GOFIOS EMPINADOS, NO ENGREIDOS NECESARIAMENTE

Por Antonio Domínguez    

”El día de hoy es malo, y cada día lo será más, hasta que llega el peor de todos”.  Vivir, ¡siempre! Se hace cuesta arriba. Cuando no, se está castigado con defunciones familiares  imposibles de asimilar. Cuando se tiene más de lo necesario para vivir; cuando no se es enemigo para nadie y se goza de la total indiferencia de los otros; cuando se tiene la suerte de no ser escuchado por nadie ni para nada se posee para ser necesario. Cuando se tiene la dicha de la ya no existencia de cuantos conocían a uno bien, pudientes por lo tanto de contrastar opinando de todas nuestras telarañas y trucos… cuando ya uno, con la cabeza como bombilla no le quedan ni canas que peinar, es indudable que, cuando la vida pone a cualquiera al margen del vivir, ella, la vida puede enfebrecer y llegar a tornar parecer caracol desplazándose en pendiente vertical. Toda añoranza repleta de ilusión y deseo, es repecho infranqueable que solo conduce al llanto.

Persona pudiente en la que no es locura nazca aspiración a poseer bloque de apartamentos y con además energía para él y para toda su familia mediante generadores de renovables en artificiosos molinillos. A estas personas la vida puede depararles completitud y bienestar; que acaba siempre en hastío hartazgo, asqueo y desmotivación, y, como a la de Ávila le entran deseos de morir  porque no muere. La vida puede depararles completitud y bienestar; que acaba siempre en irritación y tedio, aburrimiento, disgusto, aversión, desapego, y vómito, No obstante a pesar de único/indisociable, todo es inútil si se llega al pensamiento de mi padre, Maestro Pedro, del cual se desprendía: ¡¡Todo es una deyección!! Cuando la vida se empina, es que se empina y, <<Ras y se acabó>>, que diría D. JOSÉ BOLAÑOS MARTÍNEZ DE ESCOBAR (el sabio ¡único! de Tamaraceite).

La tristeza llega temprana o tardíamente, pero, siempre llega. El optimismo se escapa al más férreo atenazamiento, según sea la fuerza del entendimiento que lo repudia. El pesimismo es el Cid Campeador en toda existencia, momento y lugar. Todo se hace cuesta arriba. El más mínimo gesto; un segundo que sucede a otro; un amor que se consuma; un objeto que cambia de manos. En cualquier cosa en su ocaso, sobre todo en su ocaso, deriva a la pendiente cuesta arriba constitutiva de la ignota escala que une el cielo y la tierra. Aquí, ni aun disponiendo de la ignorada escala se alcanzará el cielo: eso es muy lejos. El llanto por su inaccesibilidad, al no poderla subir, las lágrimas que deberíamos guardar para humedecer el camino de la gloria no divina, las malgastamos en cualquier añoranza de recuerdo amoroso en paraíso soñado, haya sido consumado o no durmiendo. Se derraman las aguas de los sentimientos aun sin saberlo tan mansitas y calentitas, que es un deleite amortizador y descargador.

La vida cuando apareció <<turbó la beatitud y el sosiego de la nada>>. De saber el neonato lo que se va a encontrar en G. C. si aquí nace, ¿no preferiría infinitamente más la nada absoluta? ¿Preferiría vivir bajo el manto triste y gris del tedio y la sociedad; preñada o encinta de políticas inseminadas por gente con traje mareado y sin afeitar?

Sé perfectamente que hay personas prestas y dispuestas a explicarme y aconsejarme en este trance, pero, ¿deberían preguntarse dichas, qué debo hacer yo? Y no ¿qué deben hacer los demás, o sea ellos mismos? Esto es lo que distingue la moral del moralismo. La moral no es nunca para el vecino: quien se ocupa de los deberes del vecino no es moral sino moralista ¿Hay especie más desagradable? ¿Existe discurso más vano? La moral solo es legítima en primera persona. Decir a alguien <<Debes ser generoso>> no es hacer gala de generosidad. Decirle <<debes ser virtuoso santo y honesto>> no es hacer gala de la virtud, ni de santidad, ni de honestidad. Decirle <<Debes ser valiente>> no es hacer gala de valor. La moral solo vale para uno mismo. Para los demás, la misericordia y el derecho bastan.

Aviso. Que jodido debe haber sido obrar y comportarse moralmente; incluso en moral blanda y merengue, flojita, tanto, que que se ve negra para andar por casa, cuando en realidad se está inmerso en deformidad “moralística” e ignorante total del concepto.

 Al pasar por abajo de la “jiguera” si el dueño mira se comete ”la moralidad” de seguir derechito por el camino. Si el dueño no vigila se comete la inmoralidad (porque el robo no es moral, y ni el hambre lo justifica) de tirar manos al “jigo” que se ofrece a la mano. Y eso es lo que significa y es lo moral e inmoral respectivamente, una majadería mas, eso sí de observancia general pero cada cual unívocamente es responsable de su comportamiento moral, en atención a esta somera explicación. Cada cual hace lo que quiere con su “jigo” y lo que puede con el jigo ajeno.

Aunque usted no lo crea en los tiempos de San Paco Franco (gran demócrata) ver un higo al alcance de la mano sin tener que saltar vallas y ataja vientos era como ver la santísima trinidad en persona. Téngase en cuenta que habíamos personas en la Montañeta, que, a veces, nos pasábamos días con una taza de café de cebada y una cucharada de gofio por todo alimento en un día;  <<“Si la miseria es el aguijón perpetuo para el pueblo pobre, el hastío lo es para las personas acomodadas”>> no sabiéndose que es peor: ser pobre o ser rico, convendremos en que a nadie le sale gratis el vivir.

Por rebañar en las síntesis que me recomendaron la idea, introduje entrecomillados varios. Los que vea de extraordinario calado y profundo saber son de Arturo: (Schopenhauer)

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