San Gregorio: La muerte de la montaña mágica

Por Francisco Gonzáalez Tejera  

Otro pelotazo en suelo protegido de Las Palmas GC, para beneficio de constructoras en una montaña con niveles de protección altísimos por sus valores naturales. Que tristeza de políticos que donde hay ecología solo ven dinero y más cemento.

¡Salvar la montaña de San Gregorio! encabezado por el Colectivo Ecologista Atamarazayt, fue el movimiento social que a principios de los 90 se enfrentó, incluso con encadenamientos y otras acciones, a los tractores de la constructora Lopesan, llegando a paralizar las obras temporalmente por inexistencia de estudio de impacto ambiental, este macro proyecto urbanístico denominado «Ciudad del Campo», arrasó por cientos de miles de cardones (Euphorbia canariensis), tabaibas (Euphorbia balsamifera Aiton), acebuche (Olea cerasiformis) y muchas especies más de flora endémica de las Islas Canarias, con altos niveles de protección en normativas estatales e internacionales.

Toda esta lucha titánica sin Internet, sin medios económicos, logró arrodillar al gigante constructor, pero irregularidades gravísimas en el seno del Ayuntamiento de Las Palmas GC, incluso con falsificación de documentos públicos, lograron que las obras continuaran construyendo un nuevo barrio residencial con viviendas en su mayoría privadas, con una minoría de protección oficial, creando un gueto marginal con infinidad de problemas de exclusión, miseria, hambre y desarraigo.

La nueva Ciudad del Campo pasó de ser una loma deshabitada rodeada de vegetación autóctona a convertirse en un auténtico barrio dormitorio en el que se edificaron varios bloques de edificios que acogen a más de 8.000 habitantes. Esta masificación de viviendas, sin embargo, no vino acompañada por los lógicos equipamientos sociales, culturales y deportivos y los pocos espacios libres que recoge el Plan General Municipal de Ordenación (PGMO) se localizan en laderas muy empinadas y poco propicias para parques.

Ahora el grupo municipal capitalino, se saca de la manga un nuevo plan urbanístico en el otro extremo de la montaña de San Gregorio, a pocos metros de las Charcas de San Lorenzo. La Junta de Gobierno de la Ciudad ha aprobado el proyecto de reparcelación del suelo que corresponde al barrio de Isla Perdida. En términos generales, la nueva ordenación de la zona, situada entre los barrios de Piletas y Riscos Negros, permitirá la construcción de unas 570 viviendas más, entre unifamiliares y colectivas, con pequeñas tiendas, un colegio y una zona de senderos en los espacios libres de ladera para compensar vergonzosamente el tremendo estropicio.


Este frágil ecosistema se verá de nuevo invadido por retroexcavadoras, camiones, hormigón, construcciones sin control para enriquecimiento de millonarias empresas constructoras, al margen absolutamente de la realidad social de miles de vecinas y vecinos, que contemplarán como lo poco que nos queda: fauna protegida, flora única en el mundo, un paisaje de los más hermosos de la isla, será destruido para meter más cemento, en lugar de canalizar todo ese gasto y ese esfuerzo en reforestar, crear puntos de observación de la naturaleza, espacios donde la ciudadanía pueda disfrutar de lo que fue la referencia ecológica y cultural de cientos de generaciones del antiguo municipio de San Lorenzo, de una Tamaraceite olvidada por las instituciones públicas, con empobrecimiento progresivo de la población, focos de indigencia, construcción masiva de centros comerciales en suelo de alta productividad agrícola, millones de lagartos gigantes de Gran Canaria (Gallotia stehlini), aplastados por la maquinaria de la muerte y lo que falsamente algunos llaman «progreso».

Tal vez estas palabras de alguien que ha nacido y se ha criado en esta zona del planeta no lleguen a ninguna parte, pero al menos he querido reflejar mi profunda indignación, mi decepción con quienes hacen de la política una forma de promoción personal y «presuntamente» económica, desde la lejanía hoy me he despertado con mucha tristeza de ver como lo que se vende es mi tierra, la tierra del pueblo canario, además me hace comprender los motivos del silencio municipal y del Cabildo ante la propuesta de preservación y conservación de los estanques de barro de San Lorenzo y su riqueza etnográfica y biológica, ahora queda claro.

Todo muy triste, muy negro, cuando está en manos sucias de codicia de quienes ocupan un cargo público, destruirán lo que queda de la montaña mágica de nuestros ancestros, allí donde much@s nos criamos disfrutando de uno de los parajes de mayor belleza de estas islas desafortunadas.

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