La dignidad del trabajo

Por Luis C. García Correa
El trabajo es un don de Padre Dios y un gran bien para el hombre.
Es un bien digno y útil, que corresponde a la dignidad humana.
La vida sin trabajo, sin hacer nada, corrompe. El trabajo es el medio para alcanzar la propia santidad y la de los demás.
Por eso la inactividad, o la chapuza, generan toda clase  de males.
“El que no trabaja, pudiendo, que no coma”.
Los cristianos tenemos el maravilloso ejemplo de N. S. Jesucristo, en sus años de vida oculta en Nazaret. Ejemplo de la importancia del trabajo y de su perfección, tanto humana como sobrenatural.
Debemos examinar, con frecuencia, la calidad humana de nuestro quehacer, de nuestro trabajo. Si lo hacemos como debemos. Si tiene la hondura y calidad que nos pide Padre Dios, por la necesaria honestidad.
Hemos de amar nuestro trabajo y cuidarlo. Así desarrollamos nuestra  personalidad, además de ser el medio que tenemos de ganar el merecido sustento.
El trabajo es uno de los más altos valores del hombre. Medio para perfeccionarnos y contribuir al progreso de nuestra sociedad, y ser camino de santidad.
No nos santificamos a pesar del trabajo, sino a través del mismo.
Esta crisis y el espantoso paro son causas para un profundo análisis personal y social.  Saber quién, quienes y por qué se ha originado todo este mal, y ver la parte de responsabilidad que nos corresponde.
El trabajo es un medio en el que se ejercitan las virtudes humanas y las sobrenaturales. Por eso no debe ser ocasión de intranquilidad, ni perturbación.
En nuestra profesión, en nuestro trabajo, desarrollamos y perfeccionamos nuestra personalidad. Sirve para ayudar a los demás y al progreso personal y social, en donde debemos encontrar a Padre Dios.
Sea cual sea nuestra posición en la sociedad, hemos de ganarnos el pan con nuestro trabajo. Además sirve para acercar a otros a Cristo, aunque seamos o estemos impedidos. Tratar de ser ejemplo y luz que ilumine el camino de los demás.
Trabajar en un derecho y un deber. Exige nuestra honesta participación. Y esto se demuestra con nuestro comportamiento
No basta con querer o exigir, hay que hacer.
La participación es la solución.

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