ACUDE DIOS ¡¡POR DIOS!! (…)

Por Antonio Domínguez
Ármese de valor y mándese este artículo entre pecho y espaldas. Verá lo entretenido que está por divertido y hasta atrevido, seguro, lo verá la media humanidad que quiere ir al cielo por la fuerza de su solo deseo y méritos para ello ningunos. ”¡¡nada mas infrecuente entre moralistas y santos que la honestidad!!”, esto lo dijo NIETZSCHE: discútanselo a ÉL.
Procurando portarme de lo mejor que soy capaz, comienzo por decirle que si usted se ha dejado la color de la piel… su salud, penetrando de forma tozuda por la teología para adentro ¡”que Dios se lo perdone”! Ni yo ni nadie podrá hacer nada por usted.
A veces comunico por escrito en esta página y a nadie ayudo, por entender todos lo que digo. Cuando quiero ayudar a todos lo entienden tres.
Ellos tres se ven perjudicados en sus intereses o en sus creencias, contagiadas en su mas rala infancia; siguiendo por toda la vida hipnotizados sin enterarse que hay que despertar para la afín ¡sí!, pero, también la adversa creencia, para comparar y descartar simplezas de certezas, en uno u otro sentido.
Una vez pregunté a una licenciada: ¿te gusta mi “ordenamiento” en los conceptos? Me dijo sí, pero… lo dejó en esos puntos suspensivos por no cantar el cantar de  la beata priora de convento que sueña ser de mayor.
Estoy “reventado”, ¡¡muy cansado!! De ser el tolete ante gente con dinero o, brutitos de licenciaturas de ciencias (ignorantes que te ensucias, fuera de sus cuatro números; no así los de letras. Les basta ser del pueblo para yo quererles mucho. Es superior el amor que el respeto; de ahí la presunta respetuosidad.
En lo que más inciden con las preguntas que me hacen es, según ellos, en la imposible disociación de la filosofía de la teología.
Parafrasearé a Tino (San Agustín) invocaré a  Anse (San Anselmo) y demás “filósofos” del santoral; los cuales niego como filósofos y les dejo en la nada de la teología y van que chuta.
La luz natural (razón que ilumina al hombre) dice: hasta el siglo dieciocho, ciencia; todavía en el siglo diecinueve se decía “filosofía natural” sin intervención de teología alguna. La filosofía es una búsqueda que se interroga sobre la verdad y sus problemas; su tarea es mas la de suscitar problemas, que la de resolverlos; en este sentido es absolutamente critica, ¡nunca dogmatica! es trabajo intelectual de la razón que solo atiende a cosas de este mundo; aun suponiéndolas, pero, ¡aquí! Ese aquí es donde tiene su trabajo la razón práctica, de este mundo, en cuanto que logística: lógica -el logos, ¡solo material! en sentido universal-. El programa de enseñanza de la filosofía comprende: psicología, lógica, moral no en sentido del pecado ni de nada que no sea material, estética y metafísica solo de este mundo. Ciencia del ser en tanto que ser físico. Las dos grandes dimensiones de la filosofía son el conocimiento y la acción. Desde que Hegel dijo que la filosofía era, ante todo, una reflexión sobre la historia de la filosofía, es decir, una relectura creadora de los textos de los filósofos anteriores, podemos concluir que cada nueva obra de un verdadero filosofo es como un renacer de la filosofía. Sucede como si la tradición se transfigurara en nuevos mundos teóricos por venir.
Ahora viene la palabra teología explicada según mi luz natural: TEOLOGÍA: metafísica que trata de Dios de su existencia y sus atributos. Metafísica en este caso, puede ser, porque se habla de más allá de la física; es como decir de ninguna parte, es como decir de planetas habitados, de lo cual no se sabe una palabra.  Dios, ha lugar a probar lo improbado ¡nadie le ha  visto! En cuanto a sus atributos, pertenencias etc. no se puede hablar del cielo como si se hubiese estado allí en un viaje turístico. ¡Un poquito de por favor y de vergüenza torera!
Todos sus terrenos, asuntos y cosas las describe un libro hecho con tinta y papel de este mundo y escrito por hombres de este mundo que hablaban con Dios nada menos; siempre sin testigos muy lamentablemente. Dicen de teología racional natural  que reposa en la mera razón, cuando es mentira porque la teología escapa a lo razonable, lo que no se comprende, y que no ha dado la mas mínima seña de existencia en ninguna razón.
Montan el tinglado mas monumental que haya ensamblado el hombre jamás “para demostrar” que la teología es una revelación ¿Cuál fotografía, Pero en que se basan. Donde lo oyeron, o, donde me pueden llevar a mí para que lo oiga? ¿Es que porque se vista un hombre de mascara un domingo por la mañana es   mas que los demás allí; que hasta de ovejas, borregos y de ganado (así mismo les llaman, y a Dios cordero) son en metáfora tratados?
De la teología dogmatica –que es la fe- y de la teología moral -que es el pecado- se constituyen los dos grandes campos del espacio teológico. Con solo estas aéreas raíces no hace falta mas para tener maestros y educadores plenamente convencidos, atraídos, “inmovilizados parados estáticos” y ¡encantados!; educando en creencias, que viene a ser (todo lo que no sea amarillo no es amarillo) malcriando en razones y certezas.
Esto no es teología negativa. Esto es una negación de la teología, en el sentido de su imposibilidad porque escapa totalmente a la razón; ya sea “positiva” ya sea negativa.
Al estar tan en el aire y ser ninguno el conocimiento ontológico-metafísico (conocimiento del ser divino mas allá de este mundo) que tan grande empresa requiere, recurrieron -un tal Tomas de Aquino y Juan de la Cruz- a la negativa, por lo que se habla de teología apofática: intentonas desesperadas por razonar lo irrazonable y explicar lo que nadie puede aprehender, intelectualizar no inteligible frente a frente con la razón pura (no porque sea pura, es porque no hay otra). La teología apofática (que significa “decir no”, “negar”), es una vía teológica que se aparta de todo “conocimiento” positivo de la naturaleza o esencia de Dios; pero tanto esta vía como la otra de la teología positiva, para mi tienen el mismo valor frente a la filosofía: o sea, ninguno y así expresamente se lo niego. La teología afirmativa ofrece la posibilidad de conocer a dios a través del uso de la razón y del intelecto. Estoy de acuerdo, pero para eso tendrá Dios primero ser presentado. Ante la imposibilidad de poder traer para abajo a Dios en persona, ya que no sirve en estas lides casarse por el poder, y no sirve porque solo se trataría de fe, la cual no sirve para nada; porque significa nada.
Sé que esto se va haciendo apañado para un  diálogo de sordos, porque el teólogo cuando escucha hablar al filosofo genuino, auténtico (no le nombro por el nombre para no producirles mareo), dice: blasfemia, herejía, pecado, ¡eso no falla! El filósofo genuino, auténtico, cuando oye hablar al teólogo se mea de risa.
No se pierda de vista que trato de demostrar que la teología es un rebotallo, un todo revuelto: una impermeable, particular envoltura donde no hay grieta para la filosofía.
El pobre e infeliz Abelardo (en el sentido que le puede el ridículo tiquismiquis que es el pecado), cierto es que su distinción entre el delito y el pecado alude a la concepción de la intención como fundamento de la bondad o de la maldad. Mas esta bondad maldad no son nunca subjetivas; menos aun pretendía Abelardo suprimir el efectivo castigo del delito, pues si bien el filosofo escribió en el capítulo 5 de su ética “que el acto del pecado no es un delito en sí mismo” (es lo que traigo a destacar), advirtió acto seguido que en el orden humano la imposibilidad de hacer lo que Dios hace –sondear la verdad del corazón- impone juzgar la maldad según el acto y no según la mala saña con que es ejecutado.
La dialéctica negativa (exclusiva y de este mundo) repudia toda contextualización definitiva y tiene en cuenta el movimiento incesante del pensamiento al que no puede satisfacer ninguna alternativa. La propia lógica se convierte entonces en lógica dialéctica donde la contradicción se hace objetiva. Curiosamente el ejercicio de la lógica que salta por encima de toda caracterización lleva a poder comparar la filosofía impulsada por la dialéctica negativa con una obra de arte la cual no dice nada propiamente sobre la realidad. Representar los antagonismos sociales no es conceptualizarlos, sino representarlos miméticamente.
Las cosas no han de ser objeto de fe propiamente hablando, sin embargo no hay una filosofía de San Agustín ayuntada a “su filosofía” y hasta de sus experiencias personales. En el sentido formulado dentro, justamente, de la tradición agustiniana, por san Anselmo; San Agustín no cree porque sí, y menos porque el objeto de la creencia sea absurdo. Tampoco comprende, porque no tiene datos, sino que cree para comprender lo que cree –y podría añadirse-, comprende para creer; todo mentira porque es harto exagerado inmenso creer para tan poco o nada comprender. Se queda todo en la fe, que es suponer. Las suposiciones no sirven sino llegado el momento en que se muestran las causas para poderlas contrastar en efectos. A ver si va a salir aquí que San Agustín no era siquiera teólogo. ¿Era filosofo?, pues mira, este, algo sí; lucía pequeña llama raciocina, y la teología es solo humo ¡una gran bomba de humo!
Los dictados de la pasión y del corazón colmado de felicidad de San Agustín –como dicen sus biógrafos- no son suficientes para moldear síntesis rigurosas y de mundo preñadas. Dicen ahora (y se quedan tan panchos), que la busca agustiniana de la verdad no es, así solo contemplativa, sino también eminentemente activa; que no implica solo conocimiento la posesión de la verdad, antes que ser objeto de ciencia, lo es de sapiencia o sabiduría. Y la busca de la verdad no es un método sino un camino espiritual,- un peregrinaje, un itinerario. Ahí queda eso y, así, se le llama filósofo a cualquiera: a un san Agustín teólogo a muerte que, como greca figura, presa de hipnosis lo pasó mirando al cielo día y noche.
Si los académicos tuvieran un sillón con letra para ir a trabajar, y no a dormir como es el caso, ya nos habrían librado del amasijo que ha llevado a cabo la teología con las demás ciencias, especialmente la filosofía con y sus consecuentes desastrosas repercusiones; en la filosofía, sociología, psicología, biología etc. de la filosofía se quieren valer todos, para todo otro estudio, por razón esencial ¿que justifica? mi comentario que intenta bajar de la burra de la filosofía a los encorsetamientos de toda teología. A ninguna burra se puede subir algo que no sea de este mundo.   
Ya es hora de que sepamos que la filosofía sirve para comunicar solo empírias entre los hombres; algunos hombres mentían cuando pretendidamente hablaban con dios (hoy los hay –es la moda- que han sido abducidos y hasta han estado en Ganimedes); ¿No se dan cuenta que Dios lleva dos mil años sin hablar en privado con alguien –excepto a locos- y que el mundo está mil y una vez peor que Cristo lo dejó ¡mantas! Que no abrigáis ni en el verano?
El racionalismo de D´Alembert se manifestaba en la lucha contra lo que consideraba el oscurantismo de toda creencia en mitos y, en general, en una realidad trascendente. Su empirismo se revela en su oposición a principios metafísicos incomprobados e incomprobables por medio de la experiencia de la filosofía. 
El filosofo que fue sin taras ni lastres D´Alembert; la relación entre principios y hechos era para Él equivalente a la relación entre leyes y fenómenos. En esta relación subrayaba constantemente el elemento empírico mas allá del cual no puede ir la razón. La filosofía ama la claridad del día y no se apunta a excursiones por la selva negra, ni a grandes cuevas, de quilómetros, se amolda. La filosofía es nudo de unión de los saberes; pero no al método de la metafísica tradicional, sino como sistema racional demostrable de todas las relaciones entre principios y fenómenos. D´Alembert no escribió para sectas y pudo crear su filosofía sin nombrar nunca la palabra prohibida para los filósofos de raza: para ellos, la palabra aciaga es: teología.





De una entrevista a manolo Caballero Bonald, voy a extraer y comentar alguno de sus principios. Hágolo, mas bien, para envolverme de la credibilidad que este hombre tiene; al efecto de vacunarme de las consecuencias del artículo que antecede. Serían consecuencias: antipatía por ignorancia; por, no dándome importancia leerme a toda velocidad, por distensión en cerebros enralecidos, metidos en cabezas muy grandes,  teniendo alejados para mantenerse, los limites óseos que le estrechen a meritos y elocuencias de la altura.
¡Abrimos los cajones y que también corra la intentona! Bonald dijo que le parecía una “obscenidad” escribir más libros de poesías; al mismo tiempo reconoce: “la poesía tiene un salvador”: te salva y te consuela. Es como un alivio; y cuanto mas malo sea el poema (esos que dicen imbecilidades como que, el aire le mandaba mordidas a el hierro; o a los hilos de piedra que alude Neruda; ese gran tolete)  a más gente alivia. Tiene un poder terapéutico para curar ciertas zozobras de la vida que, al no entender el poema ni quien lo escribió, consecuentemente tiene poderes en particular para todo el que lo lea (mejor, lo llore). Increíblemente ve el mas torpe mamífero en los poemarios, mundos, que el que los escribió podrá jamás imaginar lo que dijo y no dijo embarcado en sin par ni igual rabieta poética (pudiera ser que se le gastó el bolígrafo). Pues bien, bale pues.
Lo dicho se puede seguir argumentando a costas de las políticas, de las montañas de dinero, de las religiones y demás poderes.
Lo dejaremos en las cosas del señor, que es ahora lo que tenemos que penetrar liso y sencillo, si queremos vender. Volvemos con Bonald –“que es de quien me estoy copiando”- atenido ahora a su libro: “Desaprendizaje”, y dice el tío que primero fue hijo, hermano y sobrino: “desaprender es olvidar; entiendo que desaprender puede ser un título rudo, brusco casi como un insulto”. Pero lo que propongo a mí mismo y al lector, es el olvido de lo que se ha aprendido mal; de lo que se ha aprendido de memoria con enfoques defectuosos de cultura o incultura. Da lo mismo cuando es horrible la cultura. 

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