DE LOS MEGATONES DE FUERZA PRENSIL DE LA PRENSA
Por Antonio Domínguez |
… que funciona engrasada si se le introduce la moneda, que si no, no acude a nada nunca porque no está en sumisión, “ni es su misión y destino” hacer algo por nada y hacer nada por los que dan el euro por el tebeo. Muy poco respeto siente la editorial por el lector al que le trata a degüello porque ya recibió la gran tajada por hincar la mentira de turno a los taitas que están esperando el turno. Las grandes fortunas no se han hecho ayudando a cruzar la calle a ciegos de una acera a la otra, ni mucho menos dando a cada cual lo que es suyo, sino todo lo contrario. Para conseguir ingentes medios económicos hay que usar por ejemplo la espada, pero cuando se han conseguido ya los primeros 1000 millones, y el Papa ya le ha recibido a uno, etc. viene la parte donde tiene asiento una maldad mucho más refinada y complicada; hay que envainar la espada si se tiene como meta llegar a los diez o veinte mil millones. Hay que comprar acciones en los distintos poderes fácticos, y en especial en la prensa. ¿Qué poder fáctico más apropiado que la prensa, que como primer beneficio que es inmediato ya ¡Abre camino expedito a comidas con los políticos y la judicatura!
Las comidas de la camarilla –de darse, o cuando se dan- no son al más bajo estilo compadre, son al más alto estilo refinado que obliga. Allí no se habla a viva lengua de los intereses de cada uno. Intervienen mudos lenguajes de pacifismo de dejar pasar, de hacer la vista gorda, de suerte que aún sin nadie pedir nada para sí expresamente cada uno de los comensales sabe los que tiene que dar con respecto a lo que quiere recibir. Este evento que tiene más de mamar que de comer, metido hasta el corvejón en la prevaricación indomesticable e improbable siempre (por los mismos mudos lenguajes, por ser imposible descifrar el jeroglífico subliminal de las mismas mudas formas de comunicación apuntadas, que ya comienzan apriorísticamente en el preciso momento en que se confirma la asistencia a estos actos).
Digo que este es el poder de la prensa o el poder del dinero, o el poder del poder, como se quiera; pero también digo que tiene poco o ningún poder en tanto que no sirve para formar, ni tan siquiera para informar verazmente en todo el amplio sentido. Ya tenemos por averiguado que los distintos medios no los manejan ni los albañiles, ni los zapateros. Ni los barberos, ni los betuneros.
En la lucha por el poder, por mas vender y más dinero ganar (si hay que sacrificar lectores, no da igual, pero siempre es lo primero que se sacrifica a pagar “la jaba” la cual degusta el apesebrador; proveedor sin fatiga, del consabido pesebre) ejercen el chivatazo atrevido a medios enemigos o amigos de otros intereses que es lo que rompe casi siempre en el desenterramiento del hacha, con terrible sed de venganza y matanza de las contrarias opiniones. En aún más de lo mismo, trabajan el descrédito, en cuidado esmerilado fondeado y lacado y en otro cuerpo de la maldad, refinan otro ataque semejante, o si se puede de mayor envergadura.
Aunque en otro momento puedan llegar a un trato confraternal los medios de la confusión, que son también los principios y los fines muy lamentablemente en los sociedades donde todo se compra y se vende, (pudiera ser a la salida de misa, muy adecuado sí) para establecer unas reglas de juego siempre propuestas por el más inteligente, al más listo o el más listo al mas fuerte … ($), para quedar de acuerdo en que deben proliferar mutuamente las visitas, haciendo especial mención a la necesidad de ponerse de acuerdo para siempre, como la única forma de hacer un frente común para que ganen todos y encontrarse en un futuro allá en el cielo en el que creen y del que dicen los curas. Queden ciertos y comprendan el pertinente aumento de visitas, parabienes y contactos de todo tipo. Siempre es mejor que los bombardeos aunque sean hechos desde la lejanía, del disimulo y desde la actitud de aquel que actúa como el que no quiere ser detectado: como traicionero conspirador que todo lo entiende a la cegadora luz de las más obscuras, lóbregas intenciones.
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