Marina, marinera y marinada

Por Antonio Domínguez
0. Tengo que sacar estos “ocurrentes” párrafos para cumplimentar mi compromiso semanal con “TAMARACEITE ACTUALIDAD” por la razón de desear no decir ni una palabra de política durante las dos campañas para que no se me culpe de haber influido en puestas de patitas en la calle de los enemigos de los avances y recuperación de Canarias, qué, como los Cesares Manríquez canarios del mundo, solo piensan en la belleza y jamás en el progreso, tampoco en producciones, en el comer, la laboriosidad, necesidad y en el trabajo. ¡¡¡Que nos financie Europa y el gobierno central español!!! Aquí a tirar penartes frente a la tele, a echarse a correr junto a diez o veinte mil mas y, siendo el carnaval la puesta en escena del atraso de un pueblo, nos ponemos en cola una semana para conseguir entradas para la gala drag qeen.
1. Vitalista y generoso, el iluso tiene imágenes vívidas como “mandalas” orientales, como diagramas ordenados, han contribuido a forjarle como es, junto al  lenguaje y demás disciplinas. En lo que a mí me toca, en mis primeros amores de no meter ni un dedo, recuerdo convulsiones de temblarme hasta “las patas”. Luego observaría en los bailes sociales y más de juventud en pueblos, puebluchos y ciudades, pasaba lo mismo. Seguro que un espíritu estricto –y cosa fácil o difícil- dictado, forjado en los años de la posguerra con lecturas de adolescencia como “el Guerrero del Antifaz”, donde nunca los instintos del protagonista se vieron colmados… “Roberto Alcázar y Pedrín” con un apellido altisonante y harto patriótico. Tebeo que tampoco dejaba entrever  relaciones normales y se apuntaba a anormales comportamientos que escaparon a aquella férrea censura. “El jeque Blanco”, “Hazañas Bélicas”… debido en parte a aquellos y otros comics y también a lecturas disciplinadas, han formado en mí este otro carácter con el que rara vez estoy de acuerdo conmigo mismo, porque hay que tener muchos años para quitarse de encima el miedo cerval a las porras-machanga y terribles bofetadas por no saber cómo se llamaba “la madre del guardia”.´
“El guardia preguntaba: ¡a ver!, ¿Cómo se llama mi madre?” A lo que contestaba el dictado esclavo de la dictadura: mire usted “Juanito”, yo no lo sé. Guardia, caliente: ah, re-coño, pues, ¿no tenias que saberlo? Enseguida jalaba por la mano y después de sentir el catarrián, se te llenaba la cabeza de bichos y caías sin sentido, presuntamente.
2. Tantos  y tantos recuerdos. Rememoro cuando, soñador, convierto entonces  mi  verbo  en  ariete de soldado y mi entrega  total en fracaso de mi verso inicuo, embaucado y visionario, mi alma ha muerto para que sobreviva mi cuerpo. Debo comunicarme más y debo vivir, existir para ejecutar la existencia aristotélica de una “vida cumplida”. 
Quizá los hijos sean una forma de descubrimiento de mí mismo porque pienso en ellos y hablo con ellos todos los días. Vida completa impuesta luego por el cristianismo que se adueñó de tan preciado tesoro como de tantos.
Pero niego del apartado “estagirita”, no casi como única cosa (la imposibilidad de separación que impone entre física y metafísica. Y también la libertad y multidisciplina que impone en su “teoría de los lugares”, la negación del vacío, la finitud del cosmos… TANTOS 
Conceptos que muestran la Iglesia y demás religiones como actuales y rabiosos tratando de ignorar que ya Husserl  y Heidegger las dinamitó por los aires. Y siguen con el mismo guineo que no pueden mover, porque a tenor de los tiempos si se revisara la doctrina -y se le quitaran todas sus salvajadas contenidas- no la reconocería  ni la madre que la parió.
No niego poluciones de mi ego y me quedo sólo en mi espacio cohetico de talante de rimas. Con influencia anglo-germana en mi educación los dos “países” potenciales que han producido mis nocturnas favoritas, parece que haya podido yo abreviarlas sin perder totalmente personalidad jesuítica (polución). Me defiendo sin alegría del radical liberal que creo ser, aunque hay que encajarlo como así mismo mi  clasicismo nihilista que encuentra defectos en todo sin dejar percatarme aún de algún signo positivo de mis reprobaciones. Toda crítica es un arte que nos enseña a enjuiciar, una actividad antes que una doctrina que ayuda a asentar el conocimiento. La actitud que más admiro en mí es aquélla anglosajona que no tengo, de risa desternillante, y también ese “saber estar” observando facetas interesantes redundando en exuberantes elegancias hasta en el tiempo mismo en que se separan los beodos para ir a sus respectivos domicilios; necesidad de ser con alternancia, tinta y secante, innovación, noticias, paisajes, usos, personas distintas y su grado de sorpresa en quién lo recibe. Redundancia, exceso informativo incluso en la conducta y su oponente ambigüedad, desarrollando extensamente, aunque fuera con torpeza obsesiva, diversos temas que haría bien si mirara y no tocara; pero, vicios que conducen incluso a la muerte, son, a veces,  insuperables.
3. Siempre he sido un admirador de la cultura, pero, ésta, como hembra más bella del pueblo no sacia mi necesidad de saber; prefiere quedar solterona y me aísla por el temor y la reticencia que inspiro a casi todos, que sólo han venido al mundo a joder, comer, presumir y ganar dinero y huyen de mí porque utilizo pocas normas y me pregunto y vuelvo a preguntar cómo he hecho absolutamente siempre. Lo malo es que cuando lo hago con la voz; a la mayoría se les saca de quicio porque no quieren saber más allá de si fue o no fue penalti.
Creo haber aprendido que no es juego de azar e intuyo que es un juego de  pícaros y truhanes donde no se sabe quién es más engañado, si timado o engañador. He de  conocer bien la clave ¡tiene que haberla¡, se clasifican las imágenes vividas como ordenaban los gnósticos diagramas, que como resto de “mandalas” budistas trajeron de Oriente probablemente caravanas posteriores a Marco Polo, y que luego sirvieron para encadenar el espíritu de nuevos, primeros cristianos con los signos del sexo de la cruz. Yo rechazo como gran diatriba esa sabiduría, conocimiento encadenado al que recurre la costumbre; busco ya intuición, conocimiento inmediato, la inteligencia con mayúsculas. Pero pensar, entre otras cosas es recordar, y no solo ideas, sino resonancias y signos. Pienso, creo que es posible así, pasar sin alteridad al saber total, que no sólo es conocimiento sino también imaginación y levanto el ala para equilibrar tal preciada aeronave.
Mi estar ha de ser rezongado o vanagloria; no se hicieron los términos medios para mí y punto. No nacer. Y si nacido, morir. Ya quisiera yo ir al cuartel con el más modesto de los hombres, para acecharle y descubrir la ingente cantidad de variedades vanidosas que anida y que guarda estúpidamente para que nadie descubra lo que no se puede vivir, realizar en vigilia, lo que se tiene en sueños que se olvida a la luz del sol. ¿Por qué no se cantan esperanzas inalcanzables a la luz del mismo sol, como yo hago, y se duerme tranquilo?
Concluyendo, no lo puedo hacer a conclusiones de lo anterior. No a síntesis sino a forma de terminar, por tratarse de asuntos muy diferentes, aunque parezca un asunto de machacona majadería, que, aunque no sea así, es al menos lo que me parece. 
Con esto creo, aunque no lo creas tú, que ya paso a ser persona que más profundamente conoces ¡Cuánto me habría solazado si una sola persona ante mí se hubiese quitado la careta de ésta u otra manera¡.
Por no dar más, o no querer yo que de más el asunto de sí, que viene a ser exactamente lo mismo, te anuncio irrevocablemente terminada ésta, nuestra, por mi parte relación epistolar y me circunscribiré a la esporádica de siempre en la barbería o tanatorio. No consideres un desplante el rehusar mío al bombardeo literario con el que te amenacé, que se produjo en el momento eufórico del encuentro, donde, por lo mismo algunos prometemos cosas que exceden nuestras posibilidades de sapiencia e incluso de salud. Voy a meterme en mi concha a esperar el invierno.

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