Lo que escondían sus ojos (Nieves Herrero. La esfera de los libros, 2013

   Lo que escondían sus ojos (Nieves Herrero. La esfera de los libros, 2013)
 
 «Es una virtud saber cuándo algo debe acabar». Estas palabras salidas de la boca de Ramón Serrano Súñer, cuñado y ministro de Franco, resonaron con ímpetu y dolor en los tímpanos de su amante, Sonsoles de Icaza, la marquesa de Llanzol. Fue la primera vez que Serrano verbalizó el peligro de su relación. Hasta entonces, la pasión había marcado el ritmo a espaldas de sus respectivas familias y de un país maltrecho y herido tras la reciente
Guerra Civil.
Y es que Sonsoles, casada con un hombre que le doblaba la edad, Francisco Díez de Rivera, y madre de tres niños, no había experimentado hasta entonces unos sentimientos tan fuertes como aquellos que la invadían cuando estaba junto al poderoso cuñadísimo. Nada más cruzarse con él en el Hotel Ritz de Madrid, supo en qué consistía estar enamorada.
Serrano Súñer, casado con Zita Polo –hermana de Carmen Polo- y padre de seis hijos, acostumbraba a generar habladurías allá donde iba. Su mujer, sumisa y enamorada, intentaba sobrellevarlas con la mayor dignidad.
 
Con su aroma a vainilla y caramelo, Sonsoles experimenta emociones desconocidas que se hacen más presente en los encuentros furtivos de la pareja, transformados en la bombona de oxígeno que infundía aliento al poderoso y angustiado Ministro de Exteriores, así como en la necesidad de aquella mujer de sentirse amada y de ser ella, sin hipocresías ni apariencias. Pero aquel sueño se les escapa cuando los espías de los Aliados, afanados por utilizar contra España cualquier información que pudiera desestabilizar aún más al Gobierno, en actitud de aparente neutralidad en el fragor de la Segunda Guerra Mundial, difundieron la noticia y las respetadas familias empezaron a ser la comidilla de las altas esferas. Los momentos a solas se vuelven contados y discretos.  
Lo que no esperaban ni Serrano ni Sonsoles era que de sus pasionales encuentros naciera una hija, Carmen, que nunca fue reconocida por el ministro como suya. Menos sorprendidos, Zita y Francisco, optaron por responder con más amor a aquella situación. El marqués crio como una más a la que, con el tiempo, se convertiría en la Musa de la Transición Española.
Aquel convulso panorama, unido al poder y a los logros que en los últimos meses había conquistado Serrano Súñer, empujaron a Franco a destituirlo de su cargo. Su decadencia había empezado.
Nieves Herrero, periodista, y, desde hace unos años, también escritora, ha sabido hilvanar la historia preservando, sin dificultad, el halo de misterio aun siendo un acontecimiento real. Al mismo tiempo, ha sabido combinar el sabido desenlace con la licencia creativa, aderezada con la pasión y el aire reposado que otorga la perspectiva del tiempo. El relato altamente descriptivo y soberbio de un romance de más de una década conserva la pompa y el boato de la época en la alta sociedad, vestida de Balenciaga y asidua a brindar entre apariencias y cigarrillos, mientras el resto de españoles hacía cola con las cartillas de racionamiento en la mano para conseguir algo de alimento para sus familias. Herrero se adentra, como de costumbre, en el alma de los protagonistas y contagia directamente sus altibajos emocionales y sus conflictos, acertando en su criterio de elegir a la marquesa de Llanzol como protagonista, pues, como escribe en las anotaciones finales la propia Nieves, era una mujer que  «vivía en libertad en una España sin libertades» que experimentó el amor como un desafío continuo, una batalla librada en paralelo a los acontecimientos cruentos que mantenían a España en los tonos oscuros, pero que, gracias al sentimiento más poderoso, dejó entrar la luz de la verdadera mirada de Sonsoles, genuina y exquisita, que evoluciona y madura a su propio ritmo, desde que aquel hombre descifró lo que escondían sus ojos.

Comentarios

Entradas populares