Ganarse el respeto de los demás

Por Luis C. García Correa
Ganarse el respeto de los demás debe ser lo ambicionado y deseado para vivir y morir con dignidad.
La dignidad es un don que se alcanza cuando se ha dedicado la vida a tratar de ayudar a los demás.
Los deseos se convierten en realidad de acuerdo con la honestidad.
La honestidad, la humildad y el amor a los demás son las virtudes de los grandes y de los merecedores de ganarse el respeto de los demás.
La vida es lo suficientemente larga para conseguir el respeto de los demás.
Dedicar la vida a los demás, consagrar la vida a los demás es caminar certero por el maravilloso y esplendoroso camino de la santidad.
La santidad debe ser la meta para conseguir por toda la humanidad.
La santidad no está reservada solo a los consagrados con votos de obediencia, y castidad, la santidad es patrimonio de quien con honestidad, humildad y amor dedica su vida a tratar de ser consecuente y de ayudar a los demás.
Ganarse el respeto de los demás es haber cruzado la línea de los santos de verdad, por los méritos adquiridos con su vida y sus hechos de honestidad, humildad y amor tratando de ser consecuente con esos valores y creencias y haber sido fiel a ellos hasta el final.
Llenar la vida con hechos y vivencias de santidad y recibir el AMOR Y AMISTAD de los demás es ser un afortunado y agradecido por la ayuda de la Santísima Trinidad, la Virgen Santísima y la corte celestial.
Uno es incapaz de ser merecedor del respeto de los demás si no tiene las ayudas espirituales para convertir la vida en santidad.
La gran responsabilidad personal, de todos y cada uno de los seres humanos, sin excepción, es rogar el santo advenimiento para que con su vida y sus hechos puedan ayudar a los demás.
Benditos y alabados sean los que consagran su vida a los demás. De ellos es la gloria terrenal y luego la eterna felicidad.
La libertad nos hace capaces de hacer el bien, eliminar al mal, y poder progresar en la santidad.
Benditos y alabados sean los que reciben tanta ayuda y de tanto valor de la Santísima Trinidad.
Ser responsables de sus actos y pidiendo y recibiendo tantas virtudes y ayudas, que tanto fortalezcan, lo hacen y lo convierten en un servidor de los demás.
Servir y tratar de ayudar a los demás es un patrimonio de todos y cada uno de los que vivimos, que tenemos la ineludible obligación de ser consecuentes con los valores heredados llevándolos a la práctica en la constante y deseada ayuda a los demás.
Vivir para servir, es llenar la vida de valores y contenido, que se fortalecen con la oración y se convierten en realidad si hay honestidad, humildad y amor.
Dichoso los consecuentes con sus valores, de ellos es el reconocimiento y la eterna gratitud de recibir y ganarse el respeto de los demás.
Ganarse el respeto de los demás es la meta que todos debemos de buscar con nuestros hechos y deseos convirtiéndolos en realidad.
Ganarse el respeto de los demás es haber conseguido la gloria terrenal.

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