¡Ir hacia un mundo mejor!
Por Luis C. García Correa |
Tenemos que ir hacia un mundo mejor. Es una obligación moral grave.
No podemos seguir permitiéndonos no tener un mundo mejor.
La felicidad es un bien que todos merecemos y todos debemos alcanzar. Pero no cae del cielo: hay que luchar por conseguirla.
Como para todo lo que tiene valor, para conseguir la felicidad se necesita la honesta participación de todos.
“¡No tener felicidad, no tener libertad son males que no se arreglan pidiendo, mendigando: hay que exigir, desde luego, pero también dar y repartir!”
¡Claro! Para exigir hay que tener la autoridad de la honesta participación, y en grado superlativo. Pero para alcanzar la felicidad y la libertad plenas no basta con tener la honesta participación. Es necesario algo más: dar todo lo que tenemos.
“¡Siempre podemos dar un poco más!”
Siempre nos quedamos con algo.
“¡No dar todo lo que tenemos es faltar a la honesta participación y retroceder en los valores que eran y son el fundamento de la felicidad y la libertad!”
“¡Nacimos para ir, siempre, hacia un mundo mejor!”
¿Qué honesta participación vive usted, y vivo yo, a diario? ¿Tiene, y tengo, a su prójimo, a mi prójimo, como el hermano más cercano?
“¡Ayudar con amor y con honesta participación conduce, certeramente, a un mundo mejor!”
Si no tenemos ese mundo mejor es porque no somos ni estamos siendo honestos y participativos ni amamos con pasión.
El pasotismo negligente y recalcitrante desvía del camino hacia un mundo mejor.
Nacimos para la felicidad y la libertad. De nosotros depende que las tengamos. También depende de nosotros el grado en que las tengamos.
Nada en la vida se nos regala. Todo lo que vale, cuesta: exige una renuncia, un dar con amor y a fondo perdido, tratando de ayudar sin pedir nada cambio, sino solo desear dar y repartir lo mejor que tenemos y podamos.
¿A qué espera? Le estoy esperando, para juntos caminando hagamos el mundo mejor que merecemos y debemos compartir para tener la plena felicidad en la plena libertad.
“¡Amar con pasión es el camino de la santidad y de la salvación terrenal y celestial!”
¿A qué esperar? Le sigo esperando, para juntos, amando con pasión, repartamos la plena felicidad y la plena libertad, y entonces estaremos en el camino correcto de la santidad.
¿Qué mundo tenemos? El que hemos creado.
¿Qué mundo deberíamos tener? El de la plena felicidad en la libertad plena.
¿Hacia dónde vamos? Hacia el final del camino que hemos comenzado.
¿Qué mundo tenemos? El que mantenemos.
¿Qué mundo debemos tener? El que necesitamos para que todos vivamos como merecemos.
¿A qué espera y en dónde le espero? Le espero en el camino que nos lleva hacia un mundo mejor, porque amamos con pasión, y como consecuencia de nuestra honesta participación.
“¡Alcanzaremos un mundo mejor de acuerdo a nuestro amor!”
Aquí le espero.
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