LA MISERABILIDAD ILUSTRADA…

Por Antonio Domínguez
“Miente al amar, miente al reír, miente al besar y miente al rezar”. Que es cuando desnaturaliza altera y embauca hasta a Dios, para conseguir de su favor. Ya está bien, estupendamente bien, maravillosamente bien, de ponernos a Aitana. Esa niña bebé transparente esquelética por el hambre, a las puertas de la muerte a las últimas en la depauperación. No está bien que lo que podrían solucionar los del mundo solvente con fuertes donaciones; los que son ricos acólitos religiosos, o, por conflagración -de los que mandan- de honradez y leyes impedir que se entre en esos países a saco a robarles sus tesoros en su suelo. No está bien que se le responsabilice “inculpe” a pobres diablos aquí de esas desgracias allí, que también en este primer mundo son el verdadero blanco de toda la metralla y munición de  los curas e instituciones de o ene ges; no sienten compasión por los que malviven aquí contando el céntimo-; a los cuales no les importa estafarles dos euros cuando lo que se persigue es ese mal estar del creyente reconsiderando y haciéndose fuerte en su fe, esperando por consiguiente un sitio mejor (que trata de comprar por par de euros) en el cielo cuando lo que labra es un sitio mejor en la tierra de cuantos inductores al socorro de la miseria allí, por los miserables de la miseria aquí. Los únicos responsables –por lo que se ve- hasta de la miseria, son los miserables que, anulados como personas por horrible terror de ser el pecado de nacimiento, ya ha caído en manos de los que le usaran como muñequito, y le darán cuerda para bailar. Jamás he visto a un abastecido preocupado por el abasto del desfavorecido; para eso están los propios desheredados por experiencia miserable, que, aunque quisieran ya no se pueden comer el pan entero; entre otras mil razones por la falta de costumbre. El miserable “solo puede aspirar al medio pan que sobra de momento a otro miserable, que, aislado su estómago reventaría de comerlo entero”. El opulento vive rodeado de pocilgas de cerdos y gallineros para los que necesita y en ellos emplea sus abundantes sobras.
Todos los poderes económicos, religiosos y políticos están para dirigir el cotarro; a los que les sobra solvencia material les gusta verla aumentada y no dan nada a nada ni a nadie. Eso sí están dispuestos a dar consejos-exhortaciones  y orientación en todo sitio y nación a los pelados, inmensa mayoría. Recomiendan a los descamisados invertir en el hambre del mundo para que vean a Dios un día, mientras ellos los privilegiados elegidos inviolables, dando solo el sermón, grandes consejos y muchas oraciones (esto último según dicen), visten como dioses comen como dioses; holgando  vegetando y en continuo perpetuo veraneo, que, no ya digno de dioses, sino de señores de Don imperecedero. La pretensión de los “elegidos” en el mundo es: ¡Que ayuden! a los miserables cien por cien en los países aciagos, los países a dos tercios coma cinco de miserabilidad. Su dinero lo quieren para la bolsa o invertirlo en bolsa, y si acaso dan es medio euro al pobre puertero y presencial; el que va de puerta en puerta, al cual atiende solo si le ve de rodillas hincado en la defensa-barrera-talanquera “del castillo” de su usura. Lo que interpreta como un negocio que le propone Dios acumulativo en el poquito a poco para ganar prebendas en el cielo; que de entender las cosas en la diversidad tal y como son no tendría el vicio fenicio de la acumulación de dinero, y, acaparado, no lo trasegaría por la perversión del avaro cicatero sórdido, de verlo pudrir en el agujero.

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