A Tino Torón, amante de la cultura
Por Antonio Domínguez |
Siento placer y estadía en el sosiego, placidez, bonanza, paz. Asumo y sopeso tu paz Tino. No solo en la primera que en ti la noté, sino la que vi rebosar de tu humanísima mirada ayer mismo. Cuando la necesito (la paz) la encuentro fácil recordando empático tus modos y formas de sosegado estar. ¿”Cómo quieres por consiguiente que, viniendo de ti el retrato perfecto que haces de la casa de la cultura: “LA BARBERIA DE MAESTRO PEDRO” no se me haga el nudo de la garganta y adueñándose de mí el escalofrío se me plante un emocionado lagrimón”?
Tu experiencia absolutamente toda
ella tocada del arte hasta en el más mínimo detalle, es panorámica, (superior)
amplia hasta cuando te adentras desde las perreras hacia el riñón de nuestro
municipio. La mía es central, sintética, concreta, castrada por el amor a mi
padre y la influencia en la relación con nuestro padre y la de nuestros grandes
amigos declarados , que, muchos eran los familiares queridos recíprocamente sin
lazos de sangre pero con fuertes anudados de humanidad confraternidad bondad y
don de gentes y la confraternidad que daba la pobreza material en aquel
Tamaraceite de peleas los sábados, gofio y pejines, tomate con sal partido en
cuatro, de curas TODOS con dolientes con la fragilidad y gran malestar del
mundo obrero ni se les ocurría aplicar las directrices nacionalcatolicistas en
semejante, desolado, hambriento campamento de cuevas, perros, cabras y moscas.
Jamás nos dio una lección ni nuestro padre ni curas ni maestros; ni pepito el
de la tienda jamás nos enseñó conducta. Sabían que en reformatorio circundante,
aquel campo de concentración, aquel manicomio para gente cuerda, sobraba
con mucho para que aprendiéramos de
primera mano la antípoda de adonde él/ellos pudiera llegar “para educarnos”. Me
pasa lo que te pasa a ti mi querido y admirado Tino. Que en los guetos
suburbiales, favelescos de Favela -y por qué no, también fabulescos- a que nos
proyectaron los desgraciados tiempos de las pistolas; a pertenecer a una
organización “nacional” ajena a la monarquía, a la república, pero, machísimo
más ajena: a la democracia. Por ese disparate que siempre nos ha distraído,
vemos las cosas grandes tu en Tamaraceite y yo en Tenoya. Amamos -y no es malo-
la complementación. Nuestra existencia se trastocó para siempre cuando Pancho
guerra arranco de canarias en los albores de un dieciocho de julio por Dios
España y su revolución social sindicalista. Nos fusilaron nuestra
“quintaesencia”, nuestra identidad, nuestra cultura. A tal punto creo, que ni
me molesto/aré en repudiar caprichos-negocios
de gente con rastras o sin afeitar, ni de los nostálgicos (grotescos de bella
estampa dada u obtenida en recauchutados Bolaños, donde el neumático más
aborrecible queda como de fábrica). Tino, no solo no me extravío sino, que va esto
en virtud y adhesión a tu ensayo literario lleno de barberil conocimiento; al
punto de enumerar todos los puntos de partida intelectual que tenía aquel
pequeño receptáculo de espejos y sillones donde tanto aprendió todo el que lo
visitó. Yo, todo lo que no ignoro se lo debo a aquella pequeña cárcel.
de la zona que se preciara ¡tenía! que venir a arrastrar la pluma por su primitivo humilde destartalado piso. Los que no acudieron son de falso estilo, ilusorios, con resistente orgullo y entrados en quiméricas, inexistentes imaginaciones de altura, pero inmersos en el profundo pozo de la bobería alegre. Mantenerse al margen con un estilo, carácter y talante sin confrontar, o sea, puestos allá prescindiendo del mayor colegio que ha tenido Tamaraceite,- no por las clases de los esquiladores allí, sino por los que por mil motivos allí acudían; para los que alcancen a entender esto les parecerá poco calificar esa dejación, ese pasotismo, de solo temerario.
Así es que Tino, lo que dices de la barbería
es bonito porque fue una realidad, una posibilidad real que nadie nos podrá
quitar y que disfrutamos cuantos no estábamos por encima del bien y del mal,
cuantos nos congratulábamos, congraciábamos, convivíamos ,departíamos, sin
elevación ninguna, sin la prudencia que da el “juntos pero no revueltos”
¡siempre estuvimos revueltos todos! Y si como consecuencia aparecían las tandas
de trompadas, ya tengo dicho, que al siguiente día nos lamíamos mutuamente las
heridas.
TINO, para ti no tengo pereza,
por lo que, me estaría aquí hasta perder la conciencia de los límites de un
comentario. La culpa es tuya por no tener renuncios, regateos, contradicciones
y cuentos. La culpa es tuya por ser encantador y persona que cuando aparece en
cualquier sitio, a mí se me ensancha el sí mismo. Tu presencia me da optimismo
y veo completo, de antemano, y sin fallos, el evento de que quiera que se
trate; por eso que hermana y se llama confraternizar o congeniar por similar
mirar.
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