Sean prudentes
Por: Luis C. García Correa |
“Sed prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas”.
Hay que ser cautos para no dejarse engañar por el mal. Para distinguir lo falso de lo verdadero. Pero la cautela no es la prudencia.
Sin la sencillez, la prudencia se convierte en astucia: nos impide rectificar cuando nos hemos equivocado.
La sencillez está muy cerca de la humildad. Y la virtud de la humildad es la base de la prudencia.
Prudente no es quien se las sabe arreglar, sacar el máximo provecho, ..., sino quien acierta a construir su vida según la voz de la recta conciencia, de acuerdo a la moral justa.
La perfección de la prudencia es la santidad.
Prudentes de palabra y con los hechos. Serlo, es tener una gran luz en el entendimiento.
Ser prudentes es pedir consejo. Es imprudente el que no toma una decisión por cobardía.
La prudencia no es falta de arrojo.
En todo amor verdadero, hay pequeñas y grandes locuras, y no debemos detenernos por una falsa prudencia. Así debe ser el amor a Padre Dios.
Por eso nos puedan llamar locos e imprudentes si tratamos de imitar a Jesucristo.
Vivamos la audacia de la santidad, por medio de la ayuda de Padre Dios, de nuestro concurso y del acompañamiento de los buenos, que son muchos amigos, creyentes o no, que se sumaron a esa maravillosa prudencia del amor.
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