Relatos de Ganadería

Por Tino Torón
Cada vez que nos adentrábamos en las fincas, en su alrededor verdor ya íbamos percibiendo los ruidos del agua, de los trajines de los trabajadores, mujeres y hombres, cada cual en sus tareas trabajando con ese semblante alegre, seguía caminando a su paso los frutos me llamaban con una tentación de pecado, en esos momentos me vino a la imaginación Adán y Eva, pero la mente me dominaba hasta llegar a pecar. Ahora no solo era confesarme si no que como Dios alguien me vio y el dueño me llamó “que has hecho hijo” lo que has cogido no es tuyo, porqué no me lo has pedido, bajando la cabeza le contesté: solo he cogido una fruta que desde lo alto en mi interior me invitó.
      Al  final me dio la bienvenida abriéndome el camino hasta llegar a los alpendres, dejándome con el pastor, los animales habían cantado los pasos, el pastor alertado salió tras una cortina de sacos, al verme se alegró, que haces por aquí, venía a ver los animales, estos tranquilos ya que de por sí el pastor les mandaba un mensaje de tranquilidad.   
      Lo primero que me enseña es la burra parda, me cuenta que tiene ya 20 años, y que está bien enseñada, lo que tiene la jodía que si te descuidas te muerde.
      A continuación en la misma fila es la cuadra con dos mulas, hoy están aquí porque no vino el arriero Juan el del Espigón dice que iba al médico, ayer lo ví raro.
      Pedro y la yegua y el caballo, son de Don José y del padre Don Juan, las tienen para ir a las fincas del Cortijo, a veces trae a sus hijos y salen, tiene una hija que es una jineta, avemaría desde chica la enseñó Miguel el cuadrado, si te digo han llegado con ellas hasta Santa Cristina que tienen otra finca. Pedro se notan que están bien cuidadas, mira, mira, si por la mañana las atiendo, las peino por si vienen y por la tarde lo mismo, ya se lo dije que me quita tiempo, gracias a Juan el arriero que me hecha una mano.
      Pedro yo he estado en esta finca varias veces cuando estaba Juanito el pastor, que bueno era Juan, bastantes copas que me eché con él, mira, mira, si te cuento….yo no sé como ese hombre se acostaba tarde y desde las cinco la mañana lo ven venir con el farol siempre en la mano, mira donde vive y todo lo que tiene que caminar.
      Tino: voy a atender las vacas mientras tú te das una vuelta viendo las chozas de las cabras, en una hay una baifa que vamos a criar. Doy la vuelta y cuando me sienten empiezan a valar, cuando llego veo cuatro cabras una de ellas la ví preñada, tenía un ubre como un leño, en lo que voy a mirar la baifa que solo tenía 15 días ya estaba estirada mientras escucho al macho, este que quiere bu,bu,bu….le cuento a Pedro: se parece al que tiene Antonio el de las cabras que lo siento desde mi casa, el otro día le digo a Antonio que venía con un perro, “Antonio, Antonio”, “qué Tino”, “¿qué quieres? ¿un queso?”, “no hombre gracias”, “si lo quieres pasa por allí, eso sí yo no te lo traigo”. 
        Ay este Tino es de miedo, siempre tu preparado con tus ocurrencias. Todo esto contándose a Pedro, éste muerto risa me hace un cuento siguiendo riéndose, pegándoseme la risa, pues sigan riéndose, porque éste es un cuento de risas, que quiero dejar aquí.
      Vamos que se hace la hora para que veas las vacas y los dos toros, cuando abre la cortina entre una y otra haciéndoles un nudo en medio de un revuelo de moscas y cuando me asomo y veo aquellos animales bien cuidados, me quedé asombrado, me dice:  también el dueño las quiere ver así, esperando que llegue la tarde para ordeñarlas, ahora mismo si quieres una taza, no, no Pedro la hora que es, otro día vendré,  cuando quieras, bueno Tino, Pedro ahora cuando vayas a salir ten cuidado con los perros, echa por la parte de atrás que esta la puerta abierta con el flechillo, las cierras otra vez, bueno, bueno, Adiós Pedro.
         Cuando voy saliendo mi mente se sigue recreando en todo lo que llegué a ver, 
desde la lantrera llena de hierbas, rolos, sacos de afrecho, la tanqueta donde amasaba,     las ovejas, cochinos, gallinas, quiqueres, gallos, palomas, me iba preguntando: si todas las fincas eran así.
      Al llegar a mi casa me reía sólo contagiando a mi mujer que me decía: de que te ríes, de las tantas cosas  que me contó Pedro, entre ellas el caso de Juanito el Pastor de la Finca Don José el del Puente   
          Mi mujer conoce a Juanito y a su mujer Josefa, contándole: Tú sabes cómo es Juanito, un día llega por la mañana y uno de los dos toros a los que le llamaba el listo al que él siempre molestaba, ese día al irle a poner el balde de agua al cantador, cuando estaba agachado lo cogió el listo por los cuernos, levantándolo dándole golpes contra el techo desfondándolo, desde el sombrero, la camisa que se la hizo tiras y los pantalones divididos en dos, los trabajadores todos vinieron a verlo y como no le pasó nada de particular, se reían dándole la lata. “Este no vuelve a molestar al listo, no sabía que era listo, Juanito todo hecho polvo, pues el día anterior había tomados copas de más, el listo fue tan listo que le hizo el día. 
          Con este preámbulo, relato y cuento, lleno de verdades e imaginaciones quiero llegar a mis vivencias


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