“¡A LA MUERTE DE LA MADRE DE UN AMIGO!” LA MADRE DE MI AMIGO ANTONIO NÚÑEZ, QUE ES MI HERMANO.

Por Luis C. García Correa
La madre nos dio la vida.
La madre nos crió y nos cuidó hasta que murió.
La vida de una madre es el sostén y el abrigo cuando estamos solos y nos besa con todo cariño.
El amor de una madre es incomparable e inigualable y dura por toda la eternidad.
Para las madres siempre somos sus hijos y sus niños queridos, se tenga la edad que se tenga.
“¡¡¡El amor de una madre es el rezo de cada día!!!”
Las madres suspiran cuando nosotros dejamos de reír y sufrimos.
Los hijos somos la creación de los padres, en los que las madres nos desarrollamos, tomamos forma y nacemos, y en sus brazos nos dormimos.
El arrorró de una madre es la melodía y el alivio del dolor cuando estamos enfermos, y cuando sanos nos dormimos.
La muerte de la madre de un amigo me une en su dolor, compartiendo la esperanza y la ilusión que descanse eternamente en la contemplación de Padre Dios.
Las madres son los seres maravillosos que su amor y cuidados duran toda la vida.
La madre nunca se cansa de amar y cuidar a sus hijos. Siempre somos sus niños queridos y necesitados de su amor y caricias.
A la muerte de la madre de un amigo le digo: soy tu amigo.
Como amigo comparto la tristeza de la ausencia y la esperanza en que algún día todos juntos gozaremos de la eterna felicidad en la presencia de Padre Dios.
La fe y la amistad nos unen más allá de la tristeza de la ausencia física de la madre de mi amigo.
La fe y la creencia en un eterno y en un feliz Más Allá nos ayudan a comprender la ausencia de la madre, de la madre de mi amigo.
La muerte es el comienzo de la eterna felicidad en la eterna vivencia de la contemplación de Padre Dios, que eso es el cielo prometido que tarde o temprano viviremos y compartiremos.
Mi amigo ya espera –como esperamos todos- a reunirse, algún día, eternamente con sus padres, familiares, amigos y vecinos, y todos juntos gozaremos de la eterna felicidad sin límite en la contemplación de Padre Dios, que eso es el cielo prometido.
A la muerte de la madre de un amigo. La de mi amigo Antonio Núñez. Le acompaño en los rezos que nos unen por las creencias y valores que compartimos como amigos y como compañeros en el mismo camino.
Bendito y alabado sea Padre Dios que nos dio la vida, que nos sostuvo y luego nos dio la muerte, para entonces, todos juntos  podamos gozar eternamente de la plena felicidad en el cielo prometido.
Antonio -que eres mi amigo- ahora rezamos juntos por el eterno y feliz descanso de tu señora madre, que ya contempla a Padre Dios por toda la eternidad.
Allá nos esperan nuestros muertos en la vida eterna y de la que ya gozan en la contemplación de Padre Dios.
Padre Nuestro, que estás en los cielos, atiende nuestras súplicas en nuestros rezos y danos la santa resignación a la muerte de la madre de mi amigo.

A la muerte de la madre de mi amigo
Rezo y pido fe y esperanza
Para que la realidad de la vida
La acojamos con amor e ilusión
Y, algún día, todos juntos, alabaremos a Padre Dios.

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