¡Le estoy esperando! ¡Le necesito!

Por Luis C. García Correa
¡Le estoy esperando! ¡Yo solo no puedo! ¡Le necesito!
Nací porque mis padres se quisieron y fueron generosos: mi madre me gestó y no me abortó. Durante muchos años necesité la ayuda de mi padre y de mi madre.
Crecí y sigo viviendo con, por y con la ayuda de los demás.
No sé, ni quiero vivir sin contar con la ayuda de los demás.
¡He tratado y trato de alcanzar metas tan grandes como necesarias!
Solo no puedo. Le necesito a Usted. Le estoy esperando para que juntos podamos alcanzar lo que nos enseñaron era la felicidad y la libertad.
He recorrido una parte importante de mi vida. No sé lo que me queda por recorrer. Por mi edad, deduzco que no puede ser mucho. 
Aunque sea poco, trataré de seguir buscando el medio y forma de alcanzar las metas que debo alcanzar. Para ello le sigo necesitando. Por ello le estoy esperando.
La soledad absoluta no existe. No estoy absolutamente solo. Sí existen la separación, la lejanía, la distancia, que son enemigos de la amistad.
Sigo viviendo y tengo que aprovechar el tiempo. Pero para ello le necesito: para que juntos encontremos el camino y la senda que nos lleve a las metas que tenemos y debemos alcanzar. Estoy seguro de que Usted, con su amor y amistad, me ayudará a encontrar y recorrer el camino.
Juntos estamos seguros en el camino correcto, que no es otro que el de la santidad.
Si estuviera solo, me perdería y no sabría encontrar ese maravilloso camino de la santidad.
¡Le necesito! ¡Le sigo esperando! Para que juntos caminemos por el camino de la santidad. Es la meta a alcanzar para llegar y vivir la plena felicidad y la plena libertad.
Por favor ¡Le necesito! ¡Aquí le estoy esperando!

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