Homenaje a quien desde ya considero mi gente

Por Antonio Domínguez Herrera
De Yeray Rodríguez Quintana se trata.
Cuando mi hermano perico me mostró en su móvil el  pregón a la virgen y escuché decir a Yeray pidiendo permiso a todos para dedicárselo a chiquitico: Antonio Herrera Hernández, se me saltaron las lágrimas; dicho así en plural no se esconde que, a modo de fontana se me enjalbegó la cara hasta el pescuezo. Por eso sin ninguna exageración subiéndome a la ocasión digo: mi tío Antonio fue el más grande verseador, teniendo en cuenta la parquedad de su lengua indocta, pero, valiéndose de engrasada mente dedicada a pensar en verso desde que nació. Vivir y soñar en verso, para cuando hay que hablar hacerlo mejor en verso.
De Herrera mi tío Antonio tenía poco, porque ellos todos cantan “que a levantan las patas del suelo”   Él –el pobre- cantaba como una auténtica caña rajada ¡¡¡PERO!!! Amigo, tenía una facilidad verseadora tan grande devenida de su apellido Hernández, el cual, ha dado tantos hombres grandes en esto: el del Martín Fierro. El otro que mandaba a su mujer a dar agua de cebollas a su hijo: chico de cuna, rabiando de hambre en la cuna, etc. todo ello dicho sea de paso, gracias a aquél insigne hombre salvador de España y de las almas nobles buenas y cristianas, ya, con representación en cortes y todo. ”Era tanta la abundancia alimentaria”, que una mujer ni pariendo daba leche. ¿Usted se imagina que “chiquitico”, así conocido en Cuba, hubiese tenido el donaire cantarín que caracteriza a los Herrera, con divos hasta en el Bel canto por todo Suramérica?
No sé si bastará con decir que Vicente Falcón Herrera, un primo hermano obrero, pobre, tenía una habitación con un piano, violín, viola, violón, chelo, trompeta, timple, guitarra, laúd, cuatro, mandolina y raros instrumentos de cuerda del mundo entero, mas la casi orquesta de viento que poseía. Su amor a la música le llegaba a ser feliz sentándose allí. Solo tocaba el timple. Pasó su vida pagando letras por la compra de instrumentos musicales. Este hombre elegido como ejemplo entre muchos, cuando era niño tocaba cacharros con un palo pero, lo mas que le gustaba era el caldero vacio virado para abajo metido en su cabeza y así lo golpeaba hasta ponerse desconocido, por los dos dedos de tizne que le confería ser usado dándole leña encima de la leña.
Era cubano venido chico y revuelto de joven, ausentado de Teror arribó a canarias ya viejo; al tiempo y a la par que “a las tristes playas de la muerte”; además de sus malas patas, con dolor en la pata mala; no hubo un gato que a esa vida le dijera ¡zape!
Es un honor que el más grande docto vivo, en el asunto que nos ocupa, de todos los tiempos, aquí en canarias (hasta que no se demuestre lo contrario) con ese bagaje de letras y ciencias a las letras dedicadas, para mas grandiosidad del que las porta. Ya está demostrado que un zapatero instruido  e ilustrado echa mejor un par de punteras que el que no lo es.
Nuestra familia hoy es propensa toda a la felicidad, Yeray, por tu impronta obediente a tu respeto y consideración, demandando a tus principios poner todo de lo tuyo para la universalización de nuestro familiar y así lo has hecho.
Se dice aquí lo de las facilidades para lo de repente. Se dice de las dificultades que tenía para dar la nota; algo tan fácil para nosotros su familia; en la que hay miembros que sí se les nota su despegue en eso de las letras combinadas y pareos, que a veces atinan y a veces no atinan. Chiquitico fue Hernández casi solamente, y, no es poco. En Cuba fue feliz cantando almorzando y cenando décimas; las que llevó a cabo junto a Camilo Cien Fuegos, la Matancera, Ciego Girón y lo más granado de la trova cubana. Aquí excepto un rato al año improvisando en El Rancho, no fue feliz en epicentro de misas de madrugá “atentando” el “rondiarucas cartadioro” en medio de los que se lo bebían a vasos llenos, y terminaban burlándose de la rima poética, de las décimas verseadas; de los ataques repentinos del lirismo y el genio y hasta del quijote en verso, y, el Sancho padre.
Esto que es primero que nada un acto de profundo agradecimiento a Yeray es también un canto egocéntrico de nuestra familia; no somos pablo casados para negar evidencias. Perdonen esta lanzada a tumba abierta. No todos los días hay abalamientos y apoyos de autoridades a la altura de lo que se trata. A ver cuando una calle en Teror: VERSEADOR ANTONIO HERRERA HERNÁNDEZ Digo una y mil veces más: en Valleseco perdió uno por no arrayar.     

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