¿EUROPA NO PUEDE INTERVENIR EN PAISES DE JUSTICIA HERIDOA DEL ALA?
Por Antonio Domínguez |
De la primera
parte de “los orígenes del problema de San Lorenzo” he hablado en otras
ocasiones, pero todavía queda la segunda parte. Si recuerdan algo de lo que
dije en aquel momento, dichos orígenes se asentaron en las acciones de los
saqueadores cuyo Dios Verdadero es el Caudillo.
En definitiva,
nuestro Excmo. Ayuntamiento “desapareció” y ya nada funciona en el cantón de
San Lorenzo de Tamaraceite. Mientras tanto, las mayorías de aquí nos peleamos
con las mayorías de abajo, que no nos quieren devolver lo que nos han quitado;
y las minorías de aquí –esquiroles; hay otras palabras, pero son peores– se
pelean con las minorías de abajo, claramente étnicas, que no quieren quemarse
las manos poseyendo algo que no les pertenece y que, para colmo de males, es de
vil procedencia. En resumen, nos peleamos todos a la vez en una guerra sórdida,
mental y silenciosa, aunque cualquier cosa lo es después de la convulsa noche
de armas. Y así seguiremos hasta que amanezca y la tangana aparezca en los
periódicos junto a las altisonantes declaraciones de los bandidos, que están a
punto de perder esas propiedades que adquirieron movidos por la avaricia y que
desencadenaron el robo de nuestro municipio al completo. Entonces, y solo
entonces, no habrá quien calle a los periódicos, que escupirán en un instante
toda la información que no han querido revelar en ochenta años. Eso sí, todo
esto acontecerá cuando La Haya se pronuncie a nuestro favor.
Aun así, y si
tenemos un poco de esperanza, puede que algún día aparezca aquí un juez de
honradez admirable por la enorme empatía que profesa a los que son huérfanos de
la tierra, o sea, han quedado desposeídos de sus raíces y su cultura. Alguien,
por ir un poco más allá en mi retrato moral, que tenga el don de sensibilizarse
con el damnificado, el dañado, el atropellado. Creo que no es mucho pedir un
juez que sea, como mínimo, un ser humano de verdad, bien hecho y bien acabado;
como lo fuera el juez de jueces, Garzón, que le paró los pies al sanguinario
Pinochet en esa gran cloaca –pues no sirve para beber– llamada Támesis.
Y mientras
esperamos y rezamos por el advenimiento de un juez elogiable, los de abajo se
degradan todavía más y se bañan en su creciente decadencia, ultimando nuevos
planes para nuevas grandes urbanizaciones en las que, más seguro que
supuestamente, se olvidarán de más del 50% de los servicios y equipamientos
esenciales; y todo ello ante las mismísimas narices de la fiscalía, que ni
siquiera tiene valor para actuar de oficio y que detendrá cualquier proceso hasta
que los hijos del Excelentísimo Ayuntamiento se pronuncien para decir en alto
qué es lo que quieren y el asunto se arregle por sí solo. Pero no harán caso
alguno a ninguna reclamación y por eso aquí seguimos, sin que el Ayuntamiento
nos haya sido devuelto. Sabemos que la Justicia se eterniza, y más si tenemos
en cuenta que los de abajo tocarán en todas las puertas posibles y recurrirán a
todas las sentencias perdidas, pruebas de los abusos judiciales cometidos.
De hecho, que
recurrirán a todos los tribunales europeos a los que se pueda es algo de lo que
no cabe duda, desde donde serán machacados por nuevos y multimillonarios
porrazos jurídicos, aunque no antes de ser desplumados como gallinas japonesas.
Así seguirá este entuerto, pasando por muchas manos defensoras hasta que llegue
al fin el cirujano que tenga los recursos médicos necesarios para amputar lo
que haya que amputar, y que, ya de paso, sea hábil para transportar
personalmente al cementerio los desechos quirúrgicos que queden, que van a ser
gigantescos si trabaja con la precisión que el asunto necesita. Aun así, lo
dicho: en lo que esperamos, con o sin paciencia, esos que ya he mencionado
terminarán de cargarse nuestros hermosos valles tropicales a base de
mastodónticas tiendas multigénero al más puro estilo americano (del norte); y
para muestra un botón, pues el barranco grande de Tamaraceite discurre hoy por
hoy por una tubería que se extiende bajo muchas de esas megaconstrucciones.
Por otro lado,
de aquí a que llegue a satisfacerse nuestra memoria histórica ya nos habremos
mezclado con personas de las cinco razas que nos habrán inyectado todo tipo de
problemas, y las contribuciones y demás impuestos se los llevarán del modo y la
forma que les dé la gana; y es que, como comentan los gauchos argentinos del Martín
Fierro, “las penitas pa' nosotros las vaquitas son ajenas”. Pero lo
peor será que se erigirá una cucarachil fila de enormes construcciones que se
sumará a las ya obsoletas, y ninguna será gestionada ni con inteligencia, ni
con determinación. Por eso mismo involucionarán hasta transformarse en áreas
marginales que, como es natural, contaminarán los alrededores de
tercermundismo.
¿Resultado?,
que la magnificencia de la legítima y futurista visión de nuestro Excmo.
Ayuntamiento, en la que no había cabida para desastres de este calibre, se
empaña cada vez más con los fantasmas, muy reales, de la fragmentación social y
de las actividades parasitarias que nada tienen de la antigua nobleza de
nuestro cantón. Si nos hubiesen dejado seguir gobernando en él... Porque, de
habernos dejado, nuestros desastres culturales, ya sean los relacionados con el
aspecto económico o social, estarían hoy en día reducidos a su mínima
expresión; y no como ahora, que están en su punto álgido y son inaguantables. Porque,
para una persona seria que ha recibido un mínimo de formación, la torturante
bulla de la banda de Agaete y el estridente ruido que machaca a todas horas son
peores que los de una película de acción de mala calidad.
Eso sí, está
clarísimo que, en su fuero interno, los de abajo ya se han movido para llevar a
cabo multitud de estudios, análisis y reflexiones de lo que se les viene encima
por la vía de los tribunales; solo que, obtusos en su estrechez de miras, han
optado por el astuto, medroso y absoluto silencio y por esconder la cabeza bajo
el ala. Es por ello que todos los alcaldes que se han ido sucediendo unos a
otros desde el comienzo de la usurpación histórica son, cuanto menos, dignos
clones de esos primeros usurpadores; aunque, como siempre, supuesta y
presuntamente. Pero no debemos olvidar una circunstancia fundamental: las
motivaciones que les animan a conservar lo que una vez fue expoliado son
distintas entre sí en tiempo y contexto pero exactamente iguales en todo lo
demás. Cierto, los de ahora no han asesinado ni depositado ninguna pistola
sobre la mesa, pero sí que perpetúan el delito original y la mentira.
Porque yo
considero delito lo que una vez un alcalde, en un acto de cinismo manifiesto,
exclamó a los guardias que lo rodeaban: “San Lorenzo fue muy generoso
anexionándose a Las Palmas!”. ¡Habrase visto tamaña cara de cemento y mayor
despliegue de manipulación...!
A pesar de
todo, son las voces de esta gente la que tienen peso, mucho más que la liviana
y maltratada memoria histórica que tan fundamental es para los hijos de San
Lorenzo y para el ser humano en general. Recuerden esto: la memoria histórica
nos da libertad de pensamiento.
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