NO SE DEBE, DE HECHO NO SE PUEDE…
Por Antonio Domínguez |
Humanizar el cielo; como imposible es divinizar la tierra. De humanos correteando por el cielo no se sabe nada, porque el conocimiento válido para el hombre es el del hombre, no conoce otro conocimiento porque de momento no ha regresado desde allí nadie, y solo somos válidos en lo que conocemos aquí. Y de divinos en la tierra se sabe de uno, al cual se vio siempre materializado como un hombre verdadero. No se niega aquí que haya sido el hombre mas fantástico, el único bueno que ha existido. Partiendo del mandato de todas las religiones acerca de lo que se debe amar sobre todas las cosas, construyo alegato que a Ud. Ultra racional y demócrata que no le salen del cuajo estiramientos a rueda ni alumbran su mente depuradoras hogueras, jamás le parecerá mal.
¿Qué es lo que el hombre quiere amar mas entre las nieblas del existir? Lógicamente desde su conocimiento -que es el que tiene y es lo que es-, amar lo conocido, lo cual tiene muy cerca. El cerebro no tiene capacidad para proyectar amor a otras dimensiones y mucho menos la tiene para amar por mandato. Cuando dice amar a alguien que no le ha sido presentado lo hace por terror absoluto al “fuego eterno” con el que le han ablandado el pechito desde bebé; blandura en la que quieren seguir de mayor ¡por si acaso! Que el solo recuerdo de verse metido en las brasas-lumbres eternas, le recompensa vivir aquí desalado por siempre jamás y se pasa la vida “engañando a Dios” noche y día, cuanto más reza y habla con ÉL más le miente creyendo que es tonto, ya que, donde dice le quiere, solo le teme.
El hombre ama lo que ama sobre todas las cosas. Lo demás es pura fantasía doctrinaria. Y ni le interesa cuando está en el tálamo-camastro, con el medio bate de beisbol al rojo vivo. Si bien amar no es ajeno a todo temor, de pérdida de lo amado por un montón de motivos, sí es ajeno a castigo (castigo aquí no sugiere sufrimiento sino pecado) por lo tanto, las personas están incapacitadas para profesar amor por anhelo a premios o surullo a derrotas; todos temen las suicidas roturas de su relación conyugal. Más bien la humana condición ama sin saber porqué, aun creyendo saberlo, y esto quedó reflejado por cervantes en aquello de: “Tal piensa que adora a un ángel y viene a adorar a un simio”. La raza está totalmente no facultada para amar desde actos de conciencia categóricos fuertemente lúcidos; es por lo que no siendo el amor un sentimiento formalmente manejado, ni aun por las personas más exquisitamente equilibradas, vienen a dar muchísimos en distintos y diversísimos amores, que cuando son conocidos: la caza, la pesca, el coleccionismo etc. muy de amar para muchas personas y mal amañados de concebir para otras, no parecen raros, de hecho no lo son, por estar en el acople del fenómeno en general y se puede así amar y balbucear amores sin que nadie se asombre. Lo que no se puede pretender es que el racional no se asombre ante el amor a lo desconocido totalmente; que encima le declaran como ser justiciero, como al máximo representante de ley supra humana y aparrado tras parapeto con espada de fuego en la mano para ofender al primero que se equivoque. Amenaza con fuegos eternos ¡¡¡casi nada!!! Importándole tres pitos quemar a Gina Lollobrigida, Ava Gardner y/o a la no menos impresionante chayo Mohedano, producto nacional que no tiene que envidiar a monumentos que han venido al mundo a matar gente de deseo. Asusta con la amenaza de rechinares de dientes; dota de atributos formidables y en condiciones y luego impide usarlos etc.
Para semejantes forzosidades lo humano no está preparado. A lo sumo teme y jamás se puede amar un temor. Puedo admitir e incluso comprender que personas poco avezadas tengan muy difuminados todos los linderos conceptuales y no sepan diferenciar el amor del temor y crean cuando están temiendo, que están amando, de todo hay, y de todo se produce en, desde, las idiotizaciones orquestadas a los ya de por sí “idiotas” sin remedio. En resumen el amor más que un sentimiento es una predisposición o “estado” en lo más recóndito del pensamiento genuino-excelencia; es una propiedad interior de cada individuo que la da a algo o a alguien, o no la da, ni a alguien, y mucho menos, es obvio, “a no alguien”. Y a lo que lo de y en lo que le deposite le delatará su formación, su inteligencia e incluso el grado de capacidad pará dar o quitar importancia a las cosas; esa capacidad obviamente se involucra y arriesga a ser observada, también a mirar, a ver, a que cosas concede importancia y a las que no; que comparándolas con las mas ricas pautas de conducta establecidas por los rebeldes (nunca por la generalidad) se sabrá si son de altas consecuencias o si son ramplonas. Se ha de repetir siempre que el hombre no ama por imposición, eso sería temer; tampoco ama lo que quiere sin lo que puede querer, y etc. puesto que hay distintas síntesis de tesis en este gran tema.
La existencia de Dios tal como nos la describen es “algo” muy de temer. Los ayuntamientos de amores y temores muy de folletín y de novela son lo que son; desde el miedo verdadero al amor más simple hay la distancia –física- más grande conocida en este mundo, que lo es, solo de fenómenos, por lo general bastante distanciados. Se dice que del amor al odio hay solo un paso sin reparar en que eso es mentira. El amor que desde bastante tiempo atrás viene siendo apuñalado decide no asistir ni un momento más a la otra parte y se va de sopetón, solo significa que el amor se ha acabado y con el tiempo se puede instalar la persona en el odio, pero nunca el amor puede convertirse en odio, esa es una equivocación garrafal, porque amor es amor y odio es odio ambos en absoluto. Del amor al odio se puede pasar, lo que no se debe ni se puede es conceder o decir que del amor al odio hay un paso concediendo a los opuestos exactas atribuciones; cuando la separación de los dos conceptos es cósmica. Nunca se pasa rápidamente de antípoda a antípoda.
Nunca se convierte el amor en odio. Sí es verdad que aflora el odio cuando no se puede vivir sin el otro/a; cuando no se puede respirar sin el otro/a; ni dormir ni comer, ni saber estar sin el otro/a. Todo ese horrible padecer sin el otro/a, solo tiene salida en el odio al otro/a. Cuando las personas sin amor se separan quedan amigos, al punto, que asistirán a eventos e incluso a bautizos de hijos habidos y debidos a la acción preñadora o preñante de extraño nada extrañado. En cambio cuando dos personas se aman es para toda la vida y aun sumergidas en el odio que es la forma de quererse mas, que es la forma de quererse ¡mucho! más, ¡es una forma de quererse hasta la demencia!. Cuanto más odio más amor, por este orden. Si por los lazos del diablo se encontraran en una cama (“esos que tanto se odian”) por sorpresa, la romperían antes de consumar, o mientras consuman. De las primeras patadas saltaría desmigajado el tablero que está por los pies de la cama por la inevitable tremenda violencia contorsionista, vehemente, con arrebatos de acometividad echando fuego por los ojos, furia, contracciones, convulsiones, enroscaduras, retorcimientos, espasmos del cósmico amor deseo comprimido en represión y contención de los años. Ya ustedes ven ese sería el odio imposible de las personas que se quieren y se querrán siempre si es que declina el orgullo. Esa es otra.
Chiquito jaleo es el amor físico aquí desde lo más simple a lo más complicado, sin atisbar siquiera lo metafísico. Dado exacto que el amor terreno hay quien se lo da a prácticas nada higiénicas es demencial locura, que, desde semejante estercolero se ame a Dios sobre todas las cosas, las cuales cosas son más acá un cosmos de materia digerida, digiriéndose y por digerir. Desde este bacteriostático valle, infectado de todas las infecciones, podrido de toda podredumbre, corrompidos los poderes del estado todos, y los religiosos; por si fuera poco, se generaliza ya la infección ulcerada purulenta de la prensa en el declive en sus últimos estertores, da la última boqueada y postrer suspiro en su desplazamiento: empujada por internet que la botó a la calle por no resistir ya “la nube”, el gran desahogo del pueblo, las mefíticas-malolientes nauseabundas emanaciones. Este viaje al obscuro prieto, muy negro, es ya en el mundo entero iniciado (ha sido) y sin ningún retroceso posible.
Fuera ya de lo del amor. El país entero acaba de caer en una laguna, en un compás de espera, en un tiempo muerto, en un descanso obligado, en un día postrero de una vieja era, en una puesta en cuarentena de la nación, constitución y catecismo. Es destino imprevisible enigma, rompecabezas impenetrable, inescrutable, enigmático, embrollado, incomprensible como será, quien será y donde estará esta España contradictoria, absurda, incoherente, desatinada, dispersada, incomprensible, inconexa, ininteligible, liada hasta el enmarañamiento.
Con Podemos “ya” en el mando y Box en la cola, como diría Belda, toda certidumbre se dispara y se va a la antípoda, y, toda incertidumbre se asienta mansa y queda con nosotros. ¿Dónde estará España en el 2035 a juzgar por “el pactómetro”?. ¿Regirá sus destinos otro militar? En previsión de la incomprensión lectora ando luego a decir que yo no lo deseo.
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