La hipocresía

Por Luis C. García Correa
La hipocresía es el fingimiento de presumir de virtudes y no tenerlas. No se practican porque no se tienen.
El presumir ya es un signo de debilidad, de mala educación, de falta de valores y de falta de humildad.
La hipocresía es una presunción de ser lo que no somos, de aparentar ser lo que no somos.
Hay quien denuncia un mal real, se rasga las vestiduras, lo publica en todos los medios posibles, pero no hace nada por su solución.
Hay quien culpa a los demás y ella o él solo vive con palabras y no con hechos.
Los ególatras están de moda. Denuncian a diestro y siniestro, pero no hacen nada con su trabajo y sus recursos para solucionar el problema que atacan con tanta pasión y virulencia. Culpan a otros exigiendo que esos otros sean quienes los resuelvan.
Hay unos grupos sociales que suelen ser lo más atacados: los empresarios, los políticos, los religiosos,  exigiéndoles que hagan o corrijan lo que denuncian sus atacantes, pero los denunciantes, al pairo, ellos no se mueven. Se ponen a sotavento del empuje del mal y del problema. Son inactivos, solo  hablan.
La hipocresía es un mal personal y social que hay que tratar de erradicar porque su comportamiento no sólo no soluciona lo que es objeto de la queja, sino que envalentona al dañador al ver que puede seguir dañando con libertad y sin barrera que se lo impida.
Las barreras al mal son maravillosas. Hay que ponerlas porque  son razones y medios para luchar y conseguir la bondad personal y social.
Debemos tratar de ser siempre lo más honestos que seamos capaces de ser –y algo más si es posible– porque la honestidad es la virtud que elimina la hipocresía y desarrolla el bien, eliminando el mal.
Benditos y alabados sean los honestos por la práctica de sus virtudes pues son el cimiento de la felicidad y la libertad.
La hipocresía es aliada del mal.
El hipócrita se vanagloria de ser un dechado de virtudes, y hay quien hasta se lo cree.
“¡El medio de eliminar la hipocresía es la humildad y la honestidad!”

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