Sinceridad y Veracidad

Por: Luis C. García Correa

Con el deseo que este Martes Santo sea el comienzo, - sin interrupción -, de sinceridad y de veracidad.
No hablar del daño que sufre nuestra alma causa sordera.
Cuando falta la sinceridad, el alma no escucha y rechaza las razones o argumentos que podrían ayudarla.
Si no hablamos de nuestras miserias - reconociendo lo frágiles que somos -, si las callamos, la soberbia se enseñorea de nuestra vida.
Por el contrario, abrir nuestro corazón con sinceridad y recibir el apoyo del amigo o de la ayuda espiritual es uno de los mayores bienes que podemos hacernos a nosotros mismos.
No resistirnos a las gracias, en especial a las de Padre Dios, para que Él nos purifique. Ser siempre muy sinceros.
La verdad garantiza una vida humana honesta.
En ocasiones, la verdad está tan oscurecida por nuestras faltas, que no es posible reconocerla.
La vanagloria, la pereza, la vanidad ayudan a aceptar la mentira. Como la soberbia, o el temor a quedar mal.
Para vivir una vida humana necesitamos amar la verdad. Es algo sagrado, que debemos tratar con el mayor respeto y amor.
Con la vanidad de la vanagloria, de la soberbia, del no querer quedar mal es fácil aceptar o decir la mentira.
Para los católicos es muy importante la verdad, Jesucristo dijo: “Yo soy la verdad”. La sinceridad es imprescindible con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
Hay quien presume de ser sincero, de ser auténtico, para justificar un libertinaje al que llaman libertad. Otros se esconden en el anonimato que fabrican con la mentira.
No se trata de mistificar la verdad, sino de ser personas de palabra.
Personas que cuando se equivocan, rectifican.
No mentir jamás.
Sin olvidar aquella otra virtud relacionada con la veracidad y con la sinceridad: la lealtad.
Porque la lealtad es la veracidad de la conducta. Mantener la palabra dada.
Que se nos conozca porque somos personas leales.
La infidelidad es un engaño. La fidelidad es una virtud necesaria para una vida sana y feliz, tanto personal como socialmente.
El amor a la verdad nos debe preparar para no hacer juicios precipitados.
Tener siempre un sano espíritu crítico ante tanta información recibida por todos lados. Muchas de ellas son tendenciosas y partidistas. Deforman la realidad.
Preocuparnos decir y oír - por amor a la verdad-, lo cierto y no el que dicen o el que dirán.
Entonces será realidad lo que nos dijo Jesucristo: “La verdad os hará libres”.

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