Biografías reimaginadas
Por: Antonio Domínguez |
Dicen que fue una bella mujer en
la raya de Guanarteme, dicen que sufrió mucho, tratando de retener a Sufrido;
que totalmente agotado huía de ella y de todas para que no le mataran de amor
práctico ejercido.
Solicitó la imponente Madonna, de
otra dama, que le depositara los conjuros en brebajes de los consiguientes
hechizos que, además de llevárselos en su mano la preciosa lindísima señora,
viajaron también y al mismo tiempo por los aires; a lomos de” búhos, cuervos y
guirres” hasta exactamente el punto donde se encontraba el desgraciado. “Los
animales que van más bien dentro que fuera del brebaje, le alcanzan hasta en el
centro de la tierra si allí se escondiera”. Sabemos de sobra la carga esotérica
y metafísica que esto lleva, pero, ¿qué es lo que en rigor hay en este mundo,
fuera de la física, que no sea espiritismo y ocultismo? Fabuloso negocio de lo
secreto y escondido que nadie puede ver y comprobar; que provoca, el inmenso
miedo, fanatismo, exaltación, exacerbación y ardor, en manos de los millones de
titiriteros iniciados; en todos los campos;
dis-tin-tos encargados fulleros de llevarse, cada cual para su
manera y a su manera; para su logro personal-psicológico; trátese
de mente enferma o fenicia (no hay cabida en esto para cerebros en
condiciones).
Del bello Sufrido, su rostro, era un clon del de
Glen Ford. Pelo igual, nariz igual, frente cachetes y orejas lo mismo; los ojos
mejor porque eran verde botella relucientes. Siendo magro como Glen también le
mejoraba porque le sacaba dos cuartas en pie. Se hace necesario (y no tiene
porqué obedecer a ninguna tendencia) lo descrito para los que le conocieron
derrotado, sepan y se maravillen de lo que puede la vejez y el abandono.
Cuando trabajaba en el muelle,
salía limpio, afeitado y el pelo con brillantina abrillantado. Las mujeres rebeldes, de sus trabajos de
amor cobrar, corrían llorando tras Sufrido y se sentían felices con que las
cogiera por el talle durante treinta míseros metros desplazándolas. Heroína era
la que le conseguía para acción íntegra del acople humano. ¡Era demasiado el
trajín diario del Bello!
Todo Adonis que se le abren de
improviso las puertas de los zaguanes para salir una mano a tirar de él, en
flechón tal que, va a tener a la punta de adentro de la galería,
consiguientemente, entre todas las que
quieren conocerle al último detalle (le quieren), hay una que es la más guapa,
que tiene más dinero, que es la más cruel y por todo eso es la primera que no
soporta fracaso y va a la hechicera, que solo hace daño si administra “venenos
cerebrales” ¡y así fue! que le dejaron
para siempre sin afeitar; avejentado automático; a los pocos años le salió
chepa; se le achicaron los ojos; se le esqueletizó el rostro… la chaqueta al paso
del tiempo se le puso cuatro veces muy anciana, al punto que, el pan “de a una
noventa” que siempre llevaba de repuesto, iba asomado un tercio por encima de
la terminación del bolsillo lateral de ella. Simulaban la muerte y la vida. La
chaqueta y el pan.
Por acción las dos mujeres, le
pusieron encantado en el camino viejo Tamaraceite-San Lorenzo. Siempre a toda
hora en la noche o día estaba transitándole, permanentemente, montado en uno de
los múltiples borricos que tuvo; que hasta escuálida, Rocinantesca cabalgadura
caballar llegó a asumir.
Ya, con Sufrido en estas
condiciones, se especula que una madrugada con mucha hambre vio una cabra holandesa con las ubres requintadas
por seis litros de leche dentro. Dicen que tenía luz interior en los ojos, la
maldita, gesticulándoles de hado que se lo llevó al celemín de Panchito el
taxista, al naciente de la casa pico, para aprovechar allí el bosquecillo de
Tarahales. Cuando Sufrido se tiró a tierra derecho a la mamanza, como cualquier
animal, habló la cabra: ¡quieto Sufrido,
te vas a mamar mis aguas! y al momento se transformó en mujer tan hermosa alta y guapa como Chayo Mohedano. Oh,
sorpresa, la lechera cabra era la hechicera que, amansando de amor a Sufrido,
como todas, había caído perdidamente enamorada. Le dijo que quería un hijo de
él. Él le dijo que no había comido y que no era sinrazón sospechar, no
funcionaría su medio cabo de acebuche en rígido rojo vivo y dureza.
Diai vino todo. Partió de la del
Guanarteme profundo. No pudo cubrir a la última
bella y ya no tuvo Sufrido soldadura;
fue perpetuado por sobredosis de hechizo bebido, que le fastidió allí
mismo en el celemín. Le puso (definitivamente)
en camino encantado que abandonaría a su muerte por el que se dice que
aún en día, hoy vaga, más que en noche; como fue su costumbre a partir de que
la Guanartemeña guanija, precursora del guanijay le aplicara a Sufrido su
conocimiento tremendísimo de la flora.
¿Fui yo acaso de suerte el
encantado en ese camino (viví en los Dragos) y desencantado hoy he quedado con
la cabeza llena de gente que no existió? ¿Es esto un invento? Bueno, si así
fuera cabe eximirse de la responsabilidad de los datos que coincidieran con la
pura realidad, que como se ha dicho y hasta lo parece tiene más parentesco mi
relato con pretendido quimérico; que ya ahí sí, tiene que ser inventado.
Comentarios
Te felicito otra vez por la misma cosa de otras veces: porque eres, a la hora de contar algo, sencillamente ameno.
Un abrazo.
Pepe Mujica
¡PALABRA! Llevaba tiempo, expresado en sus cortos espacios, pensando a ver por qué me produjeron tus consideraciones una emotividad tan especial. No sabía cómo entrarle al asunto hasta que caí en la cuenta de que tu argumento trataba de un homenaje en toda regla a mi persona. Mi no pertenencia a la fama y la falta de costumbre tiene roma en ese aspecto mi percepción; que todos los que la tienen despotrican de ella, cuando en la fama (si es buena y no la de bandido) son todo ventajas sin contrariedad ninguna. Yo no voy a repartir “mis méritos” como los reparte todo homenajeado con sus compañeros “en el fregado”. Podré compartir el gofio, pero, los rones de la gloria no los comparto con nadie.
Mi gran vacío de amoroso afecto, para llenarlo, tú Pepe, lo estás haciendo que te sales; con palabras exactas que resuellan el más profundo cariño, aprecio y respeto. Me desconsuela el hecho de que “no saben otros leer” (así lo han declarado aquí), por el categórico comprobado del poco o ningún entusiasmo que les causa lo que digo; y a decir esto me da pie tu homenaje para mí. Mis detenidas gracias Pepe por ese aplauso tuyo que tanto bien me hace, porque palía mucho la gran necesidad de afecto a la que me acostumbraron en la barbería, la gran familia y bellas personas del pueblo (que no barrio), que hasta aquí, estimulado por tu hecha pública amistad, hoy mi recuerdo trae.
Antonio Domínguez
Pepe
Hay algunos que con menos, se han inventado novelas y se han hecho famosos.
Antonio Domínguez.
Antonio Domínguez.