Carta al Viento: Una tienda llamada Tabita
Por: Jesús Vega Mesa |
Tabita, que significa gacela, era el nombre de una mujer muy especial que
vivía en un pequeño pueblo de Israel. Según se cuenta, esta mujer era muy
sensible a los problemas de los demás. Y por eso se dedicó a confeccionar
ropa para entregar luego a las mujeres
más necesitadas de su pueblo. Si Tabita hubiera vivido hoy en Canarias, y con
los datos de la pobreza que reflejan los últimos estudios, seguro que estaría
haciendo muchas horas extras para regalar unos pantalones o una camiseta a
cuantos lo necesitaran. O tal vez estaría animando a otras “tabitas” a que,
como gacelas, se dieran mucha prisa en trabajar para que a nadie le faltara una
manta o una chaqueta.
No sé quien tuvo la
idea. Pero desde hace algún tiempo, aquí, en Gran Canaria, existen algunas
tiendas que llevan ese nombre. He estado en una de ellas y me he llevado una agradable
sorpresa. Su nombre se debe a Tabita, la
generosa mujer de la que habla el libro los Hechos de los Apóstoles. Y la
filosofía que está detrás es la misma de aquella sencilla mujer israelita:
ayudar a las personas más desfavorecidas.
Ofrecen prendas de vestir,
algunas de segunda mano, pero todas tratadas previamente con exquisito mimo en
un taller donde se lavan y se hacen los
arreglos necesarios para que sea un producto digno y de calidad. Aunque se surte gratuitamente a algunas
personas que están acogidas en centros como la prisión, la ropa no se regala
sino que se ofrece por un pequeño donativo.
Las tiendas Tabita no tienen personal
contratado sino sólo un voluntariado que hace honor al origen del
nombre. ¿Y a dónde va entonces el dinero de las “ventas”?
Hay unas cincuenta personas
en el taller de reciclaje de ropa. Cincuenta personas con graves situaciones
personales o familiares que, gracias a lo que se recauda, reciben una beca de formación. Y esta beca les permite, además
de trabajar todo el proceso para separar y reciclar la ropa que se recibe, participar en
clases de apoyo escolar y reuniones de formación.
Al final, resulta que Tabita es toda una
cadena solidaria: Desde la persona que entrega ropa en buen estado a través de los
grupos parroquiales de Cáritas, hasta quienes
están en el mostrador de la tienda y quienes adquieren una prenda de vestir por un par de euros para su propio beneficio
y el de quienes la prepararon para dejarla como nueva.
Tabita, aquella extraordinaria y sencilla mujer
de la Biblia, según cuenta el Libro de los Hechos de los Apóstoles, enfermó un
día y murió. Pero avisaron a San Pedro y
éste la resucitó. No sé si siguió
viviendo mucho tiempo más. Pero la
pasada semana, cuando conocí de cerca este proyecto nacido en Cáritas diocesana
me convencí de que la buena mujer ha vuelto a resucitar. Esta vez, en
las Tiendas Tabita que se encuentran en Ingenio, Vecindario o Cruce de Arinaga.
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