Adoptada es soberbia
Por Antonio Domínguez |
Debo confesar que creía
que sería más complicado explicar la idea que hoy me complace
comunicar, pero, mientras iba elaborando el borrador y matizando mis
argumentos, me di cuenta de que no es un pensamiento tan peregrino,
sino nacido de la quietud hogareña dedicada a la observación y al
estudio.
Hoy si pretendo enseñar
especialmente, y también pretendo que ello se me perdone.
¿Qué es la humildad? La
humildad, como concepto, solo aparece ante nuestros ojos cuando tiene
que estar presente, y no de forma gratuita; porque no se puede
comprar ni vender y, como el ingenio, nace de la propia carne.
Tampoco es necesario aclarar que la persona que no es humilde es
incapaz de comportarse humildemente, da igual cuánto lo intente. El
círculo vicioso es este: ¿quién no es humilde?, quien no se puede
comportar humildemente; y ¿quién no se puede comportar
humildemente?, quien no es humilde. Y no, el motivo no necesariamente
es la soberbia; basta con que sea un individuo pobre en el aspecto
psicológico o carente de neuronas. Pero no me andaré por las ramas:
lo que yo opino es que la humildad como cualidad no existe, puesto
que la idea de carecer de necesidad de elogio y alabanzas debe ser
innata.
Desde este punto de
vista, la humildad es negativa, puesto que no obtenemos nada a cambio
de ser humildes. Cuando eso sucede, cuando se presume de ella, no
porque se tiene, sino porque se cree tener, resulta ser un invento de
la soberbia, que es positiva porque nos proporciona beneficios. Ergo,
en este caso sería una humildad falsa, un invento de la soberbia
como siempre. Dicho de otro modo, ni la humillación, ni la modestia,
ni la docilidad ni el recato sirven para nada, y ni siquiera es
delito de pasota no darse cuenta de esas supuestas cualidades. De
igual modo, tampoco de la moderación, la timidez, la vergüenza y la
suavidad se puede extraer nada que nos resulte útil. Por otra parte,
conceptos como el de la humillación, la llaneza, la obediencia o la
sumisión, si bien tampoco son delito, sí que son pecado, pues no
observarlos conlleva consecuencias catastróficas para el humillado,
el que obedece o el sumiso, por la miopía tirando a ceguera que
considera pecado ¡hasta caminar de lado!; ya que no se entienden
los conceptos mínimamente, y han preparado (entorpecido) al pueblo
entero para que se ría de todo lo que diga quién a ellos les
estorba porque les ridiculiza.
En cualquier caso, y
volviendo al asunto en cuestión, salta a la vista que la persona que
es todo eso es sencilla (sin ser humilde), pero quien presume es la
criatura más soberbia de todas; sin ser siquiera sencilla. Porque,
en realidad, es altivo y lo esconde; inmodesto, y lo esconde;
orgulloso, y lo esconde; altanero, y lo esconde; arrogante, y lo
esconde; vanidoso, y lo esconde; endiosado, hinchado y fatuo, y...
No, eso no lo puede esconder. Al final, no deja de ser un payaso de
feria más, y el mundo rebosa de ellos.
Quizá por todo eso la
soberbia sea más real –¡más real!– que la humildad. No lo sé,
pero lo que sí sé es que la humildad solo puede nacer de la
pobreza, la ignorancia y, en definitiva, de un entorno austero que no
podemos controlar y muchísimo menos adoptar. Pretender adoptarla
como estilo de vida es la mayor máscara social que existe y la más
vil hipocresía de la que puede hacer gala el ser humano. La divina y
conocida sentencia bíblica, modificada para la ocasión, explica muy
bien de qué manera la soberbia es capaz de engañar a la falsa
humildad: «amaos los unos a los otros mientras yo especulo».
No se puede especular con
la humildad y las opciones son solo dos: ovejas o dinero. Si quieres
dinero, vende el ganado, pero no llores luego porque ya no lo tienes.
No obstante, si todo lo que tienes se lo ofreces a los pobres pero no
lloras por ello y ni siquiera se lo comentas a nadie, entonces eso sí
que es humidad. ¡Hazlo con alegría, pues, y sin los lloriqueos
de la soberbia disfrazada de humildad! Eso sí, ¿cuánta soberbia
inconsciente albergas en tu interior como para ser capaz de ignorar
que no se puede tener nada que repartir entre los más necesitados si
previamente no se ha amasado esa fortuna con soberbia? ¡¡Nadie
puede atesorar –robar- con humildad!! El humilde no está para
ganar ante el deshonesto; está para perder ante el soberbio.
Mi consejo es que nadie
se esfuerce en soportar más de la cuenta a engañadores que se hacen
pasar por humildes y mienten cuanto haga falta para salvaguardar su
gili locura personal. Al fin y al cabo, para que cualquier concepto
sagrado se tambalee en este mundo corrupto y mentiroso, solo hace
falta apuntar en una dirección, quizá hacia la ambición, y será
entonces cuando el sordo oiga, y la duda y la desconfianza acojonen a
los avisados. La humildad no es una cota de mallas ni armadura para
aislarse de la miseria del mundo; de la cual cada uno se come la suya
sin engaños ni tretas prestidigitadoras (que ni deben caber ni
caben).
Para explicar mejor este
fenómeno llevado a cabo por personas tocadas del ala y ausentes de
razón, recurriré a la psiquiatría, y dejaré de lado solo un
instante el tema que nos ocupa –la humildad– para poder hacerlo.
¿Qué dice, pues, el psiquiatra Tobeña en relación con aquellos
que se auto complacen repitiendo palabras de enjundia; incluso los
desterrados del colegio? Dice lo siguiente: «Un hombre puede nacer
bueno o malo, sin tener ello nada que ver con la humildad o la
soberbia». Tanto en un caso como en el otro, el malo puede
revestirse de humildad y el bueno puede alcanzar la soberbia si se
reviste de humildad más allá de la cuenta. Es decir, la humildad de
nacimiento, con la cual se es poquita cosa, no está al alcance de
buenos o malos, y diría que de nadie. Se ha de nacer humilde, lo que
en la mayoría de casos implica nacer en una cueva sin lujos ni
ostentaciones; además de unos padres que largan verdad por donde
caminan. Así y todo no hay nada asegurado porque se pueden engalanar
– los progenitores- de la segadora mala leche, ¡y zas! Ya no habrá
humildad y menos, soberbia; porque queda suspendida, absorbida y
amoldada a brutalidad, incivilidad, “irracionalidad”; todo ello
aunque sea en esporádicos momentos en el tránsito por la vida. De
ningún modo además, se llega a la humildad si esta no se ha traído
al mundo.
Pero, tal y como he
estado diciendo desde el principio, no todo el mundo tiene
escrúpulos, vergüenza u honestidad cuando se auto declaran
humildes. ¿No presumen de humildad aquellos de las tarjetas Black,
por ejemplo, incluyendo el sindicalismo y todos aquellos partidos que
rasparon? ¿No presumen de humildad y honestidad todos los políticos
que tuvieron cargo en regímenes sátrapas y dictatoriales? ¿No se
creen impolutos los chicos que estuvieron cobrando por alcahuetes en
las administraciones-corporaciones de Paco Franco?. Y nos dicen a los
vencidos improperios, y que no hablemos del pasado (les horroriza el
pasado); como si ellos no fueran los que se levantaron contra una
democracia ilegalmente; sufragada por las papeletas; de la que
hicieron deshechos y destrozaron devastándola, desmantelándola –a
la democracia-, dejándola indefensa he hipotecada; sin que parezca
que podamos pagar jamás el billón ochocientos mil millones y
creciendo intereses como la espuma. ¿No es el maquiavelismo un rasgo
de ingenio empleado para aprovecharse de los demás? Ese ingenio
usado para falsear, camuflarse, ocultar las propias intenciones y
colocar a los demás al servicio de los propios intereses, y todo
ello sin que los demás se enteren. ¿Acaso no se encubre todo ello
con humildad traicionera y maliciosa, en nombre de locuras de amor
apasionadas?
La humildad no la puede
enseñar religión alguna, porque es intransferible; no hay reglas
válidas para su enseñanza. Por favor déjense de deconstruir los
conceptos; derechos a sus intereses, imagen y semejanza. ¡¡¡La
humildad no es lo que ustedes quieren hacer creer!!! ¡Piensen aunque
sea un poco!; no sean tan autosuficientes. No se es humilde por dar
limosna ni por colaborar con asignación a oenegé para que dé de
comer a los pobres; porque esas son dádivas para esos, que son
negocios de inversión para comprar la santidad y prebendas en el
cielo. Jamás podrá una chica de la sociedad ser humilde por dar
bocadillos a los humildes; que hasta un gesto de soberbia puede ser
–es- todo gesto de lujuria.
Al margen de todo lo
dicho y de cualquier consideración, decir al soberbio que sea
humilde como de nacimiento: ¡de los de verdad!, o al humilde de
nacimiento decirle que sea soberbio –imposible manipular la
naturaleza-, es como decir al hombre, no matarás; al fuego, no
quemarás; al agua, no mojarás; al tren, no descarrilarás; a la
“fogalerienta”, no te tocarás. Así mismo la humildad va, donde
está, y la soberbia va sin frenos. Cuando es suplantada por humildad
no engaña ni escondiéndose en el centro de la tierra, o en la
barriga de una yegua. Es una ingenuidad angelical y de toletes
aparentarla con genuflexiones y gestos de la cultura asiática.
Me gustaría concluir con
un segundo consejo: no temas a los humildes, pues en todos los casos
lo son por necesidad precariedad, inseguridad, limitación, pobreza,
insuficiencia, fragilidad; pero, eso sí, ten cuidado con los
«humildes», que en la inmensa mayoría de casos serán aquellos
cuyas necesidades básicas y no tan básicas estén cubiertas y
satisfechas, por lo que no tendrán ningún problema de vivir a
todo tren. En resumen, ¡huye de la mentira y no seas totorota!
Ya lo decía Espronceda: «Todo es mentira lo que el mundo encierra,
/ que el niño no conoce por su bien; / entonces la niñez sus ojos
cierra, / y un tiempo el maternal cariño / a mí me los cerró
también».
Atienda esto, este punto
de vista único; que no se ve en internet ninguna síntesis de
partida parecida. Están todos inclinándose ante el concepto
humildad porque creen en esa mentira que les han alojado desde
pequeñitos y, que, en forma de untura se la dan en todo el cuerpo;
porque oyeron decir una vez que era buena (la humildad untada) hasta
para la falta de dinero.
Ya hoy no es fácil
escribir escarranchado a decir lo que a uno le da la gana y mas
placer; porque en nuestro municipio, ayuntamiento de San Lorenzo hay
miles de personas licenciadas y muchas más diplomadas; bachilleres;
maestros de cien materias etc. Antes, sí se podía porque estaba don
Félix con sus estudios de practicante. El cura con su teología; y
los maestros de escuela Don José Bolaños, don Lorenzo, don Manuel,
don Santiago, y el médico. Los demás éramos analfabetos, algunos
totales y otros funcionales; estábamos además echando un pulso a la
selección natural, con nuestra gran propiedad: las hambres,
tuberculosis, tifus; con menos carnes que un telegrama urgente y mas
huesos que un saco de níspolas y suma y sigue; gracias al divino
alzamiento nacional y a su artífice Pacuco el enano (culpable,
también del robo de nuestro municipio). A ese pueblo si se le podía
bombardear con lo de la humildad; la amistad; la honestidad; la
educación; la cultura; la experiencia (…) para tenerlo subvertido;
embelesado, dominado, vejado, oprimido, sometido, subyugado y a la
orden. Se lo tragaban todo, pero hoy hay que respetar, no se pueden
decir tonterías; de lo contrario, el pueblo de ahora, se reirá de
uno a la carcajada sucia.
¿Cómo van a colar las
tiranías de la soberbia, con disfraces, máscaras y montajes; como
si fueran humildades mansas, pías, y de buena gente? ¡¡a otro
hueso con ese perro!!
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