¡A los padres, a los hijos y a los abuelos!
Por Luis C. García Correa |
Nacemos del amor de nuestros padres. De nuestro amor nacen nuestros hijos, quienes llegarán a ser abuelos, como lo somos los que lo somos ahora.
Este proceso irreversible, imprescindible e imparable es el camino de la vida.
Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos.
En este proceso, lo verdaderamente importante es lo que hacemos. Y lo que hemos hecho. Pero también es relevante lo que tengamos programado o preparado.
¿Para qué me sirve mi vida? ¿Qué hago? ¿Qué dejo de hacer? ¿Qué haré? ¿Qué he hecho?
¿A dónde voy? ¿Dónde estoy? ¿A dónde iré?
¿Cuántas preguntas nos debemos hacer para tratar de saber qué hemos hecho, qué hacemos y qué haremos?
“¡La vida tiene sentido cuando la llenamos de contenido!”
Vagar como zombis sin más significado que vivir y tener cosas -un coche, una casa, un buen móvil…- ¿de qué sirve?
¿Qué he hecho? ¿Qué hago? ¿A dónde voy?
Perder el tiempo en nimiedades con todo el trabajo y la ayuda que necesitamos y que necesitan otros, es derrochar el tiempo, quemar esfuerzos, agostar el amor y morir en vida. Es, en definitiva, el desierto, la soledad del vacío que es consecuencia de no haber hecho lo que debíamos hacer y no hicimos. De haber hecho lo que no debíamos hacer y lo hicimos.
“¡La vida es única e irrepetible. Lo perdido, perdido está. Ya no se recupera jamás!”
Benditos y alabados son los honestos y participativos que dedican su vida a hacer y repartir amor y ayuda, de ellos es la gloria y la solución de los males del mundo atormentado y necesitado.
Hay mucho que hacer. Todos tenemos mucho que hacer.
Todos tenemos y vivimos algo único, imprescindible e irrepetible que solo nosotros vivimos, y tenemos que hacer para ayudar y solucionar los problemas propios y los de los demás.
Nadie nos puede sustituir, porque nuestra vida es intransferible, única e irrepetible. Depende solo y exclusivamente de nosotros. Nadie nos puede sustituir.
A los padres, a los hijos y a los abuelos, a todos nos corresponde hacer una parte única y exclusiva en pro de uno mismo y de los demás, que nadie puede hacer por nosotros, y de la que somos únicos responsables, y haciéndola seremos merecedores de hacerlo y gozarlo hoy, y luego en la eternidad.
A los padres, a los hijos, a los abuelos se nos han encomendado tareas en la vida, que llenarán nuestra existencia y la de los demás, si solucionamos los problemas nuestros y los que tienen los demás.
Los padres, los hijos y los abuelos somos la cadena que formamos la espiral de la felicidad. Si no lo hacemos, faltamos a nuestro deber. Si lo hacemos, nos felicitarán, seremos felices hoy y disfrutaremos de la eternidad.
Benditos y alabados sean los padres, los hijos y los abuelos que cumplen con sus obligaciones personales y ayudan a los demás con su honesta participación. De ellos saldrá el bien que a todos nos llenará, que heredaremos y dejaremos en herencia para el bien de todos y el nuestro por igual.
“¡La vida tiene sentido cuando la llenamos de contenido!”
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