Mi homenaje a Ramón
Por: Sergio Naranjo. Dice Carmen Laforet que nos pasamos la vida caminando con la misma gente, y suscribo, porque mi camino siempre se acompaña de la misma gente cuando echa por Tamaraceite. En ese camino que se hace al andar, diciendo también con el Poeta, aparecen en mi vida aquellos dos, aquella pareja, aquel complemento de uno en otra y viceversa que siempre fueron Ramón y Mency, Mency y Ramón, daba el igual el orden que el producto siempre era la buena gente, la que está para las duras y las maduras.
Así fue desde muy temprano, desde aquellos años setenta que para nosotros fueron nuestros inicios en la vida, en ese deambular que nos hizo coincidir y seguir después cada cual su camino hasta muchos años más tarde, porque uno siempre regresa al lugar de donde partieron sus sueños, y allí estaba otra vez aquella pareja, con los efectos del camino andado y sus baches y sus vueltas, pero con la misma mirada, con las mismas ganas de vivir. Y de servir.
Y allí volví a tener el consejo sabio de Ramón para lo chico, para el detalle, para lo escondido al mundo que siempre te está exigiendo alegría y buen humor, pero que esconde con ello su egoísmo y su miseria. Ramón estaba justo donde la seguridad te abandona, donde la alegría artificial, impuesta, ya no es consuelo. Donde la duda, donde el temor, allí ponía Ramón su solución, porque eso era Ramón, la solución a los problemas, aunque él mismo los tuviera y no supiera ni encontrara dónde apoyarse. Que para eso estaba Mency.
Así fue que llegó un día como otros que hablamos, que nos contamos cosas, de cerca, a la cara de esta mascarilla que no ocultaba su sonrisa, y sus dudas, sus lamentos y sus satisfacciones. Y así fue que al día siguiente llegó el mensaje de Mency, ese mensaje que yo no podía creer. Otro golpe más le dio la vida a quien no mereció tanto, pero allá fue Ramón, allá fue Mency, a pelear contra esa nueva prueba.
Y pelearon, vaya que sí. Como siempre, con el mismo ánimo y con las mismas tristezas. Pero esta vez llegó el peor mensaje de Mency: Anoche se nos fue Ramón. Y yo que no lo pude asimilar, ni puedo, aún ahora. Esa salud que ya nos impide a veces hasta acudir a dar un último adiós queda resentida en lo moral por siempre, porque esta vez se me fue un compañero del camino. Y queda fortalecida para siempre porque ese adiós es un hasta luego, que para eso se fue el día de nuestro Patrón, nuestro día, el de los aficionados a aquello en lo que yo fui mal alumno de tan gran maestro.
Cuando los ángeles vuelvan a cantar que ha nacido el Mesías, en cualquier lugar donde vea un Belén, allá estarás viviendo tú en mi memoria.
Sit Deus vobiscum, magister.
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