Referente a Kant 2

 

Por Antonio Domínguez  

Todo el problema  de la filosofía Kantiana radica pues, en una única cuestión: ¿cómo son posible los juicios sintéticos a priori?. Muy fácil; el que no come se muere, el que se tira de una avión sin protección se mata, así de sencillo. El primero que murió de hambre y el primero que se mató, aportó una verdad que sería así para siempre.

            Esto que tan claro está y que no va a ninguna parte, Kant lo complica y embrolla, con un enunciado tras otro atropellándose; con un pá tras y pá lante aún mucho más cuando viene a decir que la fiabilidad de los juicios a priori es incierta. La locura, que a lo mejor ni yo mismo he entendido; si la ejemplifico simplificada sería más o menos así: a pesar de que cuando se tira cualquier objeto al aire la ley gravitacional hace que caiga al suelo probadamente billones de veces, no significa que una vez no lo haga.

            De estas y otras machangadas por el estilo se quejaba Schopenhauer cuando señalaba la especial predilección de los alemanes por embrollarlo todo, de no contar las cosas por orden, lo mezclan todo, metiendo lo más sencillo en la bruma más densa, dan aires de grandeza a toda bobería; todo esto fue lo que le llevó a proferir aquéllas célebres palabras “...en previsión de mi muerte declaro solemnemente: me siento avergonzado de pertenecer a la nación alemana”.

            En esta crítica, Schopenhauer aludía ácida y personalizadamente a Kant y particularmente a Hegel su gran enemigo con el cual dirimió varios asuntos a patadas, mordidas, tortas y cabezazos (estoy seguro). Como el campeón más jaleado exhibicionista de la obra más anestesiante escrita en Alemania. Lo que hace que cosas relativamente sencillas en su contenido sólo las entiendan los doctos y unos pocos por la práctica  y el forcejeo continuo (desde años), con las más enmarañadas lecturas. Entre los no doctos estoy yo; y ello me lanza a pegar el grito: ¡¡basta ya de encumbramientos de metafísicos a sueldo!! Pero, hasta que no caiga la gran mentira de este mundo, no se puede pretender que mueran las miles de propagadas baldías que moran en su seno: de la gran mentira. Más gravosa es cuando se lustra de tintes filosóficos llamando padre del modernismo (pensamiento moderno) a Descartes y ninguneando a grandes filósofos alemanes acusándoles de no ser mas que simples autores de aforismos.

            Una de las barbaridades del viejo Kant es su estética trascendental. La estética no trasciende y cuando lo hace el resultado es incontrolable e imprevisible; significa, el color del cristal con que se mira de Quevedo. Es tan interior, que cuando sale materializado en obra de arte es tal la migaja que aporta al exterior que sólo sirve para que se la conozca menos y se la interprete peor.

            Comprendo que la estética no puede quedar sacrificada a lo anterior y que se extienda al sentido matemático, a la ciencia de las formas y las relaciones, que es donde Kant se pregunta, bueno, no se pregunta, ataca de nuevo. ¿ Cuáles son los juicios sintéticos a priori en las matemáticas?. Yo contesto, muy fácil, son los que son exactamente; el juicio sintético a priori de algo que va a ser exacto y matemático, sí o sí, como se dice ahora. Es imposible o de estupidez cretina, que se pueda enjuiciar algo que va a ser inamovible: el agua moja, la luz alumbra, el que no come se muere; todo ello físicamente, ahora bien, si nos vamos a la metafísica de este alemán pequeñito y regordete –con ella- preñaremos a cuantos angelitos queramos.  La teoría filosófica huelga en lo que no es de este mundo. No se puede teorizar de lo que no se conoce y nadie ha visto jamás.

            Riza y riza el rizo cuando se ocupa de los juicios en la física, que es todo cuanto sabemos de las cosas, o respecto de ellas, comportamiento, reacciones, todo ello es objeto exclusivo de la física. ¿Hay alguna disciplina que sea más dependiente de la ciencia pura? Es la ciencia de las cosas.

            Ahora viene su dialéctica trascendental, reverencial diría yo, de ese miedo apurado a enfrentarse con la iglesia; sus protectores; que también por su lado “perfeccionaban” un cielo teórico en ese raro y mal amañado ser o no ser que, ellos dicen que es. Necesitaba vender libros; tratando la metafísica es donde se le ve más perdido, tuerce el brazo, lo endereza de nuevo, lo vuelve a torcer, vuelve a enderezar, en fin, “le vende su alma a Dios” y se convierte en un tormento para sí mismo y para el que le lee. Creo que de esta parte; parte la salvajada que se dice que con Kant comienza la gran reducción del pensamiento. Si la obra de Kant es una reducción, por favor, no me muestren su pensamiento al total; voy servido. No estoy con el pensamiento que se reduce a fórmulas (pensamiento reducido); estoy con el caballo volador; nombre que le diera a su propio pensamiento a poco empezar a usarle, Bécquer.

            Las personas cuando entienden alguna explicación normalmente se callan porque están pasando al disco duro lo que han oído, pero, cuando no entienden ni papa es cuando dicen incoherencias o lo primero que se les viene a la cabeza... se pisan la palabra y poco a poco van poniendo la voz en grito, hasta que hay que obligan a cambiar el canal; esto ha sido siempre así.

 

            Los grandes golpes de Kant los nombran sus correligionarios con la historicidad propia de los fanáticos del fútbol, cuando hablan de un gol casi imposible que metió un jugador de su equipo desde más atrás de medio campo hace a lo mejor veinte años. Dicen que tuvo Kant ideas fulminantes que lo trastornaron todo, en lo de trastornar estoy de acuerdo. A mí no  me ha trastornado mucho, más bien me ha asombrado su juicio sintético a priori en general y, por lo tanto que en la estética transcendental sean posibles. Que el tiempo y el espacio no son una propiedad de las cosas sino una propiedad del sujeto.  Lección al canto: casi todos los que por grandes hombres fueron tenidos es porque les pagaron palmeros a aplaudir y la ayuda inestimable de emparentar estudio con la Biblia y Aristóteles. Lo dijo la Biblia; lo dijo Aristóteles y quedaba cualquier razonamiento anegado (zanjado).

 

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