La Tibieza

Por Luis C García Correa
La tibieza es la calidad del tibio. Tibio es quien es flojo, descuidado e indiferente.
El tibio es frío en el amor. Quien ama no puede ser tibio.
Así como la tibieza es una especie de plano inclinado y resbaladizo por el que uno se desliza hacia abajo, el amor es todo lo contrario: es el cimiento de los grandes hechos. El amor es ascendente. Puede subir muy alto, hasta la contemplación de Padre Dios después de la muerte santa.
El tibio nunca se excede. Se mide para no moverse de lo suficiente, de lo imprescindible para la vida material o para la vida espiritual.
Trata de justificar su falta de lucha y su falta de exigencia personal dando razones de naturalidad, de eficacia, de salud. Pretende que los demás sean indulgentes con su comportamiento.
En los tibios es muy común el apego a las cosas,  a caprichos, a la excesiva comodidad.
Todos estos comportamientos los llegan a sentir como una necesidad subjetiva.
La tibieza debilita el alma, como el cuerpo. Es un tobogán de bajada hacia los pecados sociales y morales.
Cuando el alma está adormecida por la tibieza, se pierden los verdaderos objetivos y valores en la necesaria lucha interior que atraigan y que puedan ilusionar y redimir.
Para los tibios la solución no es la participación, es la aceptación sin condiciones.
La tibieza suele comenzar por un conjunto de pequeñas infidelidades, que no se han reparado y que se aceptan como normales.
Los tibios suelen tener un gran desaliento, en especial con Padre Dios.
Han perdido la alegría y la prontitud. Viven al ralentí.
Su fe está apagada, por la lógica consecuencia del enfriamiento de amor.
Dios nos libre de la tibieza. Se lo agradeceremos eternamente.

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