¡Qué solos se quedan los muertos!
Por Luis C. García Correa |
¡Qué solos se quedan los muertos! Por el olvido de los mismos familiares, allegados, amigos y conocidos.
La muerte no es sólo física es también del recuerdo, del cariño y del amor que les tuvimos.
¡Qué solos se quedan los muertos, cuando ha pasado el tiempo del duelo, de la tristeza y del recuerdo inmediato!
Recordar y tener presente a los muertos es una virtud del agradecido y del enamorado y del amigo fiel y honesto.
Darle utilidad a la vida como seres sociales –no solo como currantes, trabajadores…- por ser seres humanos con virtudes y defectos, con hechos y dichos, y como dejados y pasotas, y no usar y aprovechar lo que hemos aprendido, para recordar y tener presentes a los muertos, es perder en la vida algo invalorable y nunca recuperable, como es el amor.
El tiempo es inexorable, no vuelve jamás. Se marcha para siempre jamás.
La vida es tan importante porque es única, la vivimos una vez, la disfrutamos una vez, y la compartimos una vez. Y esa vida se queda en vacío y se pierde en el olvido cuando morimos y ya no somos recordados, somos olvidados.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando ha pasado un tiempo y los avatares de la vida nos van acaparando y nos vamos olvidando de los muertos.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando olvidamos que fue un familiar, un amigo, un conocido… y ya no ocupa nuestra mente ni nuestro corazón.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando nos muramos también nosotros.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando han muerto en el recuerdo.
Pero los muertos viven en la otra vida. Y no están solos. Allí nos reuniremos con ellos, les volveremos a ver cuando el Cosmos se haya acabado, cuando el tiempo haya terminado.
"¡Vivamos con esa esperanza y los muertos no quedarán solos!"
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