OBITUARIO AL QUE TIENE DERECHO EL REPREHENSIBLE MALHECHOR MÁS DELICTUOSO.
Por Antonio Domínguez |
Como
esto es un invento para entretener y entretenerme, no pongo nombre y
apellidos supuestos, “del muerto”, no sea que, como internet es
visto en el mundo entero, se diera casualidad de una persona con
ellos en su DNI.
En
esta mí Gran Canaria, tierra (mas que de amigos) de compadres como
Dios manda y como no manda, por consiguiente de compadradas al estilo
compadre. Mi compadre ha muerto. En mi seno caben solo las buenas
maneras de quien no fue especialmente perjudicado por ese gran
compadre; lo era tanto o más a efectos de trastadas como a
compromiso y buenas formas (“conmigo no fue buena persona, puesto
que buena persona no era; ¡sí se portó bien en lo que cabe!”).
Nadie le escribirá un obituario, pero lo hago yo, por él haberme
enseñado tanto, putada tras granujada. En estos casos la vida ríe,
nuestra vida ríe igual que la del que recibe herencia de pariente
guajiro de, y fallecido en, Máximo Gómez: Cubita la bella.
Mi
comadre perdió en su marido al compañero de follones, peleas y
"guirreas". Aprovechó el ahora finado, cuando aún era
afín sin el ahora fin –disfrutó- compartió hasta la hez con los
dos hijos y nietos de él, tantas pendencias (hijos y nietos salieron
igualitos a él) como si fueran propias, además de las de su propio
“mérito”. El señor tres equis, era el conjunto de todos los
males para su esposa; y él, además de eso que era para ella, era
también un calentón de encochinamientos de muy poco cuidado, pero,
sí de tres días jalando el demonio por él, intentando llevárselo
a lomajundo losinfiesnos.
¡Fuiste
malo!, sobre todo con ella. Ello, lo demostraron todos los años
llenos de baches he infelicidad que estuvieron juntos (era el leve
mal vivir, pero, ininterrumpido). Faltándose en el respeto,
mandándose al carajo, al coño la madre. ! Y blasfemaban...! como
sólo se hace con práctica de años. En las enfermedades que cada
uno fue teniendo, el otro no estaba a su lado, se iba para casa de un
hermano y se quedaba el panorama entre los hijos indistintamente.
Venían al “cumplimiento conyugal” (que viene de yugo) cuando se
enteraban que el problema declinó.
Sus
hijos han perdido con alegría a su padre que tanto les hizo bregar
(hasta la penuria de todos ellos tener barriga como la tableta de
chocolate, esa famosa) a cada uno; encerrados en almacén y sus
labores día y noche, entongado y desentongando; para proveerse y
despachar. También le malquerían sus nietos; por ser abuelo tan
cercano, le podían odiar ¡ya mismo! con la mirada. Al señor tres
equis, no le vi palabras en contra de nadie ¡era un angelito! Sólo
balbuceaba a mínimos decibelios: “cabrón, cualquier día te voy a
"dejincar" un cachetón que no te "alevantas"
cuando quieres sino cuando “pueis” (no decía absolutamente más
nada). Bueno sí, ahora que me acuerdo le oí una vez excrementarse
en las prostitutas progenitoras, de menganitos de una comisión, de
heredad de aguas; y dos o tres monstruosidades mas elevadas, a
estamentos mas elevados al aire.
Se
fue del mundo como había venido aquél rebenque de chiquillo, cuando
salió de la vagina y se vio libre (que al mundo se irrumpe con, y
por estrecheces; jodidas si continúan a lo largo de la vida, porque
son de nacimiento), empezó a llorar con una voz gruesa y
"asombrante" y en una de éstas levantó el puño a su
madre y lanzó una voz no nítida, pero los que estaban allí
aseguran que era la palabra puta, a lo más que respondía y pudiera
amoldarse aquélla recién nacida construcción fonética. Se fue
como había vivido, nació montado en una calentura de mal parto; de
madre chiquitita –preñada de jugador de baloncesto- alumbrando
chiquillo que jalaba para los seis quilos; envenenado desde ese
primer y comprimidor mal momento, siguió, y murió realizando una de
las actividades que más le gustaban: saltar a los campos de juego a
insultar policías. Amaba el riesgo y la emoción adrenalínica del
puenting más peligroso: decirle cosas a los de las cachiporras.
Un
día en un evento, peloteríl en todos los sentidos, él, murió a la
punta de arriba de la grada. Las fuerzas de seguridad estaban todas
en el centro del terreno impidiendo que mataran al árbitro; que eso
querían, lo decían a grito limpio. Esta vez no le pudieron salvar
los policías, que, a pesar de todo le habían -hasta el momento-
salvado en multitud de veces.
Y no se sabrá nunca si fue por cabe, mordida, rodillazo en el arco
del triunfo, recepción de tremenda halitosis, o trompada bien
"apulsada" (patada de mula de infantería). Todo ello en la
gesta honrosa de dos aficiones defendiendo sus colores. Estoy seguro,
que mi compadre se siente orgulloso, allá en el infierno, de haber
muerto aquí en semejante digno acto; salvaguardando la honestidad y
virtud en aras de su pueblo y que toda grandeza la tiene (en mas
ninguna otra parte) en su equipo.
La
muerte, cuando nos llega desde tan lejos, tan lejana, metida dentro
de personas que no apreciamos formalmente, nos duele tanto, “nada”,
porque los recuerdos que de él tenemos en nuestras mentes, se
agarran a pelear también con las conversaciones, con el último
encuentro, las últimas salidas, los últimos abrazos, su última
mirada, gesto u ocurrencia se hacen muy presentes por aborrecibles.
Porque encierra la náusea disimulada de muchos años por el compadre
"el amigo"; y lo que fueron siempre traspiés se han de ver
(sólo porque "el caballero" entregó cuerpo a plataneras)
como los grandes goces de la amistad "verdadera" (y todas
las mariconadas que se dicen post mortem; así le llaman a después
de la muerte), y, ¡qué bueno era!. ¡¡Yo puedo decir reventando de
veracidad!! Que a este compadre mío no le olvidaré jamás y ruego,
imploro que no haya otra dimensión donde reencontrarnos. No deseo
verle ni en alma.
El
humano malo, como es natural la maldad en todo lo que sea y venga de
lo humano, miente para cuando él muera esté la moda del, que bueno
era, y le sea aplicada a un fulano como él; mas malo que picadura de
víbora negra).
No
duele despedirse de la persona que no queremos. Duele mucho menos
saber que ya no compartiremos nada con él. ¡Él ya no está! Es
reconfortante y regocijante enterarse del óbito de semejante
compadre ante una gran taza de café o té (no respingue hombre;
analice su vida y sus sueños. Acepte su propio bagaje humano, verá
que no es mucho peor que el mío). Nos sumerge en estado de
tranquilidad casi absoluta. Es muy duro cuando dudamos y no nos lo
creemos; parece que el tipo está vivo. Parece mentira, pero la vida
es así; por lo menos para individuos que sabemos que nos comerá el
gusano, y, ¡ras!, todo se acabó. Ni pá riba ni pá bajo. Ni pá
allá ni pá mas allá, eso, por descontado.
El
señor tres equis se ha ido físicamente, pero mientras lo recordemos
viviremos asustados. Seguirá con nosotros dentro de algunas personas
que tuvimos la enorme desgracia de compartir con él parte de su
vida. ! Gracias señor tres equis! por todo lo que te debemos. De
todos nosotros, gracias por la despreocupación y los descuidos tan
al toletazo que nos brindaste; cuando el maltrato no nos hacía falta
y nunca te lo pedimos. Gracias por tus contradicciones, porque nos
hiciste ver todas las estrellas del cielo. Comprendiste que la letra
con sangre entra y cogiste el palo. No repartiste nada por la
ansiedad que te daba dar mendrugo. En fin fuiste como Berengario el
tractorista; te desternillabas de risa ante la desgracia ajena. Todas
estas duras formas del vivir te hacen nuestro maestro en mas de la
mitad del conocimiento que construye al hombre; para la otra mitad
tenemos maestros de sobra pusilánimes, deportistas, temerosos del
señor, medrosos de otro distinto Dios adorado, meticulosos
conductuales, timoratos tertulianos, asustadizos sufridores, y lo
malo, malísimo, es que todos ellos están prestos a dar
horripilantes lecciones, de lo que te harán allá si te cogen sin
confesar y demás rarezas. Como ves no le pido a dios por ti porque
sé que está deseando meterte manos. Escóndete a ver si en un
cambio de guardia te puedes colar en el cielo ¡ánimo! Hazte amigo
del diablo (te será fácil) para que te deje tirar un salto a
intentarlo en el paraíso. Te reitero ánimo: estoy seguro que cruzar
la valla de Ceuta y Melilla tiene mas dificultad. Gracias amigo; al
fin y al cabo mi no enemigo. ¡Y si no pasas no terminarás con cacho
carne menos colgado en la verja u oreja arrancada. ¡En el cielo no
pasa nada! Es una maravilla; te puedo dar mi palabra porque lo conocí
en viaje turístico al cuarto cosmos; vía pasadizos de cuerdas, de
gusano y agujeros negros!
Gracias,
señor tres equis, gracias por todas tus enseñanzas. Todo el que te
sufrió sabe dónde estás, pero yo te digo lo mismo que a los buenos
hombres ¡ESTES DONDE ESTES! no mires para acá, para este mundo,
porque soy de la opinión que preñas con la mirada.
Tu
no enemigo que no te olvida, ni a tus putadas, las cuales practico a
diario; por lo que con tus insanas enseñanzas acudes cada momento, o
estás siempre en mi consciente. Aun sabedor de las terribles purgas
con las que has de pagar, te deseo paz sin riesgo para mí (ya que es
lo que siempre se desea y nunca viene).
Animo
a hacer obituarios de personas reales humanas con virtudes de no
virtudes. Los comentarios de bondades y esencias que imposible sean
humanas, o son empalagos mentirosos o caen como empachos preñadores
patrañeros. Porque usted no se escandalice aflojo un montón de
puntos, para decir, supuestamente en la mayoría de los casos, no en
todos los casos; haciéndole mucho caso al caso que viniere al caso
(solo porque no se escandalice, respetado lector si fuera el caso).
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