Carta al Viento: La hierba crece de noche
Por: Jesús Vega Mesa |
Aclaro,
antes de que me denuncien por plagio, que el título lo he copiado del admirado
escritor Martín Descalzo. Una amiga, Fanny, me lo recordó hace unos días a
propósito de algunos hechos que la hicieron reflexionar. Y de la mala
experiencia de escuchar a tantos que no tienen abuela, pobrecitos, y se pasan
el día contando lo buenos que son, lo que el mundo les debe, lo que la gente
les quiere, la cantidad de cosas que han hecho por el pueblo y por la Iglesia y por la familia. ¡Nunca
podremos pagar a esta gente todo lo que han hecho y hacen por nosotros! Eso al
menos es lo que ellos piensan.
La
televisión es una fuente inagotable de hombres y mujeres, famosillos de siempre
o famosillos de un día, que, ante las cámaras, aprovechan para pregonar al
mundo lo maravillosos que son. Martín Descalzo, el autor de “Un cura se
confiesa”, hablaba de la hierba que no necesita fanfarronear de sus virtudes y,
modestamente, crece de noche porque no necesita que la vean ni que le digan lo
importante que es.
Tengo
un buen amigo lleno de virtudes que, sin embargo, adolece también de un notable defecto. Cuando hace
algo, y es verdad que tiene ideas muy
valiosas, necesita el aplauso o la alabanza de los demás. Y como se alimenta de
elogios, continuamente los está reclamando. Cuando realiza algo nuevo, siempre pregunta tu
opinión esperando, por supuesto, la respuesta que a él le sube la autoestima. Cuando
uno le responde que le ha gustado mucho, aunque no haya sido tanto, él vuelve a
preguntarlo porque necesita afianzar y
dejar claro lo inteligente, bueno o ingenioso que es: ¿Entonces te gustó esto
que escribí o dibujé o lo que dije? Y uno, con falsa diplomacia, vuelve a
decirle que sí, que le quedó perfecto, aunque esté pensando por dentro que le hubiera quedado mucho mejor si tuviera más
humildad.
Por
eso me molesta que, encima, a la gente presumida se le dé tanta cancha en los
medios de comunicación y se diga tan poco de quienes trabajan y hacen cosas por
los demás, calladamente, como la hierba. Hay miles de hombres y mujeres que sí
merecerían ser reconocidos porque están trabajando desinteresadamente por el
barrio, la escuela o la parroquia. O
porque están cuidando día y noche a su hijo enfermo o a sus abuelos ya mayores.
Y sin embargo, a la gente sencilla y buena en pocas ocasiones se les dedica un
minuto en los medios de comunicación para dar a conocer lo que hacen sin
alharacas. A veces se califica como “héroe” a un determinado
deportista porque marcó el gol de la victoria. No es correcto. Héroe hay que
llamar, por ejemplo, a la abuela que
está sacando adelante a tres nietos y
una hija sólo con una pensión de cuatrocientos euros. Pero claro, la abuela,
como la hierba, crece de noche, en silencio, humildemente.
Héroes
son muchos maestros, curas, médicos, padres de familia o periodistas que, a
pesar de los recortes y la situación económica,
multiplican sus esfuerzos, para
ofrecer la misma atención, la misma calidad y el mismo cariño sin necesitar el
halago de nadie. Que trabajan en la oscuridad sin pretender ser ejemplo para
nadie. No necesitan ni buscan el halago
pero tampoco merecen las descalificaciones que a veces se profieren contra ellos. Cuando
un enfermero o un médico se equivoca o trata con desconsideración al paciente,
aparecen enseguida los profesionales de la crítica para arremeter contra todo el colectivo. Cuando un cura mete la
pata, las redes sociales echan fuego contra
Iglesia, frailes obispos y quien se tercie olvidando que hay una mayoría silenciosa
que está donde hay que estar, haciendo todo lo bueno que puede.
Es
lo que pasa con la hierba. Que crece de noche. Que no busca protagonismo. Y
encima la pisan. Mi reconocimiento a toda la buena hierba que crece
calladamente en el silencio de nuestras noches.
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Lleva Vd.la llama del amor por donde quiera que pasa y la sigo, eso es lo que siento.
Un abrazo