Lorenza y San Lorenzo


Fernando Canellada. La Provincia.

Lorenza Díaz Bolaños nació el 10 de agosto de 1896 en una cueva de Lomo de las Azucenas, en Santa María de Guía. Era hija de una familia numerosa y cristiana, que desde pequeña se dedicó a las duras labores del campo con sus cuatro hermanos. Joven despierta y piadosa como sus padres, conoció a las Hijas de la Caridad en el Hospital de San Roque de Guía y empezó su vida ejemplar en el de San Martín para ingresar en 1921 en Madrid en el Seminario. Con 26 años asumió su primer y único destino ya como religiosa en el Centro de Rehabilitación de Inválidos del Trabajo de Carabanchel. Se hizo enfermera y se entregó a Dios y al prójimo durante catorce años. No pudo más. En julio de 1936 las Hijas de la Caridad fueron expulsadas del hospital. Y sor Lorenza se refugió en Madrid con la misma suerte que miles de religiosos y laicos perseguidos por su fe. Cuatro meses después en el caos madrileño de la guerra un celador que la conocía la descubrió y, como concluye el sacerdote Julio Sánchez, la biografía de la religiosa, fue martirizada "por fidelidad a su fe y a su vocación". Lorenza Díaz Bolaños es la primera mujer de Canarias que sube a los altares de la Iglesia católica. El próximo 13 de octubre será beatificada en Tarragona, con unos quinientos mártires del siglo XX, en una de las grandes acciones del Año de la Fe, una bendición para la diócesis y para Canarias, se lee en los textos episcopales. La Iglesia coloca el nombre de una humilde hija de Guía en lo más alto.
Quieren la historia y la vida que la nueva beata lleve el mismo nombre que el pueblo, San Lorenzo, donde un grupo de familias pretende que se inmortalice el testimonio de sus antepasados, fusilados por sus ideas también en 1936. Siempre ha habido mártires y todos son respetables. La Iglesia es dueña de elevar a lo más alto a sus fieles y también las familias de San Lorenzo tienen el legítimo derecho de asignar la guirnalda civil adecuada a quien lo merece, según sus principios y criterios, como colocar una placa en el cementerio de Vegueta. Recordar y enaltecer la memoria de sor Lorenza o de los fusilados en San Lorenzo no creo que signifique la condenación en bloque de los que figuraban en las filas de los ejecutores. "Nada podrá nunca quitar a los españoles el dolorido sentir dejado por aquella magna catástrofe, mas puede atenuarlo el tener presente que los españoles que actuaron siguiendo las normas de la civilización humanitaria sobrepasaron, con creces, a los entregados al odio, la violencia y la crueldad", se lee a Juan Marichal en El secreto de España. Aquí se han conservado ejemplos notables.

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