El Fielato
Por Antonio Domínguez |
Encontrándome yo al teléfono en conversación con Calderín, nuestro Calderín Liria este último domingo a la tarde, en ella, apareció Jacinto el excelso ser humano por mí altamente respetado; y, hasta venerado, a lo menos como el único santo que he conocido yo a lo largo de mi copiosa vida. Me dijo Calderin del fallecimiento de nuestro entrañable Jacinto, es por lo que le repito ahora una opinión publicada como homenaje a un ser pobre, muy pobre material y solitario, sin guarda ropa ni propiedad, ni coche, ni valores morales ni incluso éticos porque en Jacinto eran innatos todos los valores de la ventajosidad natural. Tenía todo el comportamiento, proceder, actuación y conductica de ser que nace sensible, bueno, bienhechor, compasivo, clemente, sencillo, ya que era el hombre más bueno y más honrado de cuantos hayan pasado por mi sillón de barbero, que, han sido muchos; pero, cuando digo muchos son todos a los que he servido en las nueve barberías en que he ejercido. Una de las personas más misteriosas de Tamaraceite y le pongo apelativo porque, llena de misterio fue la vida de Jacinto Rodríguez “el filatero” (fielatero)). Es real que todos vemos a cada uno de los demás distintos por que distintos son por conformidad cerebral y física… menos importante. Eso no es malo ni bueno. Lo que es malo; y bueno también solo cuando esencial y accesionalmente lo es, es distinguir a los hombres. Hay quien cree que un hombre con cuatro apartamentos es tres veces más sabio que el que tiene uno. Hay quien valora la laboriosidad de los hombres que se hacen a sí mismos en negocios fenicios arrancadores de carteras hígados y hasta de corazones todo ello de cuajo; o la antepone a la displicencia apatía y desinterés del que se conforma con lo que tiene; incapaz de manipular pesas y medidas para robar minucias: decenas de kilos al mes. Hay quien valora a los echados para adelante, la locuacidad, el atrevimiento y cualquier tipo de locura notoria, ¡sobre todo que se note!; que si no se nota, pasan a ser el hombre o la cosa, simples componentes del entorno; el hombre bueno, no notado por no notorio, es como si estuviera desanimado en fantasmal cuerpo cual sombra, por mas que se mueva no se le percibe. Porque los movimientos humanos están más que sabidos y solo se percatan por el interés que tenga el movimientado y el porqué, de quien, por quien y de que interés se mueve.
Valorando los ancestros de
Jacinto, le viene lo de filatero debido a que sus abuelos llevaban el fielato
de Guanarteme, que está dentro de nuestro municipio SAN LORENZO DE TAMARACEIT
hasta la Peña de la Vieja. Decíamos que llevaba el fielato y la abuela se
tiraba al agua por Las Canteras y se iba mares afuera o para El Rincón o
latitudes de la Isleta. Era llamada “Soledaita la sirena” y cuantos nombres
marinos alusivos a sus altas capacidades natatorias. No venia a tierra antes de
tres o cuatro horas. ¿Practicaría esta señora su soledad en esos alejamientos
aguas adentro, lo que su nieto Jacinto andando para adentro de su soledad y por
ende de su inteligencia?.
La mítica nadadora era la madre
de maestro Agustín Rodríguez “el filatero”; verdadero sacerdote de cualquier
religión, porque trabajaba sábados y domingos gratis, de albañil, para el pobre
que primero se lo solicitara. También era madre, la impresionante nadadora, de
Felipito, chofer del parque móvil; de Solita la esposa de Juanito el árabe; y
entre otros, de maestro Jacinto el padre de mi querido y muy respetado Jacinto.
Tamaraceite tiene un cacho,- que
como en todo él, tiene la brisita maravillosa esa, “presa en nuestras lindes”
-, que está entre casa de Villegas hasta
Mariquita Coello y enfrente desde la barbería antigua de Maestro Pedro, hasta
la casona de Santiaguito Henríquez. En ese cacho el pobre mira al rico (ahora y
antes) insistentemente; a ver si es que el rico no le saluda porque no le ha
visto nunca y no le conoce a pesar de haber estado juntos miles de veces en ese
pequeño espacio/gueto. En ese espacio el
listo rehuye al bobo. El guapo al feo. El testigo al cristiano. El cristiano a
todo lo que no lo sea. El tertuliano al zorruno... Todo ello, de libro, viene
siendo así últimamente, por, de siempre. Pero fuera de libro, los libros,
Jacinto ha sido el rico porque no ha visto un libro de contabilidad, porque no
ha tenido créditos que pagar, porque no se la ha roto el yate en alta mar,
porque tiene el cacharro del gofio lleno, porque tiene imaginación serena que
demuestra su angelical mirada, porque sus pensamientos son para él, para su
disfrute porque nadie los ansía.
Los genios creedores (que se
creen) saber más que Jacinto. Ni se les ocurría preguntarle nada; siempre han creído
que los saberes están en el corte de pelo, ropajes, coches, casas y pisos de pavimento
encerado. Como se desprende Jacinto fue el
listo, sin que ello se le otorgara, porque bastantes bobos auténticos creen en
la bobería alegre de ser acabados y dechados, cuando no ven la persona que
tienen delante, cuando lo que tienen únicamente es la alegría de todo
equivocado qué, cuando tiene dinero, si es sobrante, alcanza hasta para
equivocarse, porque compra palmeros aun sin tenerlos que pagar..
Tan solo una vez descubrió
Jacinto su capacidad de llegada y pegada. Resulta ser que fue a sellar unas
cuantas quinielas; todas eran de cuatro apuestas, pero por error una de ellas
le faltaba que pronosticar una apuesta y como broma la añadió después de los
partidos finalizados.
Esto fue el colmo la situación se hizo insostenible e
inconfesable. Le persiguieron los bancos; le salieron managers; todas las
mujeres livianas de cabeza e incluso con ella llena de plomo le decían
levantándose los hatos: ¡invierte aquí!. Comprobó jacinto que todo el pueblo le
conocía; que para eso hizo la prueba y le sirvió el invento. No obstante
Jacinto goloso de calamar frito me consta, dicen, que subido en esa ola, metido
en la avalancha de las invitaciones, pedía solo calamares y se cuenta que
fácilmente pudo acabar con cantidades atolónicas de ese feo y suculento ser. No
conocedor fehaciente de las bajas pasiones y creyendo ,el que los premios de
azar alegran a todos como él se alegra
de los de todos, se permitió la broma para “hacer felices” a todos en la coparticipación
de la alegría del vivir con dinero. Nunca supo lo que es la envidia. Sentía
pena por los adinerados del pueblo.
Como cierre, graficamos que a Jacinto le gusta
especialmente el pueblo que va desde la carretera general a la Herradura, la
Cobranza, la Dehesa, los Dragos, Altos de la Guillena y cosas así. Suele de
paso coger quemones y hiervas para encargos. Pensándolo mucho creo que Jacinto
también lo hace para ver y contemplar Tamaraceite de lejos y tener la sensación
de muerte pequeña, esa de tener su pueblo querido apuñado en su mano. Incluso
en el riñon de la férrea dictadura, en la que se comía cuando, como, y
cuanto–loque se podía– y hasta el vestido estaba orientado, no a vestir, sino a
tapar la gran parte “estratégica y atmosférica” Jacinto era libre y feliz,
tanto con un pan como con un saco de pan.
Jacinto era risueño, siempre ponia los ojos chicos en
defensa de la luz y lo que así puede parecer una mirada inquisidora, no es sino
una postura de cariño, respeto y conmiseración. Siempre miraba a la cara. Era
un navegante de las aceras “que eran su mar”, durante el día, casi siempre, se
le puedia ver caminando encima de una. “Paraba su nave y navegación” conversaba
con todos los que se le acercaban, sin distinción. No tenía complejos, para él
somos todos iguales. Los perros le adoraban y le seguían; sabían todo de él,
tanto cuanto de él ignoramos nosotros. Ha habido muchísimos perros traidores,
que han saltado del regazo de sus amos para ir a lamer a Jacinto, moviendo la
cola a cuanto les daba el respeto por él; a saber lo que se podía extraer del
análisis de este dato fidedigno. Era muy servicial e iba sin pereza a done se
lo pidieran. Su afición, las quinielas. No era del Madrid ni del Barcelona, no quería
problemas que desde que se atisbaban ponía en marcha su sexto sentido para
eludirlos, en ello era magistral. ¡No a la religión, no a la política, no al
matrimonio; no hubo normalidad que le atrapara; era libre. El hombre más libre
y feliz que he conocido jamás. Cumplidor con su hombría con su tranquilidad
inalterable y santo pero santo aquí bajo las nubes sin tener nada que ver con
nada mas allá de ese hombre único. Aseguraría que usted nunca lo vio así:
¡¡¡PEOR PÁ USTED!!!.
Aunque tardíamente, por la ignorancia postrera (hasta
ahora) del hecho final que mató tu vida; que borró tu estar, te digo adiós
JACINTO. Ya no nos veremos, jamás. Tú estarás en tu sepultura y yo en la mía y
puede qué hasta en distintos cementerios.
Como la vida que es una y no hay más, ya tú te fuiste, y a
mí como ser racional me toca homenajearte y así lo hago/haré mientras viva; consciente
de que así debe ser. Siempre tiene que haber alguien que, cuando se muere un
pobre haga con su palabra lutos y funerales en el recuerdo del fallecimiento de
un ser mega humano ¡este es el caso!
Siempre te agradeceré tu buen trato y atenta disposición,
a pesar que ya eras hombre para cuartel y yo solo un niño. Nunca olvidaré tu
humanidad, empatía, entrega y la gran pena el gran sufrimiento que te causaba
aun por pequeño que fuera el sufrimiento del otro –los otros—.
Sé que no se me está yendo la mano al hablar de ti, pero,
paro porque conozco el pueblo. A todos, y además muy bien a esa “media élite”
que jamás reconocerá que Tamaraceite está lleno de bondad y sufrimiento, o sea
de Jacintos, pero nuestro Jacinto verdadero que viene al caso era único; como
únicos eran todos ellos en honor a su propia unicidad irrepetible en cada caso
pero siempre dentro de la clase humilde que, las pomposidades a ellos les están
vedadas que no así a otros de otras clases y por lo mismo son otras unicidades
propias de otras/otros disfrutes más llevaderos y placenteros... También son
irrepetibles en su unicidad global los acomodados ¡¡gracias sean dadas a la
naturaleza!!
Comentarios
en absolutamente todo cuanto dices de jacinto (tú me lo has hecho ver ahora) no exageras lo mas mínimo, lo tendré muy en cuenta cuando mire a la gente que tengo ante mí. ¡¡Gracias Antonio!!