La última charca viva de San Lorenzo

LPDLP. Es la última charca que aún tiene agua de todo un conjunto de estanques de barro que fue creado por el hombre en el siglo XVII, junto a una red de acequias y acueductos, para regar las tierras agrícolas del valle de Tamaraceite. Llegó a haber hasta 47 estanques, que fueron asimilados por la naturaleza y se convirtieron en un ecosistema lacustre repleto de vida, pero la mayoría se han secado.

Las pocas aves que quedan sobreviven en este estanque, situado a menos de 800 metros del centro comercial Alisios, aunque a duras penas porque cada vez hay menos agua. Más de cincuenta especies, algunas de gran importancia ecológica y en peligrio de extinción, han usado el humedal durante siglos, para vivir en ellas,  nidificar o pasar el invierno. Todavía se pueden ver en la charca garzas y ánades, entre otros ejemplares, y también los patos que la gente suelta en el lugar, que forma parte del Paisaje Protegido de Pino Santo. Pero la lista de aves que han pasado por las charcas es interminable: garzas reales, apupús, mirlos, cernícalos, aguilillas, chorlitejos, pollas de agua, alcaravanes...

El colectivo ecologista Atamarayzat, el mismo que frenó a finales de los años 90 el campo de golf y la urbanización de 175 chalets de lujo que se cernió sobre el espacio natural protegido, ha vuelto a movilizarse y emprendió este pasado verano una campaña de sensibilización de la población para que actúe e impida que se seque este último estanque.

La plataforma Salvar las charcas de San Lorenzo evitó lo peor en los noventa, pero el abandono se ha adueñado del lugar. El gran parque agroambiental César Manrique que se lanzó como alternativa nunca vio la luz y las charcas se fueron secando tras sucesivos años sin lluvias. Sobre uno de estos estanques se construyó hace unos años el centro comercial Alisios, un equipamiento que expulsó a los alcaravanes que vivían allí. Algunos de ellos se mudaron a El Román. El colectivo se ha marcado como principal objetivo evitar que se seque la única charca que queda, como un primer paso para recuperar todo el humedal y crear el parque agroambiental.

El pasado mes de agosto Paco González, miembro de Atamarayzat, lanzó un grito de alerta a través de las redes sociales, que llevó al geógrafo y gestor ambiental David Rodríguez a realizar un vídeo denominado Las Charcas de San Lorenzo. El mar de Aral de Gran Canaria. La demanda de Atamarayzat comienza a dar sus frutos.

El Ayuntamiento está intentando localizar desde hace varios meses a los dueños de la charca para firmar un convenio que permita al consistorio llenarlo con agua purificada de la depuradora de Tamaraceite.

Así lo explica la concejala de Sostenibilidad, Pilar Álvarez, que añade que su departamento y el de la Concejalía de distrito de Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, que dirige Mercedes Sanz, están trabajando en la puesta en marcha de un proyecto piloto para recuperar la charca.

"Queremos suministrar agua para que recupere el nivel normal que permita dar vida a la fauna con el agua regenerada de Tamaraceite. El distrito está haciendo gestiones para localizar a los propietarios y ver si están dispuestos a firmar algún tipo de convenio. Si los resultados son positivos, se podría extender la experiencia para recuperar el resto de charcas y también las canalizaciones", informa Álvarez , que señala que una de las razones de que el agua de lluvia no esté llegando a las charcas es que las canalizaciones que cumplían con esa función están rotas o rellenas con tierra que se ha compactado en su interior.

Paco González lamenta que el parque agroambiental no se haya desarrollado aún, pese a que está incluido en el Plan General de Ordenación (PGO).

"Hasta ahora ningún gobierno municipal lo ha ejecutado. Seguimos esperando, pero el problema es que la zona se está deteriorando cada vez más. Hay vertido incontrolados, prácticas de motocross" y otras actividades que están destrozando este espacio de "enorme riqueza ornitológica", por la presencia de las aves.

A ello se suma el gran interés etnográfico, porque estamos hablando, destaca, "de construcciones de los siglos XVI y XVII, con toda una red de canales, acequias y acueductos que, con una pequeña rehabilitación se podría recuperar y llenar todas las charcas. No es un proyecto muy costoso. Solamente sería restaurar lo que hay y, sobre todo, potenciar la agricultura y los valores que tiene la zona. Las charcas se construyeron para regar toda esa zona. Y ahí siguen todavía".

El reflejo del agua

Las charcas de San Lorenzo llegaban hasta Tamaraceite y hay testimonios de personas mayores, como la madre de Paco González, que dice que "había momentos en que en el camino de Tamaraceite a San Lorenzo se podía ver el cielo de forma permanente en las charcas porque estaban todas llenas de agua. Recuperar la de los Alisios es imposible, pero las demás sí. Estamos hablando de un espacio que puede ser un pulmón verde para la ciudad".

Por su parte, David Rodríguez, entiende que recuperar las Charcas de San Lorenzo es "una oportunidad de invertir la tendencia. Tenemos un espacio que puede convertirse en una zona de regeneración de la naturaleza cerca de la ciudad".

En su opinión, "es un espacio que se presta para ver el cielo, para caminar, para ver especies animales sin necesidad de mucho protocolo ni de hacer un parque especial, simplemente habría que dejarlo vivir, que se manifieste como tal. Aunque las charcas son artificiales, la naturaleza las asimiló" y se generó un ecosistema lacustre con una gran biodiversidad.

"Es verdad", admite, "que las charcas pueden cobrar vida de nada que llueva, pero de lo que se trata es de que nuestra conducta sea proactiva y colaborar con la naturaleza, aportando agua para que en vez de sólo dos patos nórdicos, haya fochas y otras aves y se acerquen los cernícalos, los aguiluchos y los lagartos prosperen y las ranas también. Y haya una complejidad que haga que el lugar sea un crisol de vida. Aportar agua significa ahorrarle a la fauna el estrés, que es una de las causas de extinción de muchas aves porque no se alimentan, no se reproducen bien y no prosperan".

"Que esto se conserve es muy importante para que sobrevivan espacios de resistencia de la naturaleza", sostiene Rodríguez , en cuyo documental se refleja muy bien el contrasentido que supone destruir la naturaleza, en nombre de la creación de empleo o del desarrollo o de una apariencia de desarrollo, para luego vendérsela a la gente a través de parques pseudonaturales.

"Llegará un momento en el que busquemos espacios naturales donde expandirnos y no los encontraremos. Todo ello genera unas oportunidades económicas a empresas que te dicen: ahora soy yo el que te vende la naturaleza. Como el mar está hecho un poema, en el sentido negativo de la palabra poema, te podemos vender el Poema del Mar, que es una caja cuadrada metida en una superficie de hormigón delante de un centro comercial. El centro comercial Alisios te ofrece espacios abiertos y de alguna manera incorpora la naturaleza a sus valores, pero si la respetaran realmente plantearían actuaciones para regenerar el área".

David Rodriguez  llama la atención en el documental sobre la necesidad de que la ciudadanía pase a la acción para cambiar las cosas y el poder que tiene cada persona para  llevar a cabo procesos de cambio. Hace un repaso también sobre "algunas contradicciones de nuestra cultura canaria del agua", como la voluntad de crear  y hacer todos los esfuerzos que sean necesarios para sacar adelante nuevas fiestas relacionadas con el agua, mientras se ignora totalmente la desaparición de las charcas de San Lorenzo por la falta de ese agua. "Somos capaces de crear en media hora  una charca para jugar", en referencia a la fiesta del barro de La Atalaya de Santa Brígida, " y sin embargo dejamos secar una charca que ya está hecha y de la que depende la vida de los miembros de la biosfera".

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