Creer o no creer después de la muerte

Por Luis C. García Correa
La muerte es el fin de la vida terrenal.
La muerte es el vecino más cercano.
La muerte es la realidad eterna.
Sea creyente o no, la muerte le llegará igual.
Quien muere sin fe, sin creer en un más allá, se encontrará de golpe con lo que existe después.
¿Está seguro de que, después de la muerte, no hay nada más?
¿Quién le dio la vida? ¿Solo sus padres? ¿Quién le dio el alma?
Si tiene dudas, no lo dude: cuando muera encontrará que existe una vida infinita.
Morir estando convencido de que después de la muerte no existe la eternidad debe ser muy duro. Y muy triste.
Por favor: al menos, póngalo en duda.
Confío que la misericordia infinita de Padre Dios le dé la misma oportunidad que le dio al tío de Santa Teresa.
Santa Teresa rezaba, constantemente, por su tío. Pero el buen hombre se quitó la vida, tirándose desde un puente.
Cuando murió, Santa Teresa se encaró con Padre Dios: ¿por qué has permitido que mi tío se suicide? Y Padre Dios le contestó: Teresa, entre el puente y el río, ahí en medio, estaba yo.
Si no cree en que después de la muerte hay una vida eterna, le deseo, de todo corazón, y rogaré a Padre Dios que le dé la misma oportunidad que le dio al tío de Santa Teresa.
No lo dude. Al menos piense, medite, que los seres humanos, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: ese Dios, para usted desconocido, no le ha dejado, ni le dejará nunca solo. Está dentro de usted, si no lo rechaza. Porque El nos ha dado la libertad de rechazarle.
Piense en la vida, esa maravilla que nos ha tocado vivir, incluso en medio de situaciones tan desastrosas como la que padecemos. ¿Nos ha llegado el alma por generación espontánea? ¿Quién creó el alma? El Universo ¿se creó a sí mismo?
No tengo más argumentos, solo mis experiencias de la existencia de un Dios infinito en todo. Solo me falta verlo.
¿Cómo convencerle? Mire la cara de un cadáver.
¿Cómo convencerle? Ahora ya no depende mí, solo depende de usted.

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