es cierto. Pero no siempre ocurre así. También hay fleje de jóvenes que utilizan correctamente el idioma y lo renuevan y le dan vida y vuelven a resucitar palabras que estaban a punto de morir. Y cuando vuelven a despertar palabras dormidas que utilizaron nuestros mayores uno se alegra. Se alegra fleje.
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