Nunca tendrá el oro, los brillos de estos gofios.
Por: Antonio Domínguez |
En el ecuador de mi silencio,
abro el pico para congratularme como miembro de la tertulia de la casa de la
cultura de Tamaraceite; a la que pertenece y modera Doña Carmen Guerra. Creo
importante referirme a ella y en otro momento a los que la componen: maestros,
artistas profesores, versados en cuantos derechos, laboral, etc. Escritores con
libros publicados. Los únicos toletes somos mi hermano Perico y yo, pero, no
vamos de intrusos; se nos invita formal, alegre y sinceramente. Es por lo que
estamos tan profundamente agradecidos de poder participar, a veces, en los
intentos de comprender los difíciles dilemas.
Por otra parte nuestro país totalmente arruinado con la soberanía en manos de
Europa. Es lógico que nuestros políticos no sirvan para nada; porque el país
vale menos que les debemos (y son nuestros acreedores, dueños de nuestro país,
por consiguiente). No hay para invertir y van a venir mil ochocientos millones
más a montarse sobre la impresionante deuda. Y mañana más y pasado mañana más y
el año que viene más… Por eso las políticas en las dos cámaras centrales son un
juego de niños pequeños, para seguir jugando a una democracia que puesta en
otro lugar (extranjero), aquí, es una mascarada porque ya hace tiempo que la
vendimos al peso. Lo último que se despacha y el más grande sufrimiento que hay
es el de todos los políticos que les han llegado -aunque heredados de tiempos
del caudillo- ¡ahora! Los fuertes empinados repechos de subida a Europa. En
cuanto a las autonomías ya están transitando la muerte lenta. Sus destartaladas
gesticulaciones, sus regañizas, sus brincos agónicos de gallo con cabeza
cortada hablan de la inevitable cremación o entierro.
En este panorama ha llegado Doña
Carmen a la edad donde la sabiduría se hace grandes preguntas en todos los
aspectos de si ha valido la pena tantos viajes y sacrificios. Ella ha de dar
consuelo y decir que esto es cuestión de poco tiempo; sabiendo que nuestras
vacas, cereales, olivos, etc. No volverán jamás a volver a ser y que la
industria es un cuento y que la juventud es otro cuento y que el turismo es un
tercio de un cuento. Por eso a saber cuan cansada debe estar Doña Carmen. A saber cuan agotada por las
aplastadas ilusiones.
Se sabe que a tempranas edades los políticos
llevados de la pasión (ilusión por sacar todo adelante) y el apremio comenten
errores, a veces pequeños (absolutamente todos), y ninguno de ellos puede
presentar balance completo en la impecabilidad, en la completitud de su
gestión; porque casi siempre tiene que obedecer órdenes estúpidas del
estúpido/a que está por arriba; solo soportable por las ganas, el ánimo, el
enorme tirón que tira de la persona joven, seria y responsable.
Yendo ya al grano con esta
persona; como persona deseamos destacarle aquí. Ha ayudado a cuantos han estado a su lado y se lo han
pedido. Ha unido a personas que estuvieron en discordia. Ha brindado abnegación
como ejemplo de mesura. Ha dado el bien con mano anónima respecto de la otra.
Ha hecho grandes cosas por Tamaraceite desde la sutileza casi inapreciable
deviniente de su gran modestia, concienzudamente incondicional y
desinteresada. Ha llegado –con la
experiencia- a diestra discreta y ejemplar comunicadora. Ha llegado –con la
experiencia- a la encarecida, encomiable, entendida, esmerada, espontánea,
total empatía… a experto total entendimiento. Al humanitarismo inestimable que
solapa su sencillez modélica-impecable e innegable.
Brinda ayuda su sola presencia.
Capta la necesidad y la afronta hasta
donde debe y puede. Condesciende siempre hasta donde permite la legalidad.
Conquista a todos para su ideario (excepto a los tragones que más ha ayudado
¡dentro de la legalidad! Y quieren más y más
y más; creyendo de y esperando de ella como si fuese una ONG… impulcros raquíticos insaciables.
Dispensa gozosa atenciones. Solo
le interesa granjearse frutos de la felicidad del pueblo. Mendiga escuchar que
“todo le fue bien” a ciudadano alcanzado
por desgracia. Ofrece su hombro y su casa a toda persona de bien (de hecho y no
de boquilla como cura o, aspirante a cura). Presta su apoyo a toda acción
colectiva sin mirar que terminará siendo cuestionada –¡sabiéndolo ella!- en un país totalmente arruinado, con una
deuda que si se le añade a cualquier país, aun por poderoso, desaparece hasta
nunca jamás.
Tiende a lo magnánimo y a lo
magnífico, y en la medida que puede y sabe lo ejecuta con arreglo a la
permisividad de las circunstancias, códigos y leyes.
No confió su vida al azar esta
valiente mujer, del que nunca fue compañera. No agració nunca el azar; le
desafió, por no exponerse nunca a él. Le retó sin querer saber de sus ayudas.
Nunca pudo arrebatarle su independencia pensadora; ni coartar su recto destino;
ni desposeerle de su conversación cristalina; ni de impedirle operar con
diáfana, exhaustiva, explicitación expresa. Ela ahí dueña de empírias (saber
práctico, experiencias bien entendidas y vivencias perfectamente comprendidas),
que para sí quisiera el más que se la hecha en todo nuestro municipio.
Abarcar en toda su amplitud el
alcance de su biografía, como se ve, por mi concisión tras concisión no lo
pretendo; porque a lo mejor y hasta a lo peor, no sabría. Solo le conocía a
usted de vista y le confieso que no me interesaba como persona, porque la vi
amontonada con esa marea de mujeres: Luzardo, Bolta, Darias, Puig, Medina, etc.
(son muchas, que me perdonen no acordarme del gran grueso de ellas)… Personas
opacas, grises, insulsas, insustanciales, vacías; al mismo tiempo traslúcidas,
que tan poco interés tienen para mí. Quizás de haberlas tratado me pasaría como
con usted, pero lo dudo mucho. Por eso Doña Carmen, por las bastantes tertulias
en que hemos estado, le extraigo del anterior amorfo gentío. Conociendo rápido
a la gente que trato, le puedo decir con satisfacción: ¡Encantado de conocerla!
Mis saludos y mis más elevados respetos para usted.
En nombre, en encargo y
parabienes entusiasmados de la tertulia:
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Antonio Domínguez.