El terrorismo
Por Luis C. García Correa |
El terrorismo nos devuelve a la guerra de guerrillas.
La historia se repite.
Ni la libertad, ni la educación, ni la preparación moral e intelectual – fundamentos de la libertad y de la moralidad – están con los terroristas, todo lo contrario: los que los condenamos somos la mayoría de la humanidad.
Así lo deduzco de las manifestaciones de repulsa – y con razón – a los recientes atentados de Barcelona.
Sin embargo, no veo ni oigo la misma repulsa al terrorismo atroz de la muerte de inocentes por no tener lo necesario e imprescindible, aquello que le pudimos haber dado y que no les hemos dado.
Son lógicas y necesarias las repulsas, las reacciones y las condenas de los actos de terrorismo: expresan lo que los seres humanos necesitamos para la felicidad, la paz, la tranquilidad, la necesaria seguridad de la vida.
Las preferencias personales no son por lo llamativo del acto, sino por el daño que infringimos o nos infringen, tanto por activa como por pasiva.
Sin la honesta participación de la mayoría no hay ni habrá posibilidades de tener y gozar la paz, la felicidad y la libertad.
¿Cuántas personas, de todas las edades, mueren por falta de lo imprescindible? Si la mayoría las socorriésemos, para lo cual no hace mucho esfuerzo si no determinación, esos niños y mayores no morirían y vivirían. Eso sí que es terrorismo a escala planetaria y de miles de personas.
El terrorismo fanático, y poniendo por testigo a la Divinidad, es una forma evidente de la falta de amor y de sacrificio por los demás. Es odio mortal. Es pedir la muerte a cambio de nada, matar a cambio de nadad, porque los que mueren no tienen nada que ver con las exigencias terroristas.
¿Cómo entiendo que esos ataques incontrolados y locos sucedan esporádicamente? Creo que por la falta de la honesta participación de la mayoría.
Quejarse, romperse las vestiduras, lamentarse por hecho ciertos y verdaderos tiene su fundamento en la verdad, en la realidad. Pero no estamos haciendo nada por eliminar el mal, a miles de muertes por nuestro terrorismo pasota.
¿Por qué suceden esos hechos aterradores que les cuestan la vida a tantos inocentes? Yo me siento culpable. El porqué sigue siendo el mismo: la falta de la honesta participación de la mayoría, yo incluido.
No debo de estar siendo ni actuando con la suficiente honestidad y participación para ayudar. Para contribuir a que no mueran aquellas personas que pudiendo vivir, mueren, entre ellas niños inocentes.
Estas palabras que hoy escribo me responsabilizan y me obligan a buscar los medios y las formas de ayudar a quien lo necesita de verdad. Les pido que me ayuden a ser lo que debo ser y hacer lo que debo hacer.
Me tiene que impulsar y exigir, no solo a escribir sino a ser y hacer lo que debo hacer.
Padre Dios ilumina nuestras conciencias, almas y virtudes y responsabilidades, y siembra en nosotros la responsabilidad de hacer lo que debemos hacer. En especial en aquello y aquellas cosas y hechos que son vidas que dependen de mi, de mis hechos, y de los de los demás.
¿Cómo acabar con el terrorismo? Con amor y hechos de honesta participación, que eliminen el pasotismo e incrementen el amor a los demás. Dejarlos sin armas, porque damos todo lo que podemos por solucionar verdaderos y necesarios problemas de vida, de subsistencia, que tienen tantas personas. De la vida, para que no mueran por mi falta de cooperación.
¿Qué puedo y que debo hacer? Realmente no lo sé. Necesito la ayuda de los demás, porque juntos, seguro, eliminaremos el mal en el terrorismo de aquí y de cualquier otro lugar del planeta.
Padre Dios ilumina nuestros corazones y nuestras mentes, creyentes o no, para que tratemos, por todos los medio, que no muera nadie más, y menos por el terrorismo de unos pocos, porque salvamos a los demás, que son los muchos.
El terrorismo lo tenemos que combatir siempre, porque no hay razón para matar, y tenemos que defendernos con todos los medios y con la honesta participación de, al menos, la mayoría en la búsqueda y captura de esos criminales. Y sin olvidar a los demás necesitados.
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