Gran afluencia de peregrinos por la ruta entre Tamaraceite y Teror
Fotografía: LPDLP |
La GC-21 ayer domingo se tuvo que cerrar al tráfico de vehículos desde la rotonda de Piletas a Teror, debido a la gran afluencia de peregrinos desde primera hora de la mañana. Solo se permitió el paso de vehículos de transporte público y de emergencia y sanitario. La vía entre Tamaraceite y Teror continúa siendo la ruta más utilizada en estos días para hacer a pie, en bicicleta e incluso a caballo.
Nuestro amigo Sergio Naranjo compartió con nosotros hace unos años un relato sobre la caminata a Teror que me gustaría compartir con ustedes.
"A las siete y media me bajo de la guagua en Piletas, en el paso de peatones frente al Ciudad del
Campo, el colegio que se estrenó justo cuando yo acabé en el Adán. Y me encamino hacia Teror, a probarme, a ver qué pasa. Hace un frío cortante, algo de viento del norte, el cielo está nublado, y aunque no es mucha, la caravana llega a Mercadona, aunque a nosotros nos paró cerca del campo defútbol. Recuerdos de caminatas y de otros paisajes, de prisas y excitaciones, de noticias que dar, de amarguras, de nervios por el camino, en aquel ahora desolado panorama, vacío de vida, destrozado,acabado, en nombre de un progreso mal enfocado que nos dejó esta presentación lacerante. Ni un pájaro, sólo el sonido de los coches que suben y bajan, alternando o sobreponiendo su ruido infernal. Caminar es temerario entre tanta prisa, tanta grosería y tanto egoísmo como hemos llegado a tener con nuestros avances sociales. Qué resultado. A eso de las ocho voy por El Toscón Alto y me suena el móvil, que me recuerda que aquellos tiempos en que me calzaba y me iba donde quisiera ya han pasado y están más cerca los otros en que me calzarán para ir donde no quiera. Oigo los primeros cantos de algunos pajarillos que endulzan el ambiente arrasado, y gallos, varios. Perros de todos los ladridos. A medida que avanzo y se acaba la cuesta se me muestra la vegetación, aquella que cuando yo era chico llegaba a la marea y ahora tímidamente se asoma a partir del Fielato, flora de tabaibas y retamas, de alguna palmera, de pitas y tuneras, de cerrillos y aquellos eucaliptos, que puestos allí con las mejores intenciones, llevan un siglo contribuyendo a desecar el suelo. Bajo el Risco Jiménez entro en el municipio de Teror, recuerdos de niñez sentado al borde, los pies colgando en el vacío donde volaba el cuervo, donde nidificaba la paloma rabiche; el admirado halcón que a veces llegaba y mataba una de ellas con su vuelo de misil animal; el admirado cernícalo vigilando... Muy poco queda ya, salvo la cruz que recuerda el último viaje de mi amigo, amarga decisión que le respeto y me hiere de nuevo cuando la miro. Cuántas no han sido las veces que he pensado en acompañarte desde esa parada, si la vida se hiciera siempre dolor. Las curvas de la Hoya fría, recuerdos del coche di hora que en otro lado contaré, de aquellos piratas y aquellas caminatas, vuelvo a usar el móvil, para tranquilizar a quienes no han de inquietarse, aquellos a quienes debo la vida y ahora ven pasar la vida unas laderas más allá. Y al asomar de las cañadas me azota un viento frío y cortante, mi palo de acebuche, trabajado por mi padre, que guardo como tesoro, que yo no sabré enderezar, sabiduría que él se llevará algún día. Veo desde el camino que el sol llega a la Vuelta de los Alambres, pero en cuanto llego allí, se ha retirado hasta Los Llanos, prolongando el frío que me acompaña en el cuerpo y en el alma, mirando aquel despropósito, uno de tres, que destroza lo que nos va quedando, en nombre de la velocidad, de larapidez, del silencio y el egoísmo, aquella monumental obra que ha descolocado para siempre la antesala del paraíso que fue el barranco de Guanchía. Resisten pájaros, que con sus cantos me van acompañando, varios capirotes, que me emocionan por su número, yo creía muy exiguos; linaceros que se adueñan de la vegetación, ahora de matorral que va aumentando, de codesos, de retamas, de escobones. Un canario del monte suena cuando llego al final de la cuesta y me recuerda quién es el dueño de la tierra; mirlos que ya se hacen oír en el medio del monte. Son las once de la mañana y ya he llegado a la Plaza Teresa de Bolívar. No he querido parar en la Fuente, mis piernas se habrían negado a continuar el viaje. He disfrutado del paso por el Puente del Molino, a pesar de lo coches; he sufrido los rigores de aquella última subida, pero he llegado otra vez a la Plaza.
Se me asoma la iglesia con su Torre Amarilla, imagen ahora de trasiego, de encuentro, de luz, vencida ya la sombra de las nubes, aquí el aire es fresco y no hace frío. Y encaro a la Virgen del Pino, para unos madre, para otros icono, para todos símbolo de Gran Canaria y de sus gentes, paradero y salida de tantas cosas en la vida. Según me cuentan los peores augures, Pinillo, puede que esta sea la última vez que te venga a ver paseando y por mi cuenta, tú allá arriba y yo aquí, contemplando esa estampa que tantos de los míos vieron alguna vez, con la esperanza, a la que yo ahora me aferro, de que el tiempo se dilate y no se me haga corto; o de que por lo menos, la cosa quede en una merma de mi voluntad y movimiento, si se me puede quitar de arriba a este pasajero indeseable que ahora me acompaña, me corroe y me consume en medio del más espantoso dolor que alguna vez imaginar pude. A lo mejor haces un trato conmigo, como dicen otros que puede pasar, y hacemos un ten con ten entre el dolor, las piernas y la suerte y no sale todo muy mal. Y pueda seguirte mirando, como ahora, aunque tenga que ser cuando otro quiera que nos podamos ver".
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