Gofios de tristes alcances
Por Antonio Domínguez |
Hay unas similitudes tan grandes de unos a otros que la única diferencia necesaria está en lo que no dicen, que es nada. No se habla aquí solamente de individuos no instruidos (la cultura es otra cosa) y del tres al cuarto. Digo, que, quizás son las personas de formación unilateral y con orejeras –anteojeras– (licenciados) los más perdidos y desposeídos del saber natural en virtud de un conocimiento de su formación exquisita pero huérfana en todo lo demás que también cuenta ‘y bastante! Es desesperante verles con maletín negro, corbata de nudo ladeado de aire preocupante y que no son capaces de decir ni una sola bendita estupidez, porque lo insulso de su conversación no alcanza la comunicación verbal de un niño de ocho años. No incurren siquiera en una imbecilidad, no dicen nada, en contraste surrealista de su bella estampa, limpieza y presencia, con lo que dicen que es nada (cuantas veces haya que repetirlo). Y todo lo que hacen es lo que dijimos antes: bueno, venga, okay, vale, chao… ¿el invento de la palabra imbecilidad fue inspirado por semejantes descritos cuantiosos individuos?
¿Será ese enraleciendo de sesos consecuencia de las recomendaciones de huir de la lengua de Salamanca? ¿Vendrán esos males de discursos puntuales, en lugares con no peso académico y no de humanistas laicos catedráticos, lingüistas, filósofos etc.? ¡¡¡No hay un solo libro medio decente en el que no se utilice el lenguaje cursi que tan antipático nos cae a los canarios. Nuestra lengua canaria; después que se acabó la buena literatura y la bella poesía (no es por nada, sino porque no hay un filón que sea eterno). Está bien para captados, adoctrinados, amas y amos de casa, que no sean dueños de mas nada. También se puede decir que las basuras llegaron después de la muerte de los grandes y con la real academia canaria de las letras; al no servir para síntesis complicadas ha de metérsele mano a la legua de Valladolid. Así y todo la inmensa mayoría, inconcreciones representaciones nada sirven para los adocenados: comunes, corrientes, mediocres, chabacanos; con un conformismo limitado, vulgar, aborregado. Y ese es su atractivo: tenerles en corro escuchando las mentiras de cho Modesto. Eso sí en lenguaje sencillito: para arrastrar con una mano la gran y casi total masa y luchan deslealmente, con quienes quieren impedir que llenen siempre sus redes a reventar.
Si quiere conocer aprenda a leer a Schopenhauer, a Nietzsche, a Goethe, Platón, Russell y evitar a descartes, al viejo Kant, y, para no acabar pirado, a todos los que tengan algo de teólogos y no sean filósofos puros ni les escuche. Busquen libros donde se repitan mil veces palabras godas. Aborrezcan toda comunicación con el léxico guanche enselvado. Me joden estos precios tan altos que cobro por puntualizar; pero no puedo ser barato por aclarar solo un punto de los varios que tengo y no puedo, porque carezco de la prueba fiable para poderles despejar. Hay que esperar a fundamentos certeros; porque yo también soy un artista cuando quiero hablar entre líneas en sentido figurado rodeando por Tenoya y no me gusta ser “pescado”. Bien es verdad que solo acudo a esas rastreras prácticas cuando quiero sacar a la alimaña de su cubil a que le dé la luz. Tengamos la fiesta en paz.
Se usa expandirse en soportes digitales haciendo cuentos de sí mismo en público, por ende haciendo canciones de uno mismo en un diario personal público, cuidado, y aguantador de cuanto le falta para contar el cuento completo. Hoy pido perdón por incurrir en mí no yo, pero en igual disparate de la yoidad ¿inducido?. Yo no soy universitario pero, tengo letras para agarrarme con la sola soledad de ellas por el pescuezo con el mas letrado y con el mas pintado. Solo recomiendo ¡prudencia!. Mucha prudencia.
Martin Fierro (es uno de los tantos que me atreven) decía: <<yo no soy cantor letrao/ mas si me pongo a cantar/ no tengo cuando parar/ y me envejezco cantando/ las coplas me van brotando/ como agua del manantial>>. Algo por el estilo es mi prosa, que solo para, con la ilusión de ser leída; sabedora que las personas solo leen si es chiquitito el texto.
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