Alcalde que Teror llorará el día que lo pierda
Por Antonio Domínguez |
Don Juan de Dios está más allá de siglas y
partidos. Sus logros son personales y no son dependientes de una ideología sino
de su hombría de bien. Rescató al
municipio del medievo.
Teror ha circulado siempre en
redondo; alrededor de su epicentro que es el camarín de la virgen y me parece
muy bien. Tiene ese municipio en el casco de su villa dos conventos que
impresionan sus grandezas físicas y sillería. Impresionaban también lo suyo los
palacios episcopales. Y desde luego la altísima calidad piedríl, canteríl y
artística de todo el entorno de la virgen. Hubo por esos aires y tierras
capellanías mil. Hornacinas y velas encendidas día y noche en “todos” los
caminos y veredas donde personas fallecieron. De siempre se bendijeron coches y
mascotas en la basílica, o sea, a todo perro y gato.
Ranchos de ánimas ¡llegados a hoy
en día!; el calendario Zaragozano (en todas las casas); multiplicidad de
pequeñas urnas de casa en casa albergando la figura de todos los santos
principales, cada uno en una distinta.
El municipio entero era (ahora
menos) la escenificación del paraíso celestial, con el noventa y siete por
ciento esperando a morir para pertenecer a él en espíritu, aunque sea, del
bienestar material de los de siempre: los balconeros halconeros, “que ven la
virgen desde la altura”.
De esa Terorera cultura; de esos
Teroreros así terorizados nacieron todos los anteriores alcaldes de los que D.
Juan de Dios se diferencia como de la noche al día, con ventaja para él. Desde
que llegó, empezando casi de cero, desterró el miedo al ridículo diablo; se
acabaron asombros terrores y promesas de irrealidad ¡¡¡Así sólo puede vivir
quien manda a vivir así, porque sabe que a este mundo no se ha venido a vivir
así!!! Consistían las alcaldías en amarrarse una corbata al pescuezo, con una
punta del cuello de la camisa montada en la chaqueta y la otra no. En ese tenor
de “a lo loco se vive mejor”; con el bastón de mando trincado por las fiestas;
de lo demás del ayuntamiento, de las funciones y defunciones se ocupaban un par
de alguaciles y un guardia para dar recados; y alguna piña al que se saliera de
los santos recatos. Ese fue Teror, presunta y supuestamente, hasta que mismito
llegó D. Juan de Dios. “No se había hecho nada” hasta que Él llegó a la
alcaldía. ¡¡Hasta los retretes estaban virados a un estanque al aire libre (eso
no se ve ni en Londres) y el hedor consecuencia y manadas de mosquitos de los
que había que esconderse. No hay espacio para decir toda la obra física llevada
a cabo desde que llegó a la alcaldía, elegido por Dios para ese santísimo
municipio; le damos gracias a Dios por ello.
Hago un llamamiento a la gente de Teror para decirles que
su ayuntamiento funciona como tal hace veintiún años, antes solo existía el
edificio; por lo que no hablamos de una resurrección. Después del treinta y
seis existió el municipio, pero no el ayuntamiento (era para casarse por lo
civil y apuntar los chiquillos “y nada más”). El individuo jurisdiccionado que
no haya recibido un favor personal y legal de gestión, de Don Juan, sea del
partido que sea, que salte y lo diga donde quiera decirlo; para yo decirle que
es mentira. Si viniera otro alcalde no podrán hablar con él. Se acostará a
dormir y los alguaciles dirán: ¡está en Las Palmas reunido!
Piénselo, a Teror le hacen falta
cincuenta años más de D. Juan de Dios. Él no vivirá para total materializar.
Tarde o temprano se volverá a lo
mismo ¡al retroceso! Y entonces D. Juan de Dios Ramos Quintana (el único
socialista que queda en los mandos de Gran Canaria (y creo que en toda España
los demás ni fu ni fa, porque no quiero jarabe de juzgado) se fundirá en la
historia por la eternidad, de que aún quede memoria; ¡hasta que las velas
ardan! Y muy elevado, lejos de la superstición, fe, “santos sacrificios”,
penalidades, persecuciones, vigilancias, seguimientos, acechanzas, chismes y
todo el descaro soterrado de una sociedad que siempre se jactó (hoy no tanto)
de saber más porque jodía al que sabía menos; la picaresca se tenía por elevado
conocimiento. ¡Que porvenir! ¡Que esperanza viejo! ¡Que regocijo pá un padre!
¡Ayúdamelo a coger que es varón!
Don Juan, de los hombres más humildes de la raya de Teror,
vino como un enviado (ahí está su obra) a poner las herramientas para que desde
la comodidad infraestructurada, el municipio crezca en la cerebralidad de sus
habitantes ¡que ya ahora sí!.
¡¡Combátanle, déjense ir al hombre que ha dado su salud por ustedes, en
vez de bendecirle para que pueda seguir en brecha de sacrificio; y verán como
les quedará el chaleco!!
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