¿Dónde están mis tesoros?

Por Luis C. García Correa
Estando Alejandro Magno próximo a morir, sus parientes más cercanos le preguntaron: “Alejandro, ¿dónde tienes tus tesoros?”
Y les contestó: “En el bolsillo de mis amigos”.
En el ocaso de nuestras vidas nuestros amigos deberían poder decir que les dimos a compartir siempre lo mejor que tuvimos.
El respeto y el cariño, son esos grandes valores de la amistad. Como consecuencia ser respetuosos con los demás crea siempre nuevos amigos, y aumenta el patrimonio invalorable de la amistad.
Hay que respetar también a las cosas. Nuestro hábitat natural está degradado por falta de respeto y de honesta libertad, pero es un bien absolutamente necesario para la vida natural del amigo y hasta del irrespetuoso y del autodestructivo de su propia necesidad natural.
También la afabilidad, virtud opuesta al gesto maleducado, al mal humor… facilita la convivencia y encontrar amigos, encontrar nuestros tesoros.
¡Qué importancia tan grande tiene la buena educación, la urbanidad en palabras y modales, que lleva a tener y repartir felicidad y amistad! Una palabra amable, un gesto de cariño, un gesto cordial… que todos son tan fáciles de decir y de hacer, llenan el aire de bondad y hacen renacer el cariño hasta en el que está despistado y aislado.
A diario nos encontramos con personas a las que nuestro optimismo, alegría, consideración… les abren las puertas que estaban cerradas a la felicidad y a la paz.
Abramos puertas con nuestro comportamiento amistoso, y hasta con nuestro esperado y deseado saludo afectuoso, para llenar los corazones de ilusiones, de esperanzas y hacer que aquel día -que iba a ser oscuro y hasta triste- brille con la luz de la amistad.
Y cuando nos llegue la hora de rendir cuentas, creyentes o no, podemos aportar un balance positivo de amigos que son nuestros queridos y necesarios tesoros.

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