Vivencias de un tenoyero - La Ganadería (Capítulo primero)
Por Tino Torón |
Después del preámbulo, lleno de
verdades e imaginaciones, publicado en esta página el día 18 de diciembre,
quiero iniciar estos capítulos con la ganadería en las fincas, en una época
agrícola y ganadera de gran esplendor, desapareciendo casi por completo, pues
aun quedan en las zonas altas e interiores de la isla, que en parte son los que
participan en la actualidad en ferias de ganados, pero de otra manera, antes
los llevaban caminando hasta esos lugares, recuerdo los Molina en la finca de
San Lorenzo, cuando José el condenao, de Tenoya era el encargado, me contó que
subiendo la zona del barranco se le jeringó (se le fastidió) un toro, en Tenoya destacaba la finca de Don
Nicolás Díaz de Aguilar con importantes
premios, tanto de animales de raza como de leche, he visto las
fotografías de esos ejemplares que guarda y cuelgan en las paredes de sus
casonas, esta finca era modelo de lujosas chozas y alpendres con mimados
animales.
Un día vio como
un niño trabajaba descaso y pantalones cortos, pasando ente ortigas, ante el
mayordomo, le dijo: no te das cuenta Manuel, búscale un mejor sitio, e igual
cuando discutía a la vista de las aguas en su estanque, defendiendo al empleado
Miguel, antes que a Manuel…..por razones.
En las fincas
cuando una vaca, se le ponía mala, mandaban que fueran a Arucas urgente y
viniera un curandero, el más famoso y solicitado era el viejo Juan Yánez que
también era herrero, hoy veterinarios, sin embargo los pobres acudían a un
amañado, en Tenoya estaba entre otros Manuel el Fisca, aprendiendo su hijo
Santiago.
En todas las
fincas existía la ganadería por pequeña que fuera, estos animales como las
vacas y las cabras sobre todo predominaban, a parte de la leche, la carne, el estiércol para las mismas
fincas.
Los animales
antes dormían en acolchados de retamas, pinocha, hasta garepas y aserrín de
carpinterías y tierra, el pastor o el ayudante estaban atentos quitando las
bostas y los orines iban encausados a un depósito o a los estercoleros
separados por un pasillo al pié de los alpendres.
De mi casa en
una zona alta y vistosa veía a primeras horas de la mañana, desde las cinco de
la madrugada, divisábamos los faroles de los pastores caminando en la
obscuridad entre veredas llenas de vegetación y barrancos, seguía a esa luz que
a veces desaparecía y de pronto aparecía, recordando el camino de las pitas,
donde los pitones hacían de mástiles de banderas o antorchas.
Desde que era
niño a esa luz que veíamos en las montañas y zonas desoladas y daban miedo que
conocíamos por las luz del corral y luz del bigotudo, luces de faroles,
candiles y velas que en las diferentes fincas en las noches sea apozaban y parecían
estrellas dispersas en la tierra (belenes) con el recorrido en los campos y
rincones de nuestros Pueblos llegaban los pastores a los alpendres, ya antes de
llegar los animales sentían sus pasos de botas herradas balando con unas
sinfonías como tonos musicales y si habían perros estos también de contentos
movían el rabo con ladridos de alegría y bienvenida
Con ese
cariño los pastores tranquilizaban, mientras colgaban el farol o candil, con
esa tímida luz, quitándose la chaqueta entraban en faena, atendiendo a los
animales, acudiendo todos los Domingos y días de fiestas. Recuerdo cuando
estaban de parto haciendo guardia toda la noche, otras veces se llevaban la
sorpresa, al llegar ya habían dado luz, en una ocasión fui a ver un parto, grabando
tan feliz acontecimiento.
Los trabajadores
de la agricultura y la ganadería, en los bares, barberías, zapaterías sociedades, y lugares de reunión, hablaban
de los que llamaban y presumían de sus animales, siendo de los dueños, al que
llamaban también mi amo, haciendo hasta tratos e intercambios, surgiendo
cualquier otra conversaciones, entre noticias del día.
Antes los
pueblos y zonas rurales tenían su propia vida, que recuerde, tanto en Tenoya
como en Tamaraceite habían hasta diez bares casi juntos y tiendas al igual, hoy
en Tenoya quedan solo cuatro bares y tres tiendas.
La imagen y
vestimenta de los trabajadores de aquella época mas generalizada, era igual
para todos, predominando los trajes grises con chaquetas, camisa de rayas, fajín
muchos de ellos y sombrero, otros con boinas (recordando a Maracano de
Tamaraceite que trabajó también en el molino de Juan Suárez, que no se la
quitaba si no para dormir) como herramienta de trabajo el cuchillo canario,
llevándolo a todos los sitios en los bolsillos, estos siempre inflados, la
cachimba, la picadura (el tabaco en bolsas), los papelillos, cajas de cigarros,
otros haciéndose sus mismos cigarros, (una imagen que me gustaba contemplar y
describir) mechero, pañuelo y el que lo tenía el famoso reloj de bolsillo de
leontina, protegido con un pañuelo y amarrado de una cadena, unos del bolsillo
alto de la chaqueta, otros de la cintura, cuando le preguntamos la hora, los
buenos hombres gozaban destapándolo, el calzado botas herradas que encargaban a
los zapateros (en Tenoya habían tres zapaterías )
Había en
Tenoya un viejo, al que le conocíamos por El Abuelito que siempre iba cargado,
medio jorobado y encarpetado, llevaba hasta gasolina para los mecheros y
piedras de fosforera, picadura y papelillos, cajas de cigarros variadas, cuando
iba por la calle las puntas de la chaqueta caían como las alforjas de una mula
o de un quesero, cuando llegaba a la casa, detrás de la puerta tenía una tacha
donde la colgaba, el hombre se estiraba y enderezaba.
Comentarios
¡Muy bonito y verdadero relato!
Hoy me complace haber vivido esa época con tantos cambios que se nos van de las manos y nos vemos a la deriva. Por tal motivo hoy plasmo los pasos de mi vida unido a todos los de mi edad.
Con las vivencias y relatos quiero llegar a todos los mayores y jóvenes de los que en parte tuve la suerte de trabajar con ellos y vivir sus momentos, aconsejándoles y despertando los valores.
Me siento muy satisfecho
Saludos