El declive
Por Luis C. García Correa |
El declive define una inclinación o pendiente hacia abajo.
El declive de un terreno denota y se percibe porque se va bajando.
El declive de una civilización se define porque va bajando por la pérdida de valores, buenas costumbres, y buenos y sanos hábitos, que eran respetados, considerados y necesarios.
Lo que era una norma de educación, de buena conducta, se degrada y hasta se pierde.
“¡El declive es decadencia!”
“¡Los pueblos comienzan su decadencia cuando relajan sus buenas costumbres y valores morales, éticos o religiosos!”
Los seres humanos tenemos unas partes del cuerpo que están reservadas para el amor con quien quieres y quien te quiere, con quien se ama con pasión.
Exhibir esas zonas maravillosas y reservadas del ser humano en público, es la definición ineludible y definitoria de la decadencia y declive de una educación, de una cultura, y de unos valores.
La mujer, ese ser humano maravilloso, lleno de belleza física y moral es la única capaz de ser madre. Es la única capaz de engendrar en su seno a una nueva criatura, única e irrepetible. Es ser madre.
La unión carnal de una mujer y un hombre por amor es capaz de crear ese ser humano. Cuando se entrelazan los cuerpos de ese matrimonio, con amor y pasión, se traspasan todas las más bellas sensaciones que podemos gozar en el amor.
Exhibir esos maravillosos cuerpos en público, aún con velos. Mostrar lo que es reservado al verdadero amor, es una de las mayores demostraciones de la decadencia, del declive de un pueblo, pudiendo llegar a la depravación.
Mostrar y exhibir, y en público, lo reservado al amor es una definición elocuente y clara de degeneración. Es perder el pudor y banalizar y ridiculizar lo mejor de la vida.
El pudor lo tenemos para reservar nuestro cuerpo de la exhibición impúdica de lo que está reservado al amor.
El amor es parte de la unión apasionada de dos seres humanos, y reservada a esa íntima unión por el verdadero amor.
Benditos y alabados sean los que reservan sus cuerpos para la inmensa felicidad y sensación de unir dos cuerpos con pasión, y que de ellos nazca la gloria de un ser humano único e irrepetible, que son nuestros hijos creados por y con amor.
Exhibir, ridiculizar, desprestigiar y desvalorizar lo que tenemos para el amor es entrar en la espiral de la maldad, que cada vez se acelera más.
“¡Cada vez se exhibe más, hasta llegar al hastío!” Lo que era oculto y maravilloso se convierte en vulgar y desprestigiado y termina por no ser deseado.
Lo que era belleza se convierte hasta en mal olor.
Lo que era ilusión se convierte en repugnancia, hastío y rechazo, en algo grotesco, y pierde todo su valor y atracción.
“¡Banalizar y ridiculizar el amor conduce a la degeneración!”
“¡El declive de una generación se crea al chotear el amor!”
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